26 abril, 2024
La joven Orquesta Sinfónica de Triana nos propuso un programa compuesto por conocidas marchas de Semana Santa pasadas por un filtro orquestal.

Teatro de Los Padres Blancos, 13/03/2016

Fotografías por Juanma Rodríguez

La joven Orquesta Sinfónica de Triana nos propuso un programa compuesto por conocidas marchas de Semana Santa pasadas por un filtro orquestal.

Si hay algo en esta ciudad que divida a sus habitantes a partes iguales, es la Semana Santa. Los hay que esperan ansiosos estas fechas para vivir en primera fila el espectáculo del trasiego incesante de hermandades por nuestras calles en su estación de penitencia. Otros en cambio, huyen de las bullas, los cortes de tráfico, y de todo lo que huela a incienso, para perderse en cualquier destino alejado de nazarenos, procesiones y calles infranqueables.

Sin embargo, todos y cada uno de nosotros -ya pertenezcamos a un bando o a otro- guardamos muchos recuerdos dulces de la niñez relacionados precisamente con la Semana Santa, y cuya principal protagonista es la música cofrade. El júbilo de una soleada tarde primaveral, con un paso palio meciendo sus bambalinas al compás, o la solemnidad de un Santo Entierro envuelto en la noche mientras una leve brisa agita la luz de los cirios; son imágenes que nos vienen siempre a la mente acompañadas del sonido inconfundible de una marcha de procesión. Y es que la labor vital que desempeñan anualmente las bandas y agrupaciones de música es incalculable. Ellos son los responsables de ponerle a esta semana grande su indistinguible banda sonora, que retumba también en nuestros recuerdos.

Manuel Alejandro González, director y fundador de la Orquesta Sinfónica de Triana, se embarcó en la ardua tarea de arreglar, adaptar y orquestar algunas de estas marchas para presentarlas en un formato sinfónico único. Un intenso trabajo que dio sus frutos en el concierto que pudimos presenciar el pasado domingo.

Esta orquesta, compuesta en su mayor parte por jóvenes del barrio de Triana, y provenientes de los conservatorios de la ciudad, han sido agrupados bajo la batuta de  Manuel Alejandro, “Quini”, en esta formación independiente que por ahora no cuenta con ningún tipo de apoyo por parte de las instituciones. Les une el amor a la música y el deseo de tocar juntos y seguir creciendo con constancia e ilusión. Muchos lo compaginan con un trabajo en otro ámbito, o con los estudios, a lo que hay que sumar los exhaustivos ensayos. Pero cada uno de ellos se entregó de lleno sobre el escenario del Teatro de los Padres Blancos ante un expectante público para ofrecernos una reinvención del género cofrade.

La presentación corrió a cargo de Carlos Yruela, capataz de la hermandad de la Redención. Las didácticas y amenas introducciones que nos dirigía antes de cada pieza -acompañadas de alguna que otra anécdota- fueron de ayuda a los mas profanos en la materia para situarse en el espacio y en el tiempo.

Comenzó el concierto, y sonaron los primeros compases de “Sevilla Cofradiera”, de Pedro Gámez Laserna, donde pudimos ser testigos desde el primer minuto de la formidable calidad que posee esta orquesta, y de la majestuosidad que adquieren estas conocidas marchas con su nuevo traje sinfónico. Brilló con luz propia la familia de los metales, que es a mi parecer uno de los puntos fuertes del sonido de la OST, con una definición y empaque sorprendentes. Algo que corroboramos con “Candelaria” del conocido autor Manuel Marvizón, donde destacó la delicadeza de la sección de vientos dibujando la melodía principal. Gracias a la suave presencia y calidez de los cellos, la orquesta se movía como un solo instrumento bien engrasado, y quedaba patente el impecable trabajo de orquestación y elección instrumental elegida para cada pasaje.

Mención aparte merece la percusión, cuya aportación fue de capital importancia para conservar el sabor característico del género. Labor que cumplieron con exactitud milimétrica con la caja, por ejemplo.

No tardaron en meterse al público en el bolsillo. Obras como “Soleá, Dame la Mano”, “La Madrugá” o “Amarguras”, son auténticos himnos de la Semana Santa, que lejos de perder su sonido inconfundible que todos recordamos, adquirieron una nueva dimensión de épica grandilocuencia y majestuosidad.

Uno de los momentos álgidos de la noche lo protagonizó “La Pasión”, composición original del propio director, y que contó con la espectacular colaboración de Joaquín Eligio (“Kini de Triana”) a la corneta, dejando a todos con los vellos de punta, y poniendo al respetable en pie. Una pieza audaz, dinámica y no carente de inventiva, que volvió a tocarse de nuevo en el bis que propició la sonora ovación al final del concierto.

Otra de las colaboraciones estrella fue la de Javier Hernández, de la Centuria Romana “Macarena”. Con intensidad y sobrada destreza, nos dejó atónitos haciendo cantar la corneta en “Como Tú Ninguna” del pianista David Hurtado, que subió a presentar él mismo su obra.

Un espectáculo memorable, que dejó a todos entusiasmados sin excepción, ya fueran capillitas o no. Estamos ansiosos por descubrir lo que esta joven orquesta nos tiene preparados para el futuro. Ya nos han adelantado que se atreven también con el flamenco o las bandas sonoras. Y estamos seguros que continuarán sorprendiéndonos contra viento y marea, ya que estos músicos, aparte de poseer una técnica profesional incuestionable, no se limitan a ejecutar las notas del pentagrama. Son capaces de transmitir; una cualidad crucial para empatizar con el público, al que consiguió convencer, emocionar y hasta conmover. Y esto es precisamente lo que distingue realmente a los grandes artistas del resto, cuando la música consigue obrar su magia para terminar anclándose de forma definitiva en nuestros recuerdos.

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