16 abril, 2024

Sevilla - Sala Malandar

Sabíamos a lo que íbamos, pero jamás imaginamos como volveríamos

Fotografías por Le Petit Patte

Malandar, 24 de abril de 2016

Aquella tarde de domingo conjuró la melancolía de los lunes. Y todo, gracias a una previa que habría de dejar en entredicho cualquier acontecimiento posterior. Si alguno está pensando en Juano de All la Glory, se equivoca, pues las letras y las imágenes de esta crónica llegaron tarde a la Malandar en aquella jornada post-derby donde ganaron los de siempre, y que se convirtió, a pesar de los pronósticos, en una noche cargada de locura.

Porque The Posies volvían con nuevo trabajo tras casi seis años de sequía desde aquel Blood/Candy, con la formación más que tocada por las últimas pérdidas y estrenando un nuevo y cuestionable sonido, a medio camino entre la experimentación y la búsqueda de la identidad. Así que el público, engrosando los tres cuartos de sala y cargado de nostalgia, deseaba rememorar los años del mítico Frosting on the beater, considerado por muchos como el abc del powerpop. De modo que el ritual obligó a cumplir con el protocolo, y  la presentación de Solid States, en los inicios, fue prácticamente un calco de su tracklist.

Nada reseñable hasta que llegó “Dream all Day”, que sacó todo el lustre a las guitarras de Ken Stringfellow y Jon Auer  que, ayudados por el enérgico Frankie Siragusa, dejaron más que claro que toda colaboración en el escenario habría de sobrar, a tenor de lo escuchado en “Licenses to Hide” o en la interesante “The sounds of clouds”, con Stringfellow al teclado. De hecho, si no fuera porque los siguientes temas resultaron ser un punto de inflexión, el concierto hubiera pasado a la historia más por sus problemas en el sonido que por el acierto en su repertorio.

A partir de ahí, todo fue una vibrante demostración de clase. Amazing Disgrace apareció en forma de  “Throwaway” convirtiendo la Malandar en un garaje de Seattle e incitando a los presentes -servidor incluido- a meterse en los pogos donde podrías encontrarte a más de una cara conocida de la escena local. De los guiños a Michael Jackson o a los Bravos hablaremos otro día, ya que la cuota de presentación del último largo se completó a cuenta de “M Doll” casi por compromiso, para llegar a lo que de verdad importaba: el retrato analógico de una década, la de los noventa, que se presentó ante nuestro oídos con toda la nitidez que la fuerza de la adolescencia y los tres minutos finales de “Burn & Shine” podrían traer. Un preludio a los encores que nos dejaría con el sabor metálico de las cuerdas que, una a una, irían rompiéndose del mástil de la Epiphone de Auer.

Y tras la acordada farsa de los bises, la sensación de participar en el show fue literal, ya que Siragusa quedó solo en el escenario y sus dos frontmen, armados con sus guitarras, se confundieron con un público que no cesó de colaborar en cada acorde. “Everybody is a fucking liar” se desgañitó como el himno atemporal que es y la celebrada “Surrender” terminó por agotar la energía de un grupo de tipos que hubiera bailado toda la noche si los Posies así lo hubieran querido. Fue un domingo, pues, con sabor a viernes que nos devolvió, una vez en calle Torneo, a la cruda realidad de lo que somos: espectadores de lo que (pasa) suena en nuestras vidas.

 

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