29 marzo, 2024
Es 9 de octubre y la gira de El vuelo de los cuchillos llega a su fin. Juanito Makandé se despide en Sevilla con más de tres horas de concierto

Fotografías por Marina Benítez

Este fin de semana Sevilla se preparaba para despedir El Vuelo de los Cuchillos de un Juanito Makandé dispuesto a “derramar las tripas en el escenario” en los últimos conciertos de la gira, y en una ciudad que siempre le ha hecho sentirse en casa. Después del sold out con el que consiguió llenar el Auditorio Rocío Jurado el sábado y de tener que abrir nueva fecha, el domingo llegaba con las expectativas bien altas.

A pesar del frío viento que ya se comienza a levantar en Sevilla, el ambiente se caldeó enseguida con los grandes teloneros que salieron a quemar el escenario desde la primera canción. Los Calambres exclamaron nada más empezar “qué de gente, compare”, frase que repetiría Juanito más de una vez a lo largo de la noche, y nos sorprendieron con la colaboración del Canijo de Jerez y haciendo saltar al público con una versión muy gitana de “The show must go on” (sí, estamos hablando de la famosa canción de Queen). Luego salió al escenario Marío Díaz, ayudando con su tono más tranquilo a que la noche adquiriera la atmósfera ideal para recibir al que llaman el Makandé.

¡Y vaya cómo le recibió Sevilla! El concierto fue en todo momento tan cercano, que el aire que se respiraba era de barbacoa familiar, como quien está con los amigos cantando en una caseta de la siempre esperada Feria de Abril. Juanito comenzó con una canción de introducción sobre su gira, y entre el público se alzó a hombros una persona disfrazada de flamenco, al que el Auditorio entero coreó varias veces al grito de “hombre-flamenco”.

Todo el mundo, tanto en la pista como en el escenario, bailó al son de canciones como “Pistolas y cuchillos”, basada en la homónima canción de Camarón; “Cantar desnudos”; “Cristales”; “Hakuna Matata”; “Cuhillos por el aire”; “Arañando el aire”; “Ya no soy un crío”… y no faltaron, tal y como había prometido, aún más colaboraciones que el sábado: Ander, del grupo Green Valley; La Mari de Chambao; Antonio Heredia en una sentida “Pena Negra”; Pablo, cantante de Los Calambres; y Andrea Lutz, de O’funk’illo, que le acompañó en una de las primeras canciones de Juanito, “Ke me lo kieren kitar”, de su primer disco Sueña, de 2005. El público se entregó al ritmo y no hubo alma que no levantase la mano cornuta hacia un cielo lleno de luces.

Y es que, sin duda, las luces formaron parte importante del espectáculo, siguiendo en cadencia y velocidad a la música, y usando colores que cambiaban el tono del ambiente según la canción: naranjas y azules, rosas y celestes, violetas y amarillos. Todo a manos de Jesús Contreras, como se encargó de recordar Juanito.

Buscando crear un cielo de estrellas, todo el mundo alzó móviles y mecheros por encima de nuestras cabezas mientras cantábamos “Kamikaze”, que vino acompañada de una reflexión sobre los haters, como les llamó Makandé: “hay que follar más y odiar menos”. No fue la única canción en la que la voz del público silenciaba la de Juanito, y en “Niña Voladora” todos estallamos entre sus letras.

Más tarde también contó con la colaboración de Muchachito, de Capitán Cobarde y de Tomasito. Sin embargo, el invitado más esperado de la noche fue El Canijo de Jerez, a quien presentó contando la historia del comienzo de su gran amistad y cuyo nombre coreó al unísono todo el público para darle la bienvenida al escenario. Tocaron “Churrete y Ringo”, coronados por dos flamencos rosas en sendos lados del decorado.

También hubo tiempo para los recuerdos, con canciones de sus inicios como “Eres para mí” (con Mario Díaz), “Sueña” y “Dónde está el camino”, en las que no pudo evitar rememorar cómo hace ya diez años dio un concierto en ese mismo Auditorio y sólo acudieron 120 personas. También recordó a Miguel Benítez, en memoria de quien cantó “El rey del regaliz” con El Canijo, en un íntimo homenaje en el que toda la banda abandonó las tablas, dejándoles solos con una guitarra más.

Con el objetivo claro de llegar a las tres horas de concierto, Juanito nos anunciaba un lunes con sueño: “hoy es el fin de gira, no nos vamos a ir ni echándonos lejía en los ojos, compadre”, y comienza a tocar, acompañado tan sólo de una trompeta, “Segunda canción de amor”, bajo unas luces rojas llenas de pasión. A la mitad de la canción, el resto de músicos se incorporan en una explosión de ritmos muy marcados de tambores, que la gente intenta seguir con las palmas. Juanito no puede evitar emocionarse al hablar de su banda: “son artistazos que he tenido la suerte de tener aquí conmigo”, se le quiebra la voz, se abrazan entre ellos y sigue, riendo, “pero bueno, lo que pasa en la furgoneta, en la furgoneta se queda; vamos a dejarnos ya de mariconadas, con respeto”.

El concierto terminó con ese regusto a familia y a flamenco, con todos los artistas bailando y cantando bulerías en el escenario, incluido el famoso hombre-flamenco, al que Juanito le dedicó unos versos. La banda al completo saluda entre aplausos, y el público baila, a hombros, a risas, a silbidos, a palmas, porque “qué mejor que acabar cantando por bulerías”.

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