30 abril, 2024
¿Alguien duda de que acercar la historia a los adolescentes incomprendidos es una forma de acercar la cinta a ese mismo público?

El cine es tildado de séptimo arte, y como tal, tiene un ciclo de vida, una evolución. El cine que anegaba las carteleras en la década de los 90 era un cine tremendamente familiar, que buscaba abrir mercado a base de historias para toda la familia, alejadas de la acción tan gratuita y estridente del que caracterizó a la década anterior (aunque también ahí encontramos los inicios de ese gusto por el cine familiar). Cintas que forman parte de la infancia de toda una generación y que son vistas hoy como referentes de la fantasía, la aventura o la emoción infantil están fechadas en esa última década del milenio. El cine actual, sin embargo, peca de espectacularidad a base de efectos especiales innecesarios (y no hablamos necesariamente del maestro de la explosión gratuita Michael Bay) y de actores y actrices que llenan taquilla gracias a sus músculos y su belleza y no precisamente por su habilidad interpretativa (y tampoco nos referimos necesariamente a la musa de Bay, Megan Fox). Eso en cuanto a forma, porque en cuanto a contenido el cine actual está muerto en lo que a originalidad se refiere, y las taquillas se llenan de fritos y refritos de cintas exitosas de hace diez, quince y veinte años, como el caso que nos ocupa. Por tanto, intentar hacer taquilla a base de una cinta que fue concebida con otros ingredientes en otra época es siempre una mala idea, malísima.

Para muchos, Jumanji: bienvenidos a la jungla supone un soplo de aire fresco al menos en presentar el mágico juego de mesa que torturó al pobre Alan Parrish en forma de videojuego, buscando así conectar con un público más joven. Y también presenta el elemento de mostrar estereotipos adolescentes y señalar sus problemas de conducta y su solución. Es cierto, al César lo que es del César. Pero ¿alguien duda de la intencionalidad comercial de esto? ¿Alguien duda de que acercar la historia a los adolescentes incomprendidos es una forma de acercar la cinta a ese mismo público? Es un truco tan barato y fácil como efectivo en la historia de la televisión y el cine, y aunque puede ser, como es el caso, empleado de forma pedagógica, el contexto general de la cinta lo delata como un reclamo publicitario más. El arte supeditado al mercado.

Pero este no es el peor agravio que comete la cinta dirigida por Jake Kasdan y escrita por Chris McKenna, Erik Sommers, Scott Rosenberg y Jeff Pinkner. En primer lugar, su sentido del homenaje a la original Jumanji de 1995 se reduce a una frase escrita en una rama, y que se queda muy por detrás de la versión espacial Zathura de 2005 en la que podemos ver a una por entonces desconocida Kristen Stewart. Los papeles confusos y disonantes de Dwayne Johnson, Jack Black, Kevin Hart, Karen Gillan, Nick Jonas y Bobby Cannavale son inconsistentes y faltos de la implicación que la cinta necesita para hacerla creíble en este refrito de ‘’cambio de cuerpo’’. Un capítulo aparte merecen dos de las interpretaciones del elenco: Nick Jonas y Karen Gillan. El primero por ser otro ejemplo más de elemento mercantil para atraer a un público adolescente, en concreto femenino, a pesar de sus inexistentes dotes interpretativas. La segunda porque, a pesar de demostrar ella que sí posee dichas dotes, se sirven de su curvilínea figura femenina mostrada en una indumentaria totalmente inapropiada para la selva (de la que el propio guion se mofa pero perpetúa) para ser una sexualización de la mujer como reclamo publicitario. Sueño con el día en el que el cine no necesite cosificar a la mujer, sea atractiva o no, para narrar una historia.

A estas alturas, la cinta ya ha perdido todo el atractivo que a primera vista pudiera poseer, pero todavía nos depara desagradables sorpresas por sus penosos efectos especiales, que poco tienen que dar envidia a los de la cinta original del 95; por la escasa presencia de aventura en la selva profunda cargada de esa gran cantidad de animales y peligros que pudimos ver con Robin Williams y por la totalmente ausente presencia de ningún matiz de cinta familiar por pequeño que sea. En definitiva, se muestra como una cinta no solo elaborada con el único objetivo de hacer taquilla, sino de hacerla mal y pronto. No se percibe un trabajo elaborado de atención al detalle, de esmero en su producción ni de apuesta por exprimir una historia tan original y que tanto juego podría dar. Hay cosas que mejor que se las coma la selva y nunca salgan.

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