
Teñido de un increíble rojo casi vampírico nos recibió el Teatro Lope de Vega el pasado miércoles. Con aforo completo, entre lo castizo y el terror, la majestuosa lámpara parecía arder luciendo unos poco habituales tintes rojigualdas. En el escenario descansaban seis capirotes blancos y se formaba una bruma que sólo se abriría para permitir el paso a Niño de Elche y los Planetas, empatados bajo el nombre de Fuerza Nueva y uniformados todos con camisas azules. Estéticamente, una de las mejores puestas en escena que uno recuerda en el Lope de Vega, terriblemente punk. Proyecciones en blanco y negro del NODO, marchas militares y estridencia, todo el inventario de los años franquistas en España, quejíos y más, y más militares que sumergían de lleno en el contexto de este proyecto conjunto.
Un concierto de himnos atávicos de aquellos años grises, vinculados a la patria o a lo divino. Flamenco y rock omeguiano que remitía todo el tiempo al denominador común de Enrique Morente, explícito en el Tendrá que haber un camino que también sonó cuando el concierto se encaminaba a su final. Delirio místico y religiosidad a raudales, con la épica solemne de redobles marciales casi semanasanteros elevaban la intensidad del concierto. Jugando a rascar en la historia y despojar las canciones de los dogmas de su contexto político-social nacionalista. El sentido de las palabras y la música puede cambiar como en Santo Dios y Los campanilleros, que abrían fuego, o acentuarse hasta el éxtasis como en la saeta de Machado revisitada como La cruz.
No escasos de una buena dosis de seria ironía y otra de psicodelia, dotando de una vida nueva a estas músicas populares con un hipnótico directo de altura. Especialmente brillante el resultado de la orientación flamenca de los Planetas, el poderoso despliegue rítmico de Eric Jiménez en batería y Julián Méndez en bajo, y la omnipotencia de Niño de Elche, que sólo compartió el protagonismo vocal con Jota en El novio de la muerte.
Tradicionales y transgresores como pocos, Fuerza Nueva derrochó poderío y virtuosismo sucio con este experimento jondo, alianza de grandes talentos, en una noche pletórica más del Teatro Lope de Vega.
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