19 abril, 2024
“Pájaro y su espectacular banda hacen arder con su rock sevillano el CAAC. La gloria de ser profeta en tu tierra.”

Fotografías Antonio Andrés

Forastero ya había puesto la pólvora. Pólvora de calidad. Hipnótico swing, punk y rock que encendió la mecha en la noche del jueves, conquistando con las canciones del que será su primer disco, con alto voltaje rítmico y dosis de psicodelia. El cálido mundo cartujo de la otra orilla del río se preparaba para una entrega más del POP CAAC, con un cartel que presentaba a la vibrante banda Forastero como bienvenida, a Pájaro y los Saxos del Averno como principal baza, y para cerrar la fiesta en la madrugada, la actuación de las Janes.

Con sus dos gloriosos discos (Santa Leone y He matado al Ángel, que serán históricos) bajo el brazo, y con la experiencia a cuestas de toda una vida de guitarrista con genios como Silvio, Kiko Veneno o Raimundo Amador; Pájaro es, desde hace años, el hombre que se sitúa al frente del escenario, Fender en mano y mucho rock en el pecho.

Escoltado por una banda animal, engrasada a la perfección. Una bestia de 5 cabezas, con Paco Lamato y Raúl Fernández haciendo rugir brillantes las guitarras;  Ángel Sánchez Suárez, auténtica épica en la trompeta; Pepe Frías, magia en la yema de los dedos, en el bajo, sosteniendo el timón armónico del barco, y Roque Torralva marcando las constantes vitales desde la batería; ayer, con la suma especial de los Saxos del Averno, sutiles y salvajes al mismo tiempo.

Se abrió fácil la brecha con el tronar del primer acorde de las guitarras y el forajido silbido Morricone de Pájaro, que dedicaba el concierto al mismísimo don Miguel de Cervantes. Entre la solemnidad y la alegría, desfilaban los temas de Pájaro, con sus intensos crescendo, dulcemente apocalípticos; el rock de palo y la épica fronteriza.   Un auténtico concierto de rock, con coraje y valor, no por ello menos elegante y preciso, con tres guitarras eléctricas sobre el escenario, impecablemente organizadas en las texturas, magistrales cada una de las tres, a manos de la conducción de sus virtuosos mosqueteros. Y con espacio para el swing o para adaptar el bolero del italiano Fred Buscaglione, “Guarda Che Luna”.

Pájaro nos puso a bailar con la “Danza del Fuego” y dejó el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo en llamas. Terriblemente hechizante el espíritu de una banda espectacular, unidad consagrada a la electricidad, perfectamente distribuida, que se brinda en escena como auténticos leones (héroes, sería más propio decir).

Mientras, afuera del concierto, el mundo seguía agravando sus problemas con su rumbo tóxico y marchito, Pájaro, con su rock, nos sacaba las alas y nos echaba a volar. Hace falta mucho rock, todavía, demasiados hombres grises en la corteza.

Pájaro, la gloria debe ser la vida misma: estar ahí arriba del escenario, expuesto en el alambre, y ver a tu público romperse las manos aplaudiéndote, Sevilla ponerse de pie. Profeta en tu tierra.

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