19 marzo, 2024

Anoche se representó en el Teatro Central de Sevilla Mrs. Dalloway, una obra dirigida por Carme Portaceli a partir de la novela homónima de Virgina Woolf. La representación, protagonizada por Blanca Portillo, supone una modernización y un enriquecimiento del texto original.

Mrs. Dalloway es una novela de 1925  en la que Virginia Woolf muestra un día de la vida de Clarissa Dalloway durante los preparativos de una fiesta y su posterior celebración. Mediante la historia, Woolf habla de feminismo, remarcando la represión social, sexual y económica que sufren las mujeres; habla también de bisexualidad, de enfermedad, de suicidio, de vacío existencial. Cobra importancia el miedo no a la vejez, sino a lo perdido con la juventud: las expectativas, los sueños, la esperanza. Unos temas que no suena ajenos a la época actual, a pesar de los casi cien años pasados.

El clásico ha sido dramatizado por Michael de Cock, Ana Mª Ricart y Carme Portaceli. Esta última es, además, la directora de la versión, que es fiel al texto original a la par que lo enriquece con nuevas perspectivas. Carme Portaceli es una directora reconocida nacionalmente; es, además, directora artística del Teatro Español de Madrid.

Ahora soy la señora de Richard Dalloway; la señora ‘de’. Eso es todo.

Esta obra es contemplativa, poética y requiere de un espectador activo. El tiempo está dividido en el monólogo interior de Clarissa (Blanca Portillo); en los pensamientos de personajes que se responden sin estar juntos; y en el tiempo real que muestra la trama, basada en una pequeña peripecia: las 24 horas del día de la fiesta de Mrs. Dalloway. La versión traslada la novela al presente, modernizándola. En la novela, aparece un hombre que se suicida y que es sustituido por una mujer, Angélica (Gabriela Flores). Este personaje se identifica con Virginia Woolf: es escritora, siente un vacío existencial terrible y se despide de la vida con las mismas palabras que escribió Virginia en la carta de suicidio dirigida a su marido. Se busca coexistir con la creadora de la historia, a la vez que dar visibilidad a un tema aún muy controvertido y menospreciado: la depresión.

Es curioso que la enfermedad no esté entre los principales temas literarios, como el amor, los celos, la guerra

El texto dibuja a ocho personajes constantemente en escena y a un noveno personaje siempre presente, pero que nunca llega a la fiesta. Es Richard, el marido de Clarissa, quien, en la novela, aparece al final en un intento fallido de verbalizar sus sentimientos, un tema sí recurrente en la obra teatral. La ausencia de este personaje remarca, sin embargo, la invisibilidad de Clarissa bajo su sombra. Pese a que algunos de los personajes son un poco arquetipos, como el doctor (Jordi Collet) o Peter, un antiguo amante (Nelson Dante), destaca en todos la búsqueda de sentido. No abandonan el escenario durante toda la representación. Asimismo, no dejan de ser un único ser que actúa, a veces, al unísono; son, después de todo, parte de Clarissa.

Fotografía de rtve.es. 11/04/2019

El elenco de actores que les da vida es maravilloso, formado por profesionales que aprenden y reaprenden de sus personajes. Zaira Montes y Raquel Varela representan la juventud; Inma Cuevas la dulzura y la locura; Jimmy Castro y Gabriela Flores el amor que debe aprender a «dejar ir»; Nelson Dante y Jordi Collet la pasión por la vida y por un trabajo o unos valores concretos. Por último, Blanca Portillo representa el deseo por hacer feliz y por celebrar la vida. Es, al fin y al cabo, una historia de amor en sus distintas facetas. Todos transmiten la idea de sus personajes a la perfección, con una minuciosidad tal que el espectador los reconoce creíbles, tan reales que se llega a la identificación con ellos. Logran crear un movimiento escénico intuitivo e inteligente (diseñado por Ferrán Carvajal). Gracias a esto, la obra es dinámica y juega con los ritmos, incluyendo, por ejemplo, movimientos a cámara lenta.

Es un error pensar que en el matrimonio los dos tengan que sentir lo mismo

El diseño de escenografía (Anna Alcubierre) nos traslada mágicamente al interior de un amplio salón clásico: un suelo de parqué repleto de mesas a medio montar, un diván de estilo Chesterfield, sillas que ocupan y desocupan los personajes y  cortinas de hilo para separar sin perder profundidad. En el fondo, una proyección con motivos naturales y con referencias al paso del tiempo. También ocupan un espacio físico la música y la iluminación: una batería, un piano, dos guitarras, las grúas y los focos parecen mostrar un escenario de conciertos. Es en eso, precisamente, lo que encontramos en algunos momentos.

La música ha sido diseñada por Jordi Collet, quien representa al doctor: varios personajes se intercambian en el uso de los instrumentos, ofreciendo al espectador música en directo. Además, Raquel Varela, quien representa a Elisabeth, la hija de Clarissa, canta junto con la banda dos temas alegres que contrastan con el dramatismo de la historia. Cual grupo pop-rock, ofrecen un espectáculo lleno de vida y de talento. El diseño de vestuario (Antonio Belart) consigue guardar un equilibrio entre cierto clasicismo y elegancia con la época actual. La colorimetría general es nude y de colores pasteles, que se intensifican tras el cambio de vestuario de la fiesta, cuando todas las emociones están a flor de piel.

Nada dura eternamente y nada parece pasar suficientemente lento

Mrs. Dalloway es una obra potente y delicada, tan profunda superficial como somos cada uno de nosotros. Una recomendación merecidísima; una sensación que vale la pena ver.

 

Tras el espéctaculo

Fotografía por Carmen Castillo.

Tras la función, los actores ofrecieron un coloquio con el público, en el que pudieron compartir la experiencia. Blanca Portillo definió la historia como una obra con «poca acción exterior y mucho matiz interior», con unos personajes tan convencionales («¿y quién no lo es?», se pregunta Blanca) que nos sentimos reflejados en ellos, pero también incomodados. Inma Cuevas afirmó que estar «encima del escenario continuamente hace que no desconectes», algo que Nelson Dante perfiló: «te deja cargado de la escena anterior y que tengas en cada noche una energía distinta». Jimmy Castro reflexionó sobre la idea del dejar ir, aunque sea complejo «comprender a la persona que tienes delante lejos de la idea que te has hecho de ella».

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