28 marzo, 2024
Esa noche tocaba el cielo del Orpheus Rock dispuesta a que me robaran las horas. Con las manos levantadas ante un posible atraco, era mi primer directo después de días (hechos meses) con ellos en la cabeza, y me negaba a que todo se quedara en un suspiro.

Esa noche tocaba el cielo del Orpheus Rock dispuesta a que me robaran las horas. Con las manos levantadas ante un posible atraco, era mi primer directo después de días (hechos meses) con ellos en la cabeza, y me negaba a que todo se quedara en un suspiro. Si me iban a atracar, que lo hicieran bien, con un secuestro de esos donde nadie pague el rescate por ti.

En el «antes de» ya quería que las letras se extendieran a otro espacio. Que amaneciera ahí mismo mientras el baile con Vudú (y con el rollazo tan bueno que se queda contigo) nos concediera cinco minutos más. Un ambiente clandestino resaltaba el encuentro como algo sublime. Los techos bajos del local te concedían el plus para sentir sus temas a viva sangre, recorrerte entera. La falta de luz (una vez más) mejoraba si cabía lo que nacía delante de nuestros ojos dispares. Ya la diferencia de edad que daba vida a la sala te importaba bien poco en ese momento. Apta para todos los públicos, los chicos viajaban a París con la que fue (para mí) «la versión». Yo también quería que «cayera la noche y amaneciera en la ciudad».

Genérica estaba apostando por el Arte. Los minutos que salían de su Evite Morir de Rabia hacían evidente la calidad de sus composiciones. Te encontrabas a cuatro tíos bien jóvenes encima de un escenario que les venía perfecto, comportándose como si tuvieran delante a un Estadio Olímpico (lleno) golpeando a viva voz sus temas. Actitud que redondeaban recordándote que ellos son los primeros que creen ciegamente en lo que hacen (y en lo que no), lo que marca la diferencia con descaro y sosiego. Normal que estén «condenados al éxito».

Lo mejor: que la vida con ellos sonaba atemporal. Como el timbre de Rafael Pachón,  reconocido vocalista de la banda, que lograba olvidarse del preciado tiempo salvándonos de él con cada palabra. Te atrapaba.  Esa voz hubiera conseguido todo lo que le hubiésemos pedido después de que nos dejara temblando con otra de la versiones que completaban el repertorio: a Vetusta Morla. La fuerza del directo, con su alternativo pop – rock, la defendían de sobra. Veíamos a cuatro amigos haciendo lo que mejor saben ante un público que alcanzaba el clímax a paso ligero. Público entre los que se encontraban Los Bittersweet (y su bajista, nuestro rey del mambo), que abrieron la noche de un concierto doble con su Extranjeros, casi completando la gira que daban a luz hace dos meses y que días atrás paraba en Salamanca, experiencia que les servía para darse cuenta de la cantidad de peña que les conoce fuera de la ciudad. Otro grupo que suma estrella y  calidad a la escena musical que arrancaba dentro de Sevilla en este último año.

Atravesando el ecuador de la noche, como estábamos esperando, Los Génerica saltaron del escenario a tocar desde el suelo. No sabíamos si dentro de los planes de Rafa. P. estaba el pegar un salto mortal, pero el aterrizaje fue limpio, sonoro y sincero. Conocidos o no, recibían al cantante de la banda entre saltos, gritos, baile y abrazos. La efusividad en el recibimiento fue tal, que la correa de la guitarra de nuestro protagonista terminaba rompiéndose. Cosa que no importaba demasiado después de la acogida.

Al útlimo tema le pusieron cuerpo entre todos. No tardaron Los Bittersweet en sumarse a la fiesta desde las tablas. Parecía imposible adivinar la fotografía perfecta que esta gente te estaba regalando cuando los gritos y las luces cerraban la noche. La música entre amigos siempre será dos veces música, se ponga la élite como se ponga.

About Author

DEJANOS TU COMENTARIO

Loading Facebook Comments ...

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.