28 marzo, 2024
La reunión de estos dos pistoleros del rock en la Sala X anticipa la punta del iceberg del nuevo proyecto conjunto de esta delantera mítica de la canción

Fotografías Antonio Andrés

Habituales de las chupas de cuero, gafas de sol, zapatos de rock. Y sobre todo, de la línea blanca de la carretera vista desde el otro lado de la luna de la furgoneta. Dos llaneros solitarios tenían su mesa reservada en la Sala X. Dos rockeros que unen fuerzas para salir a la carretera a dar toda la guerra posible. Esa fue la principal premisa de este proyecto conjunto. Quemar rueda. Tocar, tocar y tocar.

Lichis y Rubén Pozo forman sociedad desde hace meses en Mesa para dos, el proyecto conjunto de este par de cancionistas desbordantes de oficio en el que la complicidad y la admiración mutua es básica. Tanto es el respeto entre ambos que no hay luchas de egos en el setlist: fifty – fifty de composiciones de cada uno.

En la Sala X apostaron todo por sus repertorios de corte más americano, más folk, más rock (herencia de Johnny Cash, de Roy Orbison, de J.J Cale) y más reciente. Por los temas de cada uno en solitario. Fuera revivals. A pesar de provenir ambos de grupos de éxito masivo (La Cabra Mecánica y Pereza), sólo hubo una concesión a la nostalgia en la lista de temas con la repesca de Carne de canción, revisitada para la despedida.

Se sucedieron con dinamismo las canciones aliñadas con el peculiar humor de Lichis y con el simpático interludio recurrente del cántico rolinga, al más puro estilo cancha de fútbol argentina, del Miss You de los Rolling Stones por parte del público. Mientras, por las manos de Lichis y Rubén pasaban guitarras acústicas, eléctricas, bajo y hasta una mandolina. En todo momento ambos en el escenario, acompañando la canción del otro con su instrumento y coros. Antes, el artista local Gonzalo de Cos había ejercido de telonero presentando alguna de sus canciones en acústico.

Abrían fuego con el más puro rock and roll de Habrá que vivir y Teloneros de lujo. Sonó como un cañón la voz de lija de Lichis en ese blues animal que es Tic Raros. Chavalita ponía ternura a la noche, a la contra del ajuste de cuentas de Bicha. El costumbrismo callejero de Chatarrero; la trotona Llámame brisa, firmada en Rota a seis manos entre Pozo, Joaquín Sabina y Benjamín Prado; la descorazonadora No soy París; la celebrada por los presentes Chica de la curva; la infalible Salir a asustar, la crítica Cazador de Mariposas; Guitarra española, el homenaje al instrumento con el que todos empezaron; y T- Rex, con la que estallaba la fiesta, fueron algunas de las canciones que sonaron.

Además se dieron el lujo de regalar al público sevillano (que bien merecía esta dupla que hubiera sido algo más numeroso) varios temas inéditos escritos al alimón: Mesa para dos, el himno que da título a esta unión y que supone toda una declaración de intenciones de lo que implica la música para estos dos artistas; la más country Abracadabras y, la puesta de largo de un simpático reggae con nombre de submarino, el Batiscafo verde.

En estos tiempos inciertos y cambiantes, la reunión de estos dos pistoleros es toda una efeméride a celebrar. Rubén Pozo, el último eslabón del rock urbano, mantiene esa vena de calle, esa impronta eléctrica y esa sencillez torrencial  que inunda sus canciones, cada vez más genuino. Lichis es, desde hace años, uno de los mejores letristas de este país. El giro en su camino en solitario nos trajo un mejor relator, maduro, crítico, críptico, sensible, con mil recursos. Tras las luces, el ruido y las nueces, siguen en la brecha en un momento disfrutón de sus carreras, de gustarse. De pura honestidad, de rehuir del glamour y las poses del rock y mantener el espíritu joven y encendido volcándolo todo en las canciones. Porque eso es lo único que les importa. Canciones, sólo las canciones.

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