25 abril, 2024
David de Arahal estrenó en el Al Gurugú su primer disco, Mar Verde, con invitados de lujo como Israel Fernández o Antonio Canales.

Fotografías Antonio Andrés

Se respira algo especial en el ambiente en noches como la del viernes pasado. No hay mascarilla posible que esconda la expectación y el orgullo de un pueblo ante la puesta de largo de la ópera prima de un paisano. David de Arahal estrenaba su recién publicado Mar Verde en el Al Gurugú ante un teatro que había colgado el cartel de no hay entradas hacía semanas.

Es imposible fijar el momento exacto en que comienza una historia porque todo ha empezado siempre ya antes. Hasta en una novela, la primera línea de la primera página remite a algo que ha sucedido ya fuera del libro. Este concierto supuso una primera línea de un acontecimiento que nos sigue desde antaño. ¿Desde cuándo? Tal vez desde los Cabales, donde el camarero, después de trabajar, tocaba un rato la guitarra para acompañar a aficionados y allí estaba un niño David escuchando atento para intentar aprender. Ese mismo no tan lejano niño que mantuvo esa inquietud y el hambre, que preguntaba por tecnicismos a sus referentes, como a Riqueni por su tremolo. Pero antes de todo ello, en algún momento, David ya era David de Arahal para serlo hoy.

Porque ya lo era cuando se acercaba al Galli en las ferias para que le afinara la guitarra. Con su cante desgarrado, él fue el primero de un elenco de lujo de invitados que auguraban el peso del espectáculo.  En las tablas, un muy buen cuarteto de palmeros con Marco Carpio, el Pirulo, Dani Bonilla y el Cubano; un cuarteto exquisito de cuerdas que sumó intensidad y mestizaje al acento en los momentos clave; Javier Teruel en percusión y Ángel Vera como escudero en la segunda guitarra.

Más adelante fue invitada Sandra Carrasco, que bendijo emocionada este alumbramiento con su cante sutil que se tornó al éxtasis. Por último, cerrando el concierto como quien coloca una flor en la solapa, el talento infinito de Israel Fernández por bulerías. No se puede cantar mejor que Israel, el arte se le derrama por la garganta a borbotones. Detiene el tiempo, remite a lo irracional, a lo sobrehumano, los verdaderos bienes mayores, la patria grande.  El cónclave de estrellas lo redondeó Antonio Canales que, improvisadamente y a petición del protagonista, subió al escenario en el fin de fiesta saliendo de entre el público para regalarnos su baile.

Desde el desconocimiento absoluto, muchos nos sorprendimos con un guitarrista maduro y superlativo, con estilo y un charme natural para el compás y la melodía. Ofreciendo un espectáculo medido, dinámico, preciso, con detalles y paso firme. Impropio de alguien de su edad. Y mención aparte del virtuosismo de David, claro está, su talento compositivo de ebanista, de creador importante, tejedor fino de melodías con alma y con concepto, emocionante, clásico, preciosista y abarcando palos. Brillante por farrucas arrabaleras, por soleá, por bulerías, por rondeñas, por seguiriyas, por malagueña y abandolao. A los artistas jóvenes se les presta los oídos y nos traen de vuelta a los artistas buenos, los que iluminan el camino y unen las partes rotas del gran espejo interior.

Ocurre en estas ocasiones de actuaciones de artistas locales, que muchas veces el aplauso viene ya ganado de casa y todo el ceremonial no musical que rodea el concierto puede volverse antinatural, excesivo y barrocamente esperpéntico como en una película de Berlanga. No fue este el caso. La organización fue impecablemente diligente, con una presentación elegante, el sonido fue sobresaliente con más de once músicos en el escenario en todo momento y el público de alto paladar flamenco de Al Gurugú entregó con honor su euforia y su aplauso a los artistas por verdaderamente Artistas en esta noche de ilusión y gloria.

David de Arahal fue profeta en su tierra por profeta, no por su tierra. Por verdadera entrega a la belleza y mérito de su labor al arte en su mar verde de olivos. Y será un artista universal porque tiene la madera para mirar a los ojos a la eternidad. Como Manolo Sanlúcar, como Tomatito, como Vicente Amigo, como Diego del Morao, como Paco de Lucía. David nació en este siglo y tiene una guitarra que suena centenaria y fresca, savia nueva en el árbol flamenco. David tiene madera en sus dedos, esa madera que enciende a los pueblos. En las manos de David de Arahal está el futuro. Y cosas mejores también: está el presente.

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