19 marzo, 2024

Esperando a Godot, del célebre escritor irlandés Samuel Beckett, fue representada anoche en el teatro sevillano Lope de Vega. La obra, dirigida por Antonio Simón, nos trajo una magnífica dramatización del texto.

Esperando a Godot es un clásico del teatro del absurdo del siglo XX que regresa a Sevilla de la mano del director Antonio Simón. La representación es un despliegue colosal de recursos que consigue crear un universo propio en el que se sitúa la historia. El desolador paisaje se ilumina ante un elenco de actores que realizan un trabajo impecable: Pepe Viyuela (Estragón), Alberto Jiménez (Vladimir), Juan Díaz (Lucky), Fernando Albizu (Pozzo) y Jesús Lavi. Los personajes son dibujados a la perfección, teniendo una gran importancia la gesticulación, las posiciones y la modulación de las voces. Los actores logran el efecto deseado, sorteando un texto difícil gracias a una excelente expresividad natural y espontánea.

– Cuando se espera, nada ocurre.

El texto se revela de forma fluida, como un monólogo interno de cada personaje que, expresado en voz alta, sufre las constantes interrupciones de su emisor y de los demás personajes. Parece ser, después de todo, un simple juego de improvisación; más aún con la aparición esporádica de meta teatro. Pese a que el texto es, en ciertos momentos, bastante pesado, los actores lo resuelven con maestría, despertando aplausos y risas constantemente en el público. Además, la modernización del texto, con bromas y guiños actuales, ayuda a mantener la atención.

– Yo soy así: o me olvido en el momento o no me olvido nunca.

 

La escenografía (Paco Azorín) es espléndida: con el telón arriba mientras el teatro recibe a los espectadores, el escenario luce dos vías de tren atravesadas por un árbol raquítico. Un paisaje devastado rematado por un fondo negro que aporta profundidad a la vez que encierra la ficción entre los límites de la realidad. El sonido (Lucas Ariel Vallejos) es parte intrínseca de este decorado, limitándose a reflejar el ambiente y el paso del tiempo. La iluminación (Pedro Yagüe) es, igualmente, una pieza clave. Destaca por detalles como la presencia de luces muy artificiales como las LEDs (tanto en la circunferencia vacía que forma la luna como coronando el fondo negro). Esto es otro elemento que transmite asimismo la sensación de cabalgar entre ficción y realidad.

– ¿Qué habrá de verdad en todo esto?

Esperando a Godot es una obra que diluye el paso del tiempo; presenta ante el espectador un escenario de identidades difusas y realidades que no pueden ser separadas de las ficciones. La representación que propone Antonio Simón es una aportación especial a este clásico, al construir un espacio y un imaginario propio que dan vida a la trama. Una trama de la que no se puede salir, pues, al fin y al cabo, todos estamos esperando que algo nos salve de la espera. Hasta el domingo 8 de marzo en el Lope de Vega.

– Ahora mismo la humanidad somos nosotros, tanto si nos gusta como si no.

Todas las imágenes son de Pentación

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