29 marzo, 2024
Todos estábamos deseosos de contemplar y sentir de nuevo esa luz que brilla tan fuerte en la oscuridad...Y Silvia no se hizo esperar.

Luz en la oscuridad, olor a palomitas

y el eco de un te quiero, te requiero…

Fotografías por David Pérez Marín

Teatro Nuevo Apolo de Madrid

20 de Octubre 2014

Hojas secas caen a nuestro paso, agarradas instantes antes con uñas y dientes a ese último suspiro, como nosotros a esos ojos en los que no terminamos de sumergirnos o a ese hilo de luz que nos une y separa… El otoño se extiende y el frío se acerca a Madrid, pero hoy no es un lunes cualquiera, llegamos a la plaza de Tirso de Molina y todo parece detenerse. Entramos a un Teatro Nuevo Apolo (que no pisábamos desde la última visita de Mark Lanegan) que cuelga el cartel de «entradas agotadas» desde hace semanas. Entre los asistentes muchas caras conocidas y mucha expectación, y es que aún se tambalean los cimientos de la capital tras la última visita de Silvia Pérez Cruz & Raül Fernández Miró con su granada. Todos estábamos deseosos de contemplar y sentir de nuevo esa luz que brilla tan fuerte en la oscuridad…Y Silvia no se hizo esperar. Sonriente, con un vestido rojo a juego con sus labios y unos tacones verdes, que no tardaría en descalzarse, salió al escenario. Tras preguntar si estábamos comiendo palomitas («Huele a palomitas, ¿verdad?»), comenzó a dejar escapar estrellas fugaces por su boca: «Abril 74«, «Luna llena menguante», pasando por Schumann y superando una vez más a la mismísima Édith Piaf.

Es tras «Hymne A L’Amour» cuando Raül Fernández Miró, magistral e imprescindible en este viaje, protagoniza uno de los momento que marcan el concierto… Alguien del publico se dirige a él: «La guitarra está muy alta, bájala un poco». Silvia y Raül se miran y se ríen. Entonces se me viene a la cabeza aquella actuación del 65 en la que Dylan tocó la guitarra eléctrica por primera vez en el Festival de Folk de Newport y la masa enfurecida lo abucheó, hasta cuentan que tuvieron que sujetar a Pete Seeger para que no cortara con un hacha los cables… Sí, guardando las distancias, Raül ya puede decir que una noche electrificó el Nuevo Apolo y casi le gritan, como a Dylan, el famoso «Judas!» de ese otro concierto de Manchester. Y cuando él y Silvia intentan explicar amablemente, que ojalá pudieran hacer un concierto individual para cada asistente, otra persona del público dice: «¡Raül dale caña!» Y eso hace, suena la más bestial y majestuosa «Mercè» que posiblemente hayan interpretado hasta la fecha.

Nos dan un pequeño respiro y remueven de nuevo todo el patio de butacas con un «Carabelas Nada» que se funde entres luces y sombras, y nosotros en ella.

Y es que este granada es sin lugar a dudas una obra cumbre que ganará más y más con el tiempo. Raül nos cuenta que grabaron tres veces todo el material que tenían, pero no fue hasta que un amigo les regaló el disco «Despegando«, de Enrique Morente y Pepe Habichuela, cuando la energía de esa música les contagió y por fin pudieron terminar el proceso creativo. Silvia cambia su silla por una caja flamenca, y les dan las gracias a los dos maestros tocando dos de sus canciones seguidas, el «Compañero«, la Elegía a Ramón Sijé que escribió Miguel Hernández, y «Que me van aniquilando«. El éxtasis invade cada rincón del Teatro.

Tener la oportunidad de presenciar en directo como interpretan estos dos temas es algo impagable y una de las mayores suertes que se puede tener musicalmente hablando. «Compañero, te requiero, te requiero, te requiero…» Se le eriza la tela hasta a la alfombra del teatro. Todo el público en pie, extenuado y emocionado, para darles una de las ovaciones más grandes y sinceras que he presenciado nunca.

Intentamos recomponernos con un tema de Violeta Parra, «Puerto Montt está temblando«, como nosotros aún, en el que Raül toca el banjo y Silvia el tamboríl.

Le siguen los tres temas de Albert Pla reunidos en «Albert«, divertida y mágica. Y volvemos a contener la respiración en » Corrandes d’Exili«, para luego flotar con la preciosa habanera «Vestida de nit«. Alcanzamos la cima, Morente en vena, y Silvia nos cala hasta los huesos con un «Vals vienes» lorquiano que hiere para siempre.

Tras un pequeño y necesario descanso, relajan el ambiente con una divertida versión mezclada del «Rehab» de Amy Winehouse, que todo el mundo corea, y el «Single Ladies» de Beyoncé.

Llega el final y alguien pide «Alfonsina y el mar«, Silvia contesta que esa no está dentro del repertorio que hace con Raül, pero cuando comienzan a rematarnos con «Gallo rojo, gallo negro«, en la oscuridad de nuevo la luz: «…una voz antigua de viento y de sal, te requiebra el alma y la está llevando…Y te vas hacia allá, como en sueños, dormida, Alfonsina, vestida de mar«. Te acabas de ir y ya esperamos que vuelvas. En Madrid siempre habrá cuatro espejos para que jueguen tu boca y los ecos.

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