26 abril, 2024
El concierto de los Derby Motoreta’s Burrito Kachimba ante más de 1.500 espectadores puso el colofón a esta edición de POP CAAC.

Fotografías Antonio Andrés

Llegó la última noche de este POP CAAC 2021 a la pradera del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo con más de 1.500 almas sobre el verde para disfrutar del concierto de Puertohurraco y Derby Motoreta’s Burrito Kachimba. Tras más de un mes de música en directo en el monasterio de la Cartuja, el ciclo de conciertos echó el cierre hasta el año que viene con una de las noches más rockeras de esta edición.

Actuó primero el power trío Puertohurraco, que no pudieron aprovechar más sus cuarenta y cinco minutos de escenario. Con una importante legión de seguidores entre el público, presentaron varias de las canciones del que será su segundo disco. Irreverentes y enérgicos, los extremeños repartieron cera con su rock garajero crudo, gamberro y descarado. Toda esa garra combinada con melodías pop que cantan al desencanto y que ponen al servicio de la más actual crítica social. No faltaron además referencias a sus teloneados desde el principio. La camiseta de su bajista (Who the fuck is Dandy Piraña?), las notas de El salto del gitano y hasta la colaboración de dos motoretas. Primero, Machete Carrasco subía para acompañar desde las teclas una canción compuesta al alimón; y, después, el propio Dandy Piraña se sumaba para cerrar con una versión de Bronquio.

No está de más destacar, ya que esta es la última crónica de POP CAAC hasta 2022, el respeto y la dedicación al detalle con la que la organización ha trabajado también con las bandas encargadas de abrir cada noche los conciertos en el papel de teloneros. Con la misma minuciosidad que para el nombre en grande del cartel, el mismo espectáculo cuidado de luces y toda la calidad en el sonido. Chapó.

Y qué decir de lo que vino después. La confirmación de que los Derby Motoreta’s son la gran banda sevillana del momento. Un sexteto que inflama, una banda de otra galaxia. Girando su segundo disco, Hilo negro, están en su gran momento, sonando compactos, tronando con poderío y ofreciendo un directo imparable. Arrancaron sus casi dos horas al galope de The New Gizz y no pisarían el freno hasta bien avanzado el concierto, cuando la distorsión andalusí y el tempo desenfrenado de sus compases irregulares remitieron con la hondura de Somnium Igni. En su cante distorsionado acompañado únicamente de la guitarra es donde más explícita se hace la influencia de Triana en los Motoreta’s.

Cierto que han vuelto a dar vida al rock andaluz, pero quedarse únicamente en esa raigambre sería quedarse muy corto. Han ido un paso más allá. En todos esos riffs, densos y pegajosos, se destila el influjo de Black Sabbath o Led Zeppelin. La psicodelia se abre paso en los mil detalles barrocos de su rock progresivo. El sonido caño rato no les abandona ni cuando se inundan de orientalismos con guitarras que suenan a sitar electrificado. King Crimson y Lole y Manuel. Algo de todo eso junto es la kinkidelia que predican, un poderoso trance eléctrico que verdaderamente hechiza.

La voz de Miguelito García regada del carisma de los grandes, la cruzada de guitarras impecable de Bacca y Gringo, el peso del groove poderoso de Soni en bajo, el carácter que imprimen las teclas de Machete Carrasco  y el bombardeo rítmico de Papi Pachuli en batería. Es la simbiosis que da vida a este huracán que tendría su hueco en cualquier festival rockero internacional, en los sesenta o mañana mismo. Tras un primer amago de despedida, cerraron cantando al califa revisitando la Nana del caballo grande de Camarón y con el hipnótico Salto del gitano. No quedan dudas, DBMK es ya una de las grandes bandas nacionales del rock (y más allá).

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