28 marzo, 2024
Sin duda, una noche mágica, para no olvidar.

Las noches de verano en Sevilla son un reclamo para la actividad cultural nocturna. Aunque el calor en esos días no era el habitual, la temperatura de este concierto fue aumentando por momentos. Hablamos del concierto acontecido en Sevilla el 28 de junio en el CAAC. Jay Jay Johanson vino, nuevamente, a visitarnos con la energía de un grande y la entrega de un gran saber hacer.

Durante el tiempo que duró en concierto consiguió que un público habitualmente ruidoso y charlatán, casi con un respeto de adoración mística, escuchara todos los temas bajo un susurro que recreaba las letras de sus canciones. Pocas veces he podido disfrutar de esta manera. Tan cautiva de su imagen personal, iluminada y maquillada de blanco casi sepulcral, como de las películas que aparecía en la pantalla de fondo, que recreaba el paso del tiempo de forma extraña, una parte iba hacia delante y la otra de manera inversa, hacia atrás (“Koyaanisqatsi” y ” Naqoyqatsidirigida por Godfrey Reggio). Narcotizada bajo los efectos de su música, una desaparecía en otra dimensión.

Su imagen recordaba de una forma sutil el silencioso y misterioso tiempo estanco de la película “El Séptimo Sello”, de Ingmar Bergman (1957), en la famosa partida de ajedrez, donde la luz y la potencia de los escasos movimientos de algo que te habla, en este caso la música , te transportan a algo infinito.

Su música, un tecno-pop elegante, suave y melancólico coloreó la noche de violetas y azules que atraparon una amplia camisa gris de corte austero y buena costura, como es propio de una persona formada en el diseño. Pudimos escuchar temas de los distintos discos, algunos de ellos con una base trip-hop, mezcla de soul y música electrónica, originada en Bristol con grupos como Massive Attack, Portishead o Tricky.  Pero es incansablemente original, exclusivo y variado, lo que lo hace más interesante y atractivo.

Nada hacía presagiar un final tan emotivo y cercano en un cantante de la talla de Jay Jay Johanson. Bajó del escenario tras el concierto y se prestó generosamente a hacerse fotos con los/las asistentes, dando abrazos a todos/as como si acabara de realizar una limpieza de espíritu, se hubiera vaciado y sólo pudiera dar amor y estar agradecido. Su calidez, sencillez y cercanía, de casi dos metros de altura, lo hacen más auténtico, mas real y a la vez más misterioso, como su música.

Momentos después nos acompañó en la fiesta donde todos gozamos de su baile y su sonrisa. Sin duda, una noche mágica, para no olvidar.

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