26 abril, 2024
Patáx nos visitó el pasado 5N en el Teatro de Triana, y lo vivido allí sólo puede definirse con una palabra - MAGIA

Fotografías por Alejandro de Lárriva

Pasaban pocos minutos de las 12 de la noche, recién entrado aquel fatídico 26 de Junio, cuando todos los medios se hacían eco de la muerte de Michael Jackson.

No sé para vosotros, para mí fue una noche muy larga, pegado al televisor, sin dormir, con el corazón encogido y una lágrima constante en mi mejilla.

Apenas quedaban 18 días para el comienzo de lo que sería su última gira, como él mismo había anunciado. La expectación era tremenda y las entradas estaban agotadas meses antes. Fue una noche larga donde me pude ver todos los vídeos publicados hasta la fecha de sus canciones. Donde no pararon de sonar nuestros temas favoritos y algunos que curiosamente no habíamos escuchado nunca.

Esa sensación de sobrecogimiento, de sentirse pequeño ante la vida, de querer gritar ferozmente pero hacia adentro, sin que nos oyese nadie, me vino de golpe y sopetón el pasado sábado en un barrio tan hispalense como Triana.

Podría resultar inquietante que tal congoja me sobrevenga de improviso mientras nos movíamos inquietos en unos asientos rígidos y con solera de muchos años pasados. Pero todo se entiende mejor en cuanto aclaramos que los que estaban sobre el escenario eran, nada menos, que los chicos de Patáx, haciendo lo que mejor saben hacer, enamorarnos de la música.

Sin decir ni una sola palabra y acompañados en todo momento de la sombra imperceptible al ojo humano, pero palpable en nuestro pecho, nos acercábamos irremediablemente a la media noche de “Thriller”. Un vestido blanco y vaporoso congelaba nuestros ojos, parados pero inquietos, sentados y desconcertados por igual ante la avalancha de sonidos y recuerdos que se nos venían encima.

Una guitarra consagrada  nos engatusa y nos mete con calzador los acordes de sobra conocidos por todos de “Smooth Criminal”. Los metales inexistentes en este concierto los suple la voz sabia de Alana Sinkëy. La fusión de la raíz de este tema con el jazz, los efectos latinos en la percusión  y rumberos en los timbales no dejan títere con cabeza. Todo se vuelve confuso, alocado y desenfrenado cuando los tambores y las cajas chinas son tocados incluso con el codo por el gran Dani Morales. La platea estalla en aplausos cuando la voz de Alana vuelve a tomar el protagonismo.

Pero no sólo hay espacio para el chico de Indiana, también hay tiempo para temas propios, más cercanos a los escuchados en Cosmosoul, pero coqueteando con el pop rock más americano, aunque con tintes puramente instrumentales por momentos, marca de la casa.

Billie Jean” inunda de flamenco el auditorio, y aunque pueda resultar extraña la paradoja léxica, más de medio millón de personas saben de lo que hablo. María Patiño, que aparece para la ocasión, nos deja a todos con la boca abierta tras su tremendo taconeo. Una sonrisa en los ojos y un silbido en los labios estallan al unísono tras la interpretación. Esta noche la platea está disfrutando de lo lindo, y menos mal, porque después del tremendo fracaso que supuso su primera visita a Sevilla hace un año se ve que el grupo necesitaba resarcirse.

Los temas se suceden a caballo entre el funky más latino, el jazz más tradicional y heterodoxo y los recuerdos de aquel directo del 88 en Wembley con “Wanna Be Startin’ Somethin’”. La piel de gallina.

Pero no hay tiempo para recrearse en escalofríos porque el siguiente tema necesita una explicación previa, y miedo me da, con lo que llevamos ya escuchado. Según nos cuenta el propio Jorge Pérez (a los timbales y alma máter del grupo) sobre el arreglo original del tema “They Don’t Care About Us” ellos mutan hacia el funky tras unos compases, para luego cambiar a 6/8 y arremeter con unas bulerías (con María Patiño de nuevo al baile). Pero eso no es todo, el desenfreno viene a continuación con un rock canalla que se difumina en un ritmo extraño de presentación instrumental y termina con un final romántico a piano y bajo. ¿Te has enterado? Pues si lo ves lo entiendes en apenas unos segundos y reconoces sin problemas cada parte. Así que ya sabes…

Para bajar un poco las revoluciones ¿que tal un “Black & White” más abierto y dulce?. Según nos cuentan este arreglo surgió de una improvisación en el estudio y la verdad que Alana, haciendo gala de su deliciosa voz, consigue imprimirle personalidad propia a un tema ya de por si lleno de cuerpo y atmósfera. Entre bambalinas, canciones de cuna, bandas sonoras de Disney y besos de buenas noches nos dejamos llevar a los mundos que sólo Michael era capaz de crear. Pero, para que no nos quedemos con las ganas de escucharlo tal y como está en el disco, también nos regalan esa versión.

Con una breve despedida emotiva por pasitos se da por finalizado el grueso del concierto, y como el tiempo en esta clase de sitios está muy contado deciden no llegar a salirse del escenario y continuar con los bises.

Reconozco haberme llevado una pequeña decepción con los dos temas elegidos, ya que esperaba con ansias mi tema favorito de todos los tiempos “Man in the Mirror”, pero desgraciadamente finalmente no entró en el setlist de este concierto. Una pena.

Aun así los cortes elegidos para el fin de fiesta no defraudan en absoluto. Por un lado el sugerente “I just want to make love to you” con desenfreno final de percusiones incluido. Donde las baquetas vuelan, las manos se cruzan entre timbales y bombos, los ritmos latinos de guaguancó se mezclan en vaso de tubo, entre un corrillo que canta al ritmo de Dani Morales aquello de “¡que rico, que rico, que bueno, que bueno!”. Tremendo.

Y como traca final “Like a prayer” donde sólo es reconocible el hilo argumental, porque los arreglos hacen difícil vislumbrar un tema por todos sabido al dedillo, es algo casi mágico.

Los instrumentos se despiden entre aplausos, silbidos y risas espontáneas. Las más de 450 personas presentes esta noche corean los saludos de Daniel García al piano, Israel Sandoval a la guitarra, Carlos Sánchez al bajo, Valentín Iturat a la batería, Dani Morales a la percusión, Alana Sinkëy al micro y Jorge Pérez a los timbales. Y para que nos vayamos con el corazón encogido María Patiño nos dedica un último taconeo que en nuestra mente permanecerá hasta bien entrada la madrugada, cuando el sueño llegue raudo a intentar quitarnos de nuestras neuronas aquello de “I said you wanna be startin’ somethin’, You got to be startin’ somethin’”.

A la mañana siguiente nos daríamos cuenta de que no lo consiguió.

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