20 abril, 2024
Threejay Trío se tira a la carretera. Hoy les tenemos entre público sevillano para dar a conocer lo que han construido con esfuerzo, ganas y dedicación. En su primer año de vida, Threejay, avanza sin miedo en esto de hacer jazz.

Jazz Corner, 14/03/2015

Fotografías por Nuria Sánchez

La semana está yendo de jazz, pensaba al finalizar el primer pase. La frase servía para decir que la semana estaba siendo extrema e inagotable a partes iguales y que todos te entendieran. Extrema, de rápida. Inagotable, de buena. El pasado 14 de marzo contribuirían a ello Threejay Trio después de haber recorrido alrededor de 1000 kilómetros en su furgo particular. Joan Solana, Josep Colls y Joan Carles Marí no dudaron en salir de Cataluña para mostrar el jazz de su primer disco por tierras andaluzas. Como los buenos músicos que, de repente, se ven con cuatro bolos encima, se tiraban a la carretera en busca de un público por conocer. Sevilla les esperaba para recibirles.

La primera parada te llevaba hasta Jazz Corner, sitio que maravillaba a todo el que decidiera dejar los prejuicios a un lado para quedarse con la elegancia de los ceniceros que adornaban la terraza. Llegabas para encontrarte  un cartel en plena puerta con el trío dibujado y el precio señalado. A cambio de cinco euros, podrías disfrutar de dos pases de jazz en vena: el primero rondaba las 22:30 y el segundo lo haría sobre las 00:24, para ser exacta. El polígono Calonge quizás no fuera el sitio más apropiado para un local como Jazz Corner, al que entrabas y directamente te veías con el billete en la mano dirigiéndote hacia a saber tú qué lugar, pero sin duda era el sitio perfecto para que Threejay Trio se subiera al escenario y calentara motores en una prueba de sonido, que te sonaba a puro directo. Y allí estábamos, interrumpiendo en silencio lo que más tarde se correspondería en concierto. Porque si en algo te fijabas, era en la similitud entre la previa y la definitiva. Sin trampa ni cartón.

Luego, cómo estaban dispuestos los instrumentos en el escenario. Te recordaba a ese juego de papel en que tenías que ir del punto uno al dos, del dos al tres, del tres al cuatro, y así hasta el sesenta y siete…para lograr el dibujo que te salvaba la vida. Pues eso. Con el escenario pasaba lo mismo, sólo que el dibujo te era evidente tan sólo con entrar al local: los instrumentos formaban el triángulo que a continuación dotaría de vida Threejay con su jazz para salvarte esa vida de la que hablabas.

Lo que parecía terminar en una velada íntima, llenó. Pero llenó bien, como llena la calidad: sin agobios, sin ruidos, llenando de calma. Y ya con el Trío en el escenario, te dabas cuenta, mirando alrededor, de que éramos los justos para poder decir más tarde que habías disfrutado de una exclusividad. Cosa importante cuando es de jazz de lo que va la cosa. Reconoces que no mueve grandes masas y te sientes una privilegiada porque así sea. De momento, reparabas en el público.

La edad media del público estaba caracterizada por personalidades fuertes, parecía. Gente muy entera que sabía lo que quería escuchar con sólo el toque de mirada. Con Pop Song, una señora de pelo corto bastante risueña, no dudaba en seguir el ritmo desde su asiento a golpe de tacón. Bastó con este primer tema para que se arrancara en aplausos y luego, en la pausa, se acercara a los chicos para decirles lo bien que estaban haciendo música. Sí, ella entendía el jazz como algo placentero, se notaba. En eso coincidíamos todos. Con las primeras palabras de Joan Carles, se apreciaba cómo el agradecimiento que lanzaba en nombre del grupo era sincero. Y como dijo él mismo: el primer pase ha sido tranquilo, ahora llega lo bueno.

Así fue, un jazz movido volaba de una mesa a otra a una altura muy baja. Lo tenías flotando encima de ti y no te dejaba pensar en otra historia que no fuera la de ellos. La que abría el segundo pase se titulaba Rock Song, para no romper con la esencia. Todo lo que existía entre Pop y Rock era digno de ser vivido. Y si era posible, a ciegas. Hacías la prueba y corrías el riesgo de entrar en trance. Pero cuando no tenías los ojos cerrados y era Ser la que invadía el espacio, te acercabas a la compenetración de ese triángulo perfecto, donde todos sus ángulos eran tan esenciales como imprescindibles. Todos tenían su espacio y su tiempo en una ecuación donde la incógnita siempre presidía lo que estaba por venir. Control, sentimiento y ritmo. Tres componentes básicos. Una vez más, te encontrabas con músicos que se reían mientras tocaban; se miraban; se entendían… En definitiva, satisfacían conjuntamente con su jazz las ganas de todo el que atravesaba el umbral de Jazz Corner. El cierre de Threejay con Unarre AM hacía concluir una semana de jazz. La resaca te esperaría despierta en el sofá. Esa noche dormías como una niña.

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