18 abril, 2024

Todas las noches de un día

Carmelo Gómez y Ana Torrent demuestran por qué el teatro está tan vivo en este mundo digital: ofrece un modo único de agarrar la realidad.
Todas las noches de un día

El amor, siempre el amor, o aquello que llamamos amor, y que está alrededor del amor y no lo es. Porque a veces elegimos amores imposibles, para así no tener que amar nunca en la vida. Un amor imposible es un oasis, que me aleja del reto de amar y ser amado y lo que eso conlleva: compromiso.

Necesidad de ser amado de un modo imposible de satisfacer, siempre queremos más amor del que recibimos, insatisfacción y frustración como modo de estar en el mundo, como dispositivo de control para no jugar al presente… y transformarlo.

El amor, lo que se pone en juego en juego, lo que se arriesga y nos llena de potencia, a pesar de la diferencia insalvable. Pero también amor como obsesión, amor llamamos al escondite, a la máscara, al miedo, y en el fondo de todo, el amor, sobre todas las cosas, el amor y todas sus consecuencias. Incluso llegar a la locura.

“Todas las noches de un día” te conecta con el amor, te conecta con las formas de amar, de fracasar, de huida, y también con el amparo, el cuidado, el lugar seguro, donde la ternura y la lealtad, siempre se mantienen vivas aunque sea en pequeñas plantas que se resisten a quedarse atrapadas en la tierra y siempre luchan por un día más.

Lo llamamos amor cuando queremos decir destrucción. Lo llamamos amor cuando lo queremos llamar miedo.

Carmelo Gómez es uno de los más grandes actores que tenemos actualmente en la escena de este país, y lo demuestra cada vez que se sube a las tablas.

Este fin de semana en el Lope de Vega volvió a dejarnos una interpretación colosal, y Ana Torrent no le fue a la zaga, y completó una actuación de las que se disfrutan por el gran trabajo de los actores, además de tener en sus manos un texto, bien urdido, sensible, armado para llegar con todo su arsenal sensible a un final impresionante.

Alberto Conejero nos regala un texto que hace que el espectador siempre tenga que estar activo, preguntándose cosas que no ve pero que intuye, imaginando pasados, futuros, conexiones de los personajes. Porque el texto es sutil, lanza llamaradas, pero hay varios fuegos, y poco a poco vamos  descubriéndolos. Es una demostración del teatro basado en la palabra de calidad, donde la palabra es acción e incomoda al público.

Mención especial al juego de luces que ayuda a crear la atmósfera adecuada, que a pesar de haber sólo dos actores en escena y un mismo espacio, consigue crear ambiente, atmósferas emocionales que ayudan al público a entender el mundo interior de los personajes, una verdadera gozada.

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