26 abril, 2024
Duncan Dhu ha sido muchas cosas a lo largo de su dilatada historia y una de ellas es ese reflejo desgarrado y sincero del amor más puro, visceral y romántico, sin caer en lo empalagoso.

El Palacio de Congresos y Exposiciones ha sufrido muchos cambios en los últimos años. En este caso asistimos a su ampliación.

Para el que no haya estado nunca es mucho más grande que el original. Sobre su arquitectura y diseño mejor no opinamos ya que no somos quien para meternos en camisa de once varas.

Sin embargo, sí que podemos hablar del auditorio. Con una acústica exquisita como debe ser y con algo más de la mitad del aforo, unas 800-1000 personas, tiene una visión imponente.

21:20 Las luces se apagan y «Girl from the north country» de Bob Dylan suena mientras el nombre de Duncan Dhu se proyecta sobre las inmensas cortinas del escenario.

El concierto se abre con “Cuando llegue el fin«, tema elegido como sencillo para presentar en sociedad esta nueva reunión de Digo y Mikel. Acto seguido, «Nada» deja sonar la banda al completo, el sonido clásico de acordes sencillos y poesía urbana.

Los primeros temas se suceden sin mediar palabra. Aunque, para nada suenan fríos, si que se nota cierto hermetismo a la hora de empatizar con el personal que esta noche se encuentra aquí, que por otro lado ha venido con unas ganas tremendas, ya que les falta tiempo para aplaudir con entusiasmo cualquier inicio y final de los temas, cualquier cambio de registro.

Por fin sus primeras palabras.

“Muy buenas noches Sevilla aquí estamos de vuelta somos Duncan Dhu”… jeje como si no lo supiéramos

Hay que ser consecuentes. El hecho de que la afluencia de gente no haya estado a la altura de lo esperado le merma bastante intensidad al concierto, ya que en un espacio tan grande los sonidos se difuminan, se diluyen en el gran volumen de aire que se crea en la sala y roza a los presentes solo superficialmente, cuando esta música es para sentirla dentro, para respirarla por los poros de la piel cual ranita. Y eso que temas como «No dejaría (de quererte)» o «Siempre (Al Abandonarnos)» son un inicio delicioso para saciarnos de un trago y sin anestesia de los nuevos temas de esta banda.

Incluso en los momentos más íntimo, la piel está lejos de erizarse, y eso que por cuestiones de sonoridad ninguna pega. Profesionales con muchos kilómetros a la espalda velan porque cada detalle sea fino y cuidado.

Están desgranando su disco “1” poco a poco, con «Como dioses pequeños» de su disco Crepúsculo, «Rosas en agua» curiosamente el primer tema de los 80 de la noche y “A tientas” no dan tregua a  los presentes, e irremediablemente nos sumergen cada vez más en su particular y carismático sonido.

Lejos esta aquel concierto de mayor publico en la historia del pop español, fue justamente aquí, en Sevilla en la expo de 1992 (120.000 personas), pero claro después de 12 años separados y centrados mas en sus carreras en solitario que esperaríamos.

Sin embargo, lo clásico siempre triunfa en estas giras. Y “A tientas” no es una excepción levantando aplausos, gritos y algún que otro bailecillo de culo inquieto en las sillas del auditorio. Las palmas al unisonó por fin colman nuestros oídos. Hace falta una cosita así para terminar de meter a la gente en el concierto.

«Rozando la eternidad» se presenta con un único foco cenital blanco alumbrando a Mikel y creando una atmosfera personal e intimista. Dotando al tema de personalidad propia, del tipo de carisma que hacen los años bien cumplidos.

«Pienso en ti» arranca los primeros suspiros de mujer enamorada, de loca adolescencia llena de hormonas y sentimientos a flor de piel. De lágrima a punto de escaparse cuando Diego toma su armónica y habla con ella directamente a nuestro corazón.

Duncan Dhu ha sido muchas cosas a lo largo de su dilatada historia y una de ellas es ese reflejo desgarrado y sincero del amor más puro, visceral y romántico, sin caer en lo empalagoso.

«Lobos» deja caer el primer tema de Diego como vocalista en esta noche. Ronca, desgarrada y sucia nos evade del concierto al que asistíamos hasta ahora, pero en cierta manera mantiene una esencia crápula y trasnochada que le viene como anillo al dedo. Y que continúa con «Los días buenos«

«La Herida» devuelve a Mikel al micro y deja paso a «El duelo«, canción que da nombre a su nuevo trabajo. Canción autobiográfica donde las haya. Simplemente con la primera frase del tema te percatas que esto viene de dentro.

“No se hacia dónde vamos si esto es sólo un cara o cruz en un duelo con los años“

«Una calle de París” levanta sin remedio a la gente de sus asientos. Esta no podía faltar y los presentes se lo agradecen cantando de principio a fin el tema ante la mirada risueña de Mikel cómplice del momento, del espíritu que se respira, de nuestros recuerdos y nuestro pasado.

Que se perpetúa con «La casa azul» y nos lleva a pensar que esta sucesión de clásicos duncanduleros es capaz de levantar cuerpo y alma. Ahora estamos en otro concierto, mucho más personal y nostálgico.

«No puedo evitar (pensar en tí)» viene a confirmar lo dicho. Es sonar las primeras notas y ya volver loco al personal.

Y poco a poco se van sucediendo los temas en la noche, «No debes marchar«, «La última canción» o «Rosa Gris«, por cierto,  tema delicioso que para mí se pierde un poco en la voz de Diego y se vuelve clara y luminosa en la de Mikel.

«Entre salitre y sudor» y «Palabras sin nombre» dan el pie perfecto para que la gente deje sus asientos y se pongan a pie de escenario. En teoría la cosa se acaba con «En algún lugar” pero parece ser que no les va a dejar la gente porque el auditorio en pie pide a gritos y palmas que nos regalen un poco mas de sus sueños, que a fin de cuentas también son los nuestros.

«Llora guitarra» es el tema elegido para el regreso de este pequeño receso. Al micro Diego arranca las palmas al unísono de la palestra.

El repertorio después de más de 15 años creando himnos de una generación es inabarcable. Con «La barra de este hotel» nos damos cuenta que podrían estar aquí hasta mañana y aun seguiríamos vibrando con cada tema. Los sitios ya se han perdido completamente. Ya no hay nadie sentado, es imposible ni aunque quisieras. La barra del hotel nos llama a irnos con él tras el sonido complejo y exultante de las guitarras y los bailes de Mikel que recorre el escenario de cabo a rabo levantando pasiones en cada movimiento de caderas.

Se acerca al borde del escenario, ya era hora, se sube en los altavoces que están a dos metros de altura, tira la guitarra. Ritmo y desenfreno, alegría y pasión por la música. La gente disfruta y disfruta mucho. Hace rato que el concierto estaba bien calentito pero esto lo lleva a su punto más álgido.

Y como colofón «Cien gaviotas» y «Esos ojos negros» son simplemente una delicia. Ya lo habíamos notado durante todo el concierto pero es que la voz de Mikel, lejos de cambiar con los años, se ha mantenido con el mismo tono y personalmente creo que ha ganado en limpieza, profundidad y carácter. Y para muestra un botón, cuando escuchéis «Casablanca» en alguno de sus conciertos ya me diréis si no es así.

Llega el momento de las presentaciones: Fernando Macaya a la guitarra, teclados Mikel Azpiroz, batería Karlos Arancegui, guitarra eléctrica Joseba Irazoki, bajo y voz Diego Vasallo y, por supuesto Mikel.

y tras presentar, al fin, a la banda el último tema de esta mágica noche «Mundo de cristal«

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