25 abril, 2024
Pablo Messiez logra que dudemos si el tiempo es real en su última obra.

Pablo Messiez es uno de las figuras más importantes de la escena contemporánea española, este argentino afincado en Madrid con “Todo el tiempo del mundo” logra introducir al público en un espacio difícilmente explicable, no trabaja desde el absurdo aunque por momentos pueda parecerlo, su cuestionamiento es el tiempo, ya que en base a ésta lógica se funda el pensamiento y el modo de estar en el mundo del ser humano en la historia.

“Si el pasado está hecho de relatos y el futuro está hecho de deseos, ¿en qué lugar entre las palabras y las cosas se encuentra nuestro presente?”

Porque, si el tiempo deja de ser la variable central, entramos en otro modo de ver el mundo, que como le ocurre a su personaje principal, el señor Flores, podemos rayar la locura, ya que no existe el  hoy, el ayer, el mañana, no hay un antes y un después, ni pasado, ni presente ni futuro, así Flores queda abocado a las preguntas propias del existencialismo ¿qué somos? ¿que hacemos en esta vida? ¿cual es nuestra función? y ¿a donde van los recuerdos que no recordamos? ¿cómo nos afectan? y en el monólogo final encuentra algunas de las claves para salir de esta desesperación, la piel, el cuerpo, no hay nada más profundo que la piel, la valentía está en detenernos para sentir y esa es la clave, porque si te detienes en frente del otro nace el amor, se ama con la piel, el presente es “lo real”.

“No te inventes aquello que no quieras que exista”

La obra se desarrolla en una zapatería en la que su dueño, el señor Flores, queda sustraído de la lógica del tiempo que deja de existir, van apareciendo una serie de personajes que conocen parte de su vida y que él no ha visto jamás, el cual deja de exisitir, menos para el propio señor Flores, que no consigue encajar lo que está ocurriendo. El señor Flores es interpretado de modo magistral por Iñigo Rodríguez que hace que está compleja lógica sea llevada con entera verosimilitud al espectador que comparte su desesperacion, sus cuestionamientos  e incluso su lucidez final. Además del acompañamiento de una gran María Morales que ofrece tierra y sentido común a la “locura” que está viviendo su jefe, el señor Flores.

“Si todo el mundo olvida algo, ¿es como si ese algo estuviera muerto, como si nunca hubiera existido?”

El tiempo es el modo en que Pablo Messiez ha encarado este brillante trabajo, y el amor es probablemente el descubrimiento en el desarrollo de su trabajo, no dudo de los éxitos que les deparará el futuro a esta obra, y no dejo de recomendar que vayáis a verla si tenéis la oportunidad. Aún así reconozco que no me encuentro hoy en el cuestionamiento existencial de las obra, pero confluyo totalmente en su brillante renacer. Queremos más Pablo Messiez en Sevilla.  

El Teatro Central está petándolo semana tras semana, perderse estas joyas es pecado mortal, no todas las ciudades tienen el privilegio de contar con una programación tan exquisita, potente y arriesgada, así que no dudéis, teatro, teatro y más teatro.

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