29 marzo, 2024
El Pop rock de Los Predicadores le canta al amor con verdadera frescura, le cantan al desamor y a esos corazones inquietos que se “derriten por los huesos”.

Fotografías por Jesús Tirado

La noche empieza con una guitarra, una voz y las ganas del malagueño Rafa Toro de emocionarnos con un folk muy fino,  creando ilusiones que van directas al corazón. Sus originales letras “por cada estrella hay cien chavales tratando de ser como ellas”, nos hacen soñar y por momentos me parecía estar delante de un narrador oral que nos cuenta historias de hoy de un modo diferente, nos hizo disfrutar de su música, sus sueños y sus ganas de volar “escucho a los grandes, pero no cuentan cómo lo hicieron, son unos cobardes”.

Y de pronto llegó Guillermo Alvah y en un solo nos anunció que Los Predicadores estaban dispuestos a regalarnos una noche inundada por “el furor de las rosas”.


El Pop rock de Los Predicadores le canta al amor con verdadera frescura, le cantan al desamor y a esos corazones inquietos que se “derriten por los huesos” del ser amado. Desde la primera canción su propuesta es clara, quieren que bailemos con ellos, con temas preparados para conciertos, pop para saltar de alegría con ritmos primaverales, ritmos de esa época en la que nacen los grandes amores pasionales y que por momentos te atrapan en el rock, por momentos en el soul y en matices bluseros.

Rafa Toro se subió en la primera colaboración con reminiscencias de Los Ramones, unidos al folk de los primeros trabajos de la banda, y desde ese momento siento que estos chicos saben lo que hacen, sus temas son simpáticos, positivos, llenos de buen rollo y sobretodo tocados con unos muy buenos músicos. Poco a poco la energía iban subiendo en la sala, al tocar temas del disco anterior, el público acompañaba las letras y se iba creando el feeling necesario para que la música cale, las guitarras empiezan a desprender humo y el sonido envolvía la Malandar. Carlos Abad subió al escenario y sus punteos dieron fuerza a Los Predicadores y aunque seguían buscando el amor de lunares por la ciudad, con esa guitarra en escena el amor se vuelve más maduro, y capta a las generaciones siguientes.

Con el tequila llegaron los ritmos de México y con ello la canción más heterodoxa de la noche, con la que Guillermo y sus secuaces demuestran un amplio registro de sonidos rockeros y poperos suaves, llenos de alegría, y que van desde el corazón a la más brillante de las estrellas, ¡¡¡ponme otro tequila!!! Y de México a manejar la melancolía si la situación así lo exige, y con su “Amor postal” nos recuerdan que soñar es obligatorio, porque el amor nace en los soñadores aunque tenga que ser un amor a distancia y de ahí la nostalgia de la piel y la carne presente.

Por el teatro que corre por mis venas les hubiera pedido algo así como llegar a estados dramáticos más fuertes, expresar con mayor energía la pasión con la que viven su música, creo que el concierto pedía defender con más piel y sudor aquella música que les corre por las venas, para que los ojos brillen como las estrellas de sus canciones. Y esto que en ese momento del concierto mi cuerpo pedía fue lo que me dieron, porque en los temas finales el público se puso a bailar, a saltar, a cantar, y ahí se pudo ver esos ojos brillantes, esos cuerpos dándolo todo ¡¡y de ahí al infinito, al infinito, al infinito!! Acabar en todo lo alto y ahí sí, estaban sudando la música que les corría por las venas.

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