25 abril, 2024
Las noches de la Buhaira se vestía de gala el pasado 24 de Julio para recibir a una de las mejores voces del panorama nacional Silvia Pérez Cruz, con quizás uno de sus discos más preciosistas, intimistas y, casualmente, en exclusiva de versiones de muy distintas vertientes, estilos y autores.

24 de Julio. Sevilla

Fotografías: Esperanza Mar

Las noches de la Buhaira se vestía de gala el pasado 24 de Julio para recibir a una de las mejores voces del panorama nacional Silvia Pérez Cruz, con quizás uno de sus discos más preciosistas, intimistas y, casualmente, en exclusiva de versiones de muy distintas vertientes, estilos y autores.

Para aquellos que anden un poco despistados os pondremos en antecedentes. Silvia, debutó en solitario con 11 de novembre (Universal, 2012), un precioso disco compuesto a raíz de la muerte de su padre. Que ahora se publica en Francia tras más de 20000 copias vendidas en España. Lo lógico hubiera sido que ahora apareciera una continuación de ese disco, pero en vez de lo evidente Silvia se desmarca de nuevo utilizando el renombre que ha ido recolectando a lo largo de toda la geografía española como una de las mejores voces actuales para unirse a Raúl Fernández y crear algo mutuo.

Ese algo se ha traducido en unas recurrentes versiones a dúo. Pequeñas piezas llenas de intención, de amor por la música y cariño en las cuerdas de una guitarra. Quizás sea precisamente en esa simplicidad instrumental donde radica su éxito. Y es que es una delicia sentarse frente a ellos y saber que en cuestión de segundos te va a inundar todo un torrente de sentimientos hasta el punto de casi hacerte llorar.

Sin ápice de tristeza, sin resquicio para la pena o el desasosiego, todo en su directo se traduce al lenguaje universal de la belleza, del amor por la vida y la música que la acompaña durante este breve lapso de tiempo.

La suave brisa del parque amaina los deseos de los aproximadamente 500 asistentes al evento. El silencio se hace denso y el murmullo se apaga poco a poco a medida que Silvia y Raúl se posicionan sobre el escenario. De repente, y sin mediar palabra “Abril 74” de Lluis Llach, tema que también abre Granada, se desliza por el aire hasta nuestros oídos. Para poco a poco dejar paso entre cosquillas en la piel y suspiros en los labios a “Tonada de luna llena” de Simón Díaz pero más reconocible en la voz de Caetano Veloso.

Previo a “Aus Meinen Tränen Spriessen”, un tema que habla de las flores de mayo pero desde la soledad, nos confiesa que es la primera vez que toca en Sevilla. Otro motivo más para no habernos perdido este concierto. Eso y la deliciosa sensación de escuchar lo ecléctico en arrullos de vapor, lo versátil en lo bello de la palabra. No hay más que abrir las orejas y dejarse llevar por el tango electrónico de “Carabelas nada” de Fito Páez o la bossa de “Acabou Chorare” de Novos Baianos.

Llegados a este punto todos los presentes nos hayamos, sin apenas pensarlo, en medio de una historia de amor. Un cuento suave por momentos, apasionado, triste, idílico y cruel como la vida misma. Un amor que roza las estrellas con “Mercè” de María del Mar Bonet, un amor sosegado, sentido y deleitado con el mix de Albert PlaPapa, jo vull ser toteroLa sequía y La platja.

Pero todo cariño esconde una traición, y la más brutal de todas es la de la propia muerte. Un sentimiento que nos hiere hasta el corazón cuando “Compañero”, la elejía a Ramón Sijé inunda por completo el aire, lo intoxica de tristeza, de pena y lamento. Un grito silencioso de amor puro y sincero.

Escuchar esto y no alzarte en tu silla con lágrimas en los ojos para aplaudir sin descanso es prácticamente imposible. Había leído antes de venir hoy aquí que para ellos el silencio es muy importante. Que vivimos en una sociedad que no lo respeta y que ellos lo entienden como parte de sí mismos cuando están juntos. Nada más lejos de la realidad, porque si la voz de Silvia brilla, más altos son los brillos del propio silencio. Ese lapso de tiempo medido, acariciado y arrullado que deliciosamente se abre paso a través de los distintos temas para dejarnos sin respiración, y que en directo es mucho más tangible que en el disco. Claro ejemplo es “Corrandes d’Exili” o “Vestida de nit”.

Pero el momento álgido de la noche llega con su tema más emblemático, ese que tiene letra de Lorca y que ha sido interpretado por personajes como Enrique Morente o Leonard Cohen, “Pequeño Vals Vienés”. Si bien puede ser el tema que haga que te decidas a ir a uno de sus conciertos, quizás por esos dos altos magistralmente ejecutados por Silvia, no hay que desdeñar en lo más mínimo lo que Raúl es capaz de crear con su guitarra. Toda una atmósfera asfixiante, repleta de sonidos y saturada de sentimientos. Todo lo que os diga es poco, simplemente hay que verlo.

Hasta aquí la parte “oficial” del concierto, porque la platea no para de aplaudir en pie, de silbar y rogar un poco más de todo eso que estamos recibiendo hoy. Y no se hacen de rogar. Aun hay tiempo para “Casa Cuartel” de Kiko Veneno, tema que no pudo entrar en el disco y para “Gallo rojo, gallo negro”. Una canción que supuso para los luchadores antifranquistas un himno de combate comparable a La Internacional y al himno libertario A las barricadas.

En definitiva, tenue luz, silencio intercalado entre sentimientos, ojos cerrados y voz poderosa, sencillez en la complejidad de sonidos, brisa del pasado que conecta con nuestros días… una delicia.

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1 comentario en «Silvia Pérez Cruz y Raúl Fernández Miró en las Noches de la Buhaira»

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