19 abril, 2024
La calle fue testigo de que la apuesta de RIVERBOY tiene seguidores y que la estela que la banda describe en su canción de “Lightning Horse” atrae, cuál flautista de Hamelin.

Fotografías de Sergio Madriles

La entrada de marzo en Sevilla vino cargada de música y luz. La calle fue testigo de que la apuesta de RIVERBOY tiene seguidores y que la estela que la banda describe en su canción de “Lightning Horse” atrae, cuál flautista de Hamelin.

La noche del 8 de marzo, un gran ciempiés esperaba en la entrada de la Sala X para no perder detalle, enseguida la sala se colmó y el murmullo llenó las paredes, los ojos expectantes dirigían la mirada al escenario y todo comenzó: suena a fiesta y folclore. La escena recuerda a una verbena al sur de estados unidos, donde no falta la cerveza ni los farolillos de color, el rock sureño invade la sala. La primera en sonar “A Riddle in a Pocket”, el sonido hipnótico invita a moverse al son del enigma del que nos hablan, la tierra nos regala vida. Termina la presentación del concierto y la oscuridad invade el escenario, sonidos de tormentas y redobles de tambor, ponen la emoción y anuncia que esto ya ha comenzado.

Un color verde inunda el escenario, suena “Dragonfly´s Yard Damend”, resuena el bajo destacando y coloreando el ambiente como aleteos en un jardín, el juego de luces junto a la compenetración de los instrumentos, hace que la escena brille con luz propia. Los temas siguen fluyendo cual rio descendiendo por su ladera, donde la guitarra eléctrica va cogiendo fuerza y la banda nos muestra con cada tema un universo de seres, escenas y atmósferas curiosas en las que dejar volar nuestra imaginación. El concierto avanza y la guitarra eléctrica coge fuerza y se exalta junto al teclado siguiendo la estela del caballo relámpago, todos nos sumamos a ella.

Esta noche Riverboy dejo sitio para lo íntimo y durante varios temas, despacio, el ritmo cayó y la banda se desvanecía en susurros que lentamente pasaban para cambiar unos minutos más tarde al rever y la psicodelia que finalmente tomaron el control: suena a derroche, a goce y a sudor, la lucha apasionada entre los instrumentos desbocados hace invisible a los cuerpos que los sujetan.  Uno a uno abandonan la escena, la última tensión la mantiene el teclado, que finalmente también abandona el espacio, quedando solos los instrumentos bajo una luz azul intensa que mantiene y resiste el silencio unos segundos. La sala inmóvil no deja de mirar, parece que todo ha terminado.

La luz azul que todavía mantiene la tensión devuelve a Charlye Riverboy al escenario, para contar algo casi al oído junto al teclado que suena a eco y desgarro, a desierto y profundidad. El concierto ya está en su recta final, Riverboy retoma la psicodelia, el Slide hace su aparición llorosa y la fiesta con la que comenzaron, vuelve a resurgir para terminar con las palabras de  Charly Riverboy “Soy un hombre feliz, tengo una gran banda” que sin duda quedó demostrado.

El viernes 8 de marzo, los cambios de color inundaron la Sala X, la influencia y los diferentes estilos se pudieron apreciar: blues, rock, Bob Dylan, Beatles mezclados con un toque sureño hacen que esta banda tenga un estilo difícil de definir. La fiesta terminó y Sleepy James, Alejandro García, Tera Bada, José Vaquerizo y Charly Riverboy nos mostraron su particular visión revelándonos que la vida es así de simple y de compleja a la vez, que es un viaje incierto, un camino en el que tomas decisiones y estas son las que marcaran tu destino y lo importante es disfrutar ese camino elegido y esos instantes. La banda se despide, Riverboy nos invita a ver el paso del tiempo con un grito a la positividad y a la evolución sostenible, el tiempo es algo relativo y ¿por qué no saborearlos con un caramelo de menta?

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