20 abril, 2024
Segunda noche entre lamparitas de mesa y miradas absortas. Segunda noche en su paso por Sevilla.

La Sala 16/10/2015

Fotografía por Esperanza Mar

Habíamos leído las maravillas que contaban los asistentes del día anterior en las redes sociales y estábamos deseando vivirlas en primera persona.

En la entrevista previa a estos conciertos, el señor Pedro Guerra nos había adelantado que en Marzo del 2016 publicará dos discos de canciones completamente inéditas. Por un lado Arde Estocolmo, con canciones propias, y por otro, 14 de ciento volando de 14, donde tiene el cometido de ponerle música a 14 sonetos de Joaquín Sabina junto a otros artistas.

Estas noches son especiales por muchos motivos. El primero sin duda poder ver a uno de los artistas más consagrados del panorama musical español en petit comité. Apenas más de 100 personas, que con cierto nerviosismo evidente y con sentimientos a flor de piel esperaban ansiosos que Pedro bajase las escaleras hacia el pequeño escenario de La Sala.

El segundo motivo por el que no nos podíamos perder este concierto por nada del mundo, era ver en primicia algunos de esos temas que saldrán en Marzo. Con el valor añadido de ser temas terminados pero sin pulir. A ojos de buen observador este es un regalo que se prodiga poco. Una canción no está acabada cuando se termina de grabar la última nota, ni mucho menos. A partir de ahí es cuando empieza la verdadera vida del tema. Y en esta vida, como en cualquier otra se cambia, se adapta a lo que le rodea, se transforma y transfigura para terminar siendo algo quizás muy distinto a lo que era inicialmente. La esencia sigue estando ahí pero el camino se nota, las experiencias vividas se entremeten por las notas, por las pausas, por los suspiros y por la piel.

Ver esa evolución es un privilegio al que pocas veces podemos asistir.

En esa estaba nuestra mente cuando se oyeron los primeros aplausos, y un “nervioso” Pedro Guerra bajaba poco a poco las escaleras. Sin apenas mediar palabra nos regaló uno de los sonetos de Joaquín Sabina. Nadie se sabía el tema y el sentimiento fue agridulce a la vez que expectante. Era una sensación parecida a cuando escuchas un bonus track en un disco que te sabes de memoria. No debería estar ahí pero te encanta el descubrimiento.

A sabiendas y con plena intención tras terminar este primer soneto las primeras palabras de la noche. No serán las únicas ya que estos conciertos también son perfectos para acercarse de una manera más directa y humana a tus seguidores. Es el momento de conocer a la persona y no tanto al artista. Descubrimos con cierta sonrisa en los labios que raja por los codos, que le encanta contar batallitas y que su humor refinado es recurrente y sutil.

Durante toda la noche nos va regalando comentarios sobre sus propias inspiraciones, sus deseos, miedos y aventuras. Una deliciosa manera de acercarse a cada uno de sus temas desde una perspectiva completamente distinta, la del propio artista.

Así nos cuenta de donde partió la idea de “Arde Estocolmo”, mucho más prosaica de lo que nos hubiéramos imaginado. Simplemente era el titular de un periódico. Pero la sorprendente combinación de ambas palabras le hizo reflexionar sobre su simbología en este mundo globalizado en el que vivimos.

Consciente de que no se puede extender mucho en sus temas nuevos, bien porque debe guardarse algo para Marzo o bien porque sabe que en este formato la gente espera cantar junto a su artista favorito algunos temas de su extensa discografía, a continuación nos regala “Ofrenda”, “El Viaje”, uno de los pocos temas nuevos del recopilatorio 30 años, ”Y susurrando como en los cuentos…”, “Huesos”, pequeña contribución a la memoria histórica de este país, “Daniela” y “Pasa”, dedicado a Libertad 8 de Madrid, ahí es nada.

Cada tema ofrece una alegoría perfecta de recuerdos que se agolpan en nuestra memoria. Un sinfín de sentimientos, de piel erizada y de tarareos entre dientes. A lo largo de toda la sala se ven ojos cerrados, miradas perplejas con leves sonrisas adornando las caras, manos entrelazadas y susurros de cariño. La Sala está rendida a la guitarra y los aspavientos de este canario que un día llegó a Madrid con la clara intención de marcarnos nuestras vidas para siempre.

En uno de los recesos entre canción y canción Pedro Guerra nos cuenta la historia de un soneto versionado por Miguel Poveda en su maravilloso disco, que inicialmente fue musicalizado por él mismo. Este soneto vendrá también incluido en el próximo disco de sonetos de Sabina “Donde pongo la vida pongo el fuego”, junto con “Sirva de precedente”. A ellos se unirá el poema antibélico del francés Rimbó “El durmiente del valle”.

La atmósfera se vuelve densa a cada minuto que pasa. Se saborea la tranquilidad que emana la guitarra de Pedro, se escuchan sutilmente los corazones de los presentes en los breves silencios entre las notas, se notan las pieles erizadas al escuchar las primeras notas de “Debajo del puente” o “Dragones verdes”.

Llegamos a un momento en el que no sabemos si esperamos con más ansias los temas nuevos o los ya reconocidos. Lo que sí que está claro es que “La risa” siempre será bienvenida tanto si proviene del recuerdo como si sale espontánea en el instante. Apenas tres estrofas para ponernos a todos la sonrisa en los labios.

Para la recta final nos reserva “Raíz”, “La perla”, tema inspirado en la novela de Johane Steiner, “Contra el poder” y “Contamíname”. Pero como el camerino está “relativamente” lejos del escenario el concierto prosigue a los pocos segundos.

El primer bis se compone de dos temas a cada cual más preciosista. Por un lado “Mar de Marmara”, canción dedicada a María, su compañera, su guía, su mar, que vendrá incluida en Arde Estocolmo. Y por otro, la no menos deliciosa “Deseo”, sentida y deleitada por todos los presentes.

Pero ni mucho menos íbamos a dejar que Pedro se marchara sin cantar una de sus canciones más reconocidas “El marido de la peluquera”, que vino acompañada por un poema de Gerardo Diego “Insomnio”.

La noche olía a despedida y con las notas inspiradas en un poema de Ángel González “Instante” dábamos por terminada la velada.

Todos en pie aplaudiendo al maestro. Caras risueñas agradecen con su calor las casi dos horas regaladas, los recuerdos atesorados, la imaginación devuelta, la alegría reencontrada y el cariño palpado. Otra noche en La Sala que quedará grabada en el fino hilo de nuestra existencia. Vamos saliendo poco a poco, la noche nos recibe sin frío, el camino a casa será a pie, mejor así, porque los sentimientos y melodías se agolpan en nuestra mente y habrá que guardarlos con celo para que no se escapen.

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