20 abril, 2024
La segunda jornada alternó más fiesta en la piscina con una programación ecléctica y original

Fotografías por Mr. Hipérbole para South Pop Isla Cristina

Recuerdo perfectamente que lo primero que oí al despertar (si es que llegué a dormir) fue el corte «2052» de Second, sonando a un volumen considerable desde el Auditorio. Extraña sensación de deja vu, que se vio incrementada al entrar en la piscina donde, desde primera hora, los niños eran los únicos moradores con capacidad para moverse en las aguas del Hotel Barceló.

Las tumbonas lucían uniformadas con toallas. Le Marchand de Sable DJ resucitaba con estilo a los más rezagados. Se avecinaba jaleo. Carrusel de cervezas tempraneras, más horas felices, cotilleos de la noche anterior y DJ Jesús Bombín propiciando una revuelta popular y mojada que casi deja la piscina vacía.

Y más nos valía disfrutar de los placeres mundanos que en el escenario asomaba Modelo de Respuesta Polar dispuesto a tocarnos la fibra. Al atardecer sonó «Toda la vida»,  que es el tiempo que nos habríamos quedado respirando la intensidad punzante de los valencianos. «Tan blanco» movió a Borja por el escenario al ritmo de la batería decidida y le siguieron «Miedo» y el apartado más movido de «Crece». La banda cerraba gira y el bolo rezumaba emociones concentradas que afloraron con «El Cariño» y «La guerra y las faltas». Pelitos de punta, abrazos entre ellos y de nuevo nostalgia de no saber cuándo los volveremos a ver.

Aún había gente que se extrañaba de que Ariadna no se moviera en todo el concierto. Resulta gratificante que Los Punsetes sigan despertando curiosidad y sorpresa, e incluso molestia, a una parte de la audiencia. A decir verdad, es todo un mérito que su filosofía se base en una frontwoman casi inanimada que consigue montar un fiestón mucho más que animado, prácticamente desde los primeros acordes. Así sucedió con «Nit de L’albà», que abrió la noche, y las que vinieron detrás: «155», «Tráfico de órganos de iglesia», «Museo de historia natural»

Las guitarras llevan con soltura el peso de unas letras recitadas e irreverentes, formando canciones que se suceden en cascada casi sin tiempo para respirar. Llegaron «Amanece más temprano», «Arsenal de excusas», «Opinión de mierda», «Dos Policías», «Maricas» y  esa joyita que son «Tus amigos». Con «Me gusta que me pegues» cerraron los madrileños una actuación compacta y solvente, tal y como ya nos tienen acostumbrados.

A todos los que esperaban a la Najwa Nimri portada de Interviú se les cayeron los palos del sombrajo cuando, a eso de las 22.30, la vimos encima del escenario. Look deportivo masculino, de color negro riguroso, y gorra de beisbol calada. «Se lo irá quitando» oí decir a algún iluso. Se equivocaba.

La polifacética artista fue la responsable del momento más electrónico del fin de semana. Envuelta por el humo y los juegos de láser, convirtió el Auditorio en una pista de baile propia de cualquier DJ. Con un tempo hipnótico y casi a oscuras desglosó y susurró su último trabajo en solitario, Rat Race, con cortes como «Pijama», «Timeless» o «Dumb, Rich, Poor». Además de conversar con el público y pedir tabaco, Najwa bailó y agitó a su antojo a un nutrido público conquistado ya de antemano.

Reventando bafles llegó Triangulo de Amor Bizarro. El tremendo trallazo el de los gallegos subió a los presentes a lo alto de la montaña rusa del ruido y los mantuvo allí arriba, al borde de la caída, hasta el final. El alma punk de su directo cambió el ambiente de after por el de una auténtica tormenta eléctrica en medio del parque. El incansable trabajo de Rafael Mallo a la batería compite con las guitarras infinitas de Rodrigo. Se trataba de un plato fuerte que le dio alas a un sábado noche que aún tenía mucho que ofrecer. «Ellos se burlaron de mi magia» o «De la mano de las almas oscuras» formaron parte del endiablado repertorio que nos dejó sordos y felices durante un buen rato.

El postre corrió a cargo del único nombre internacional de esta edición, Javiera Mena, y su personalísima puesta en escena. La chilena se presentó en Isla Cristina con su cuarto álbum bajo el brazo y escoltada por un peculiar cuerpo de baile que amenizó el show con coreografías y diversiones varias. Su presencia y el original espectáculo hacían casi imposible desviar la atención. Junto a las bailables pistas de Otra Era y, por si fuera poco. Javiera deslizó una versión de «Ritmo de la noche» y otra de «Yo no te pido la luna», que se conformó como el perfecto fin de fiesta. Otra, otra coreaban los festivaleros sedientos. Pero no, Andy estaba sobre el escenario medio a oscuras y eso sólo podía significar una cosa, el espectáculo había terminado.

No así el South Pop, que despidió a su público fiel con barbacoa y sesión de DJ en la piscina desde las 11 del domingo de resaca. Justo de ahí fue de donde nos costó tanto marcharnos cuando comenzó este relato de una experiencia más que satisfactoria. Allí es donde volveremos, sin duda y con ganas, el año que viene. Por cierto y para los más previsores, los abonos de 2016 ya están a la venta. Nos vemos en la piscina.

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