20 abril, 2024
Todo se vuelve primitivo, oscura luz al fondo y de repente algún silbido. Movimientos de cabeza y la vida abriéndose paso sutilmente entre las sillas de este humilde local, para acto seguido volver a apagarse y ahogar el sonido en la trompeta de un maestro

Lope de Vega 16/02/2016

Fotografías por Esperanza Mar

Una fría noche en una ciudad del mundo, como podría ser cualquier otra, la hermosa Scheherezade nos abre la puerta a la imaginación y al disfrute personal. Basa su método en el deleite que supone oír historias, dejarte llevar a mundos imaginarios, interiorizarlos y explorarlos cada uno a su ritmo. Su principio es tan básico que no es de extrañar que esta humilde localidad haya copado el lugar que hará de puerta a ese nuevo mundo.

Hagamos un poco de ejercicio mental. Nos transportamos al año 850 d.c., en un lugar indeterminado entre la India, Persia, Siria o Egipto. Sobre el escenario del lugar que nos dará cobijo esta gélida velada nos encontramos a Frak Woeste al piano, Scoh Colle al contrabajo, Clarence Pennt a la batería y Mark Turner al saxofón.

Como maestro de ceremonias un curioso personaje que en inglés hace una introducción de lo que vamos a escuchar esta noche, Ibrahim Maalouf. Nos cuenta que después de 10 años tocando cosas anglosajonas como el rock y hard rock en tribus norteñas esta noche es especial, ya que se trata de un tributo a Um Kalthoum una ˋgran conocida´ por estos lares. Musa de escritores, poetas y demás personajes de la calle.

Nos cuenta que aunque sus canciones originales tienen la ensoñadora duración de una hora y pico aquí harán versiones jazz que apenas duran unos minutos, aunque nos recomienda que después del concierto escuchemos la original, por supuesto.

Para adentrarnos de lleno en este exótico ambiente recibimos, sin saber muy bien que vamos a encontrarnos, a Xavier que con un simple oud (laud árabe) nos hipnotiza haciendo suyo uno de los refranes emblemáticos en la obra de Kalthoum.

Acto seguido, entre bambalinas, gasas de vivos colores y olor a incienso aparece el resto de la banda para comenzar con las versiones propiamente dichas. Tristeza, lamento, lágrimas y una voz que se rompe, unos golpes de un anillo en el pulgar sobre la trompeta siguiendo el ritmo, los latidos de nuestro corazón, las luces alternándose y suspiros al azar. Todo se vuelve primitivo, oscura luz al fondo y de repente algún silbido. Movimientos de cabeza y la vida abriéndose paso sutilmente entre las sillas de este humilde local, para acto seguido volver a apagarse y ahogar el sonido en la trompeta de un maestro, que cual encantador de serpientes es capaz de guardar los sonidos en el fondo de su instrumento y dejar al mundo en completo silencio.

Pero el juego continua, la figura fantasmagórica de Vivaldi nos transporta muy lejos del lugar donde nos hayamos. Los sonidos se hacen desconocidos, novedosos y casi irreverentes cuando para terminar un parafraseo con mucho “flow” deja a todas las miradas perplejas y nos hace soltar más de una risa disimulada. Se divierte, juega, impresiona e investiga, todo sin pudor ni miramientos. Puro deleite para el creador y los oyentes.

Exquisita demagogia, mezcla bienaventurada de maestría en lo ínfimo, sentando cátedra sobre él mismo. Simplemente embriagador

Y poco a poco, aunque quizás con demasiada rapidez llegamos al 4º Movimiento o en lenguaje llano “the endless movement”. Recordemos que el espectáculo que se presenta hoy está dividido en una Introducción, dos Oberturas y cuatro Movimientos.

El secreto de este tramo de la velada radica en que parece que la composición termina una y otra vez, pero es sólo una ilusión sonora, un engaño de nuestros sentidos. Cuando el ambiente de nuestro local particular se ha vuelto denso, casi asfixiante, pero a la vez hechizante y cautivador toca despedirse. Y que mejor manera para ello que con un sentido tributo a Fairouz . Otra vividora de la farándula libanesa. El motivo para tan ocurrente decisión nos llega en forma de monólogo sincero y divertido de nuestro narrador particular. La versión corta es que si un artista dedica su espectáculo a Um Kalthoum no se concibe que no lo ha hecho ya a Fairouz, según palabras de su propia familia. Por lo que aquí esta el punto díscolo ante el desagravio que se pueda haber cometido. En los cuentos de las mil y una noches hay espacio para todo. Aventuras, romances, Lole y Manuel, guerras, traiciones, reconciliaciones y sentimientos puros. Pero sobre todo hay espacio para soñar y en esa empresa nuestro anfitrión es un maestro. Para conseguirlo nos propone dejarnos llevar a través de sólo dos instrumentos, mientras él toca la Tar (tambor árabe) su amigo Xavier hace lo propio con el oud, y se crea una sinergia sobrecogedora donde todos, por supuesto, quedamos atrapados.

Para finalizar la noche y sacarnos de nuestra duermevela nos propone interaccionar con él a través de una pequeña cancioncilla que compuso para su hija, que dicho sea de paso nos cuesta bastante aprender, y que termina por concedernos con un aprobado por los pelos aunque, para ser sinceros, no lo conseguimos del todo. Nos referimos como no a “Lily”, uno de los temas más bonitos de todo su repertorio.

Improvisación, toques de humor echando al pianista de su cómodo asiento y nosotros mientras intentando pillarle el tranquillo al silbido. La melodía está viva, se crea a medida que anda, se divierte y juega en el aire. ¿Habría mejor manera de terminar un concierto?

Ya saliendo y tras la compra obligada del disco que presentaba esta noche y su posterior firma nos sorprendemos tarareando todavía “Lily”. Y no somos los únicos, parece que esta noche más de uno sentirá de nuevo al niño que lleva dentro mientras Ibrahim Maalouf nos acurruca con su dulce melodía. Que bonito es que te cuenten un cuento…

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