28 marzo, 2024
El espectáculo que ha despertado a todos los públicos llegaba a su final en la Hispalense. Con una aceptación de categoría, la Sala Fundición ha colgado el 'lleno completo' durante tres días consecutivos.

Cinco aires acondicionados a todo volumen te avisaban de que allí ibas a pasar calor. Un lleno hasta arriba. Público en sus asientos, parejas de la mano, un par de desconocidos, altos decorados, técnicos comenzando su jornada laboral y ella al final del Teatro, lista, preparada, enérgica. Con gracia y agilidad entraba Roma de lo más sexy envuelta de lo necesario para captar tu atención. Lo que decía de lo que hacían sus manos no andaba muy lejos. Iban a una. Gesticulaba casi contoneándose. Un escándalo de mujer. Tenía a todos los cuellos vueltos hacia atrás. Embobados. A los maridos/as, también.

La Sala Fundición se había convertido de repente en una cueva golosa por cuarto día consecutivo. Era evidente que pronto las luces te sacarían de la duda, pero jugar seguía estando dentro de tus planes. Y se hizo la luz y Roma ligera, volátil y coqueta, saludaba a todo el que le gustaba. Una primera toma de contacto que no estuvo nada mal para lo cortaditos que estábamos. Quizás fuera el rojo de su pelo lo que te  cohibía. Era el típico rojo contagioso que habla por sí solo. Que te grita, te provoca y corriendo se va.

Pero espera,  que el grito de una fan te descolocaba. «Te sigo desde el 2006, eres magníficaaaaaa, guapaaaaaa, lindaaaaa», la actriz, que imaginabas acostumbrada a este tipo de cosas, dibujaba una sonrisa bien abierta y unos ojos como platos, y subía, subía para averiguar que la señorita que había puesto la voz en alto se llamaba Eli y que su última misión sería conseguir una foto con Roma. Promesa a un lado, la fiesta tenía que continuar.

Un halo extraño en la sala te avisaba de que la timidez no estaba reñida con el descaro. Y eso quería ella, un público valiente que demostrara que estaba allí sentado para algo más que para sentarse. Así que la participación se fue calentando, no sé si porque, cuando te querías dar cuenta, los aires volvían a estar apagados, pero se fue calentando. Funcionaba. La madrileña te incitaba y tú contestabas casi feroz. Sobre todo el chico que tenías delante. Se comportaba como los típicos aplausos sincronizados pero de verdad. El caso es que  te habías quitado el peso de encima. Estabas desconectando de todo y entrando en la vida de Roma Calderón a ciegas.

Como el amor. Actor protagonista de la comedia. El amor, las muy diferentes formas que existen de amar. Notabas que el amor, Roma, comenzaba a rodearte por la cintura, avisándote de que allí de lo que se iba a hablar era de experiencias amorosas y muy glamurosas, las suyas, y terminaba -que no voy a contarte nada más- confesándote que en su vida  también hubo un punto de inflexión que lo cambió todo. El matrimonio.

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