28 marzo, 2024
Las pisadas de las polvorientas botas de Ángel Stanich se aproximan a El Verano de Malandar en el que está siendo el año de su vida.

Fotografías por Mr. Hipérbole

Resultar original o diferente en un mundo en el que ya se ha inventado todo es realmente complicado. Y aún lo es más cuando uno se dedica a hacer música y tiene una banda. Das una patada y salen 100 proyectos. Pues bien, entre ese barullo estaba el señor Stanich y algo tendría cuando Sony se lo quedó y le pagó la cuenta.

Según su web es «el flagrante enigma» del pop español y según nuestra visión podría ser cualquiera, ya que la barba y el pelo se le están cerrando tanto que vamos camino de dejar de verle el viso. Lo que sí reconocemos, como perro a su dueño, es esa particular voz. Saquen el diccionario de sinónimos: ovejil, nasal, comprimida, fronteriza… la revista Rolling Stone la describió «como si Bob Dylan si hubiera caído en una marmita de LSD«.

En cualquier caso, el de Santander  se prodiga poco en los medios y eso, en sí mismo, también es una estrategia. Apenas concede entrevistas pero seamos sinceros, el muchacho no las necesita. Lleva un año de aúpa con bolos por doquier y crónicas envueltas en alabanzas. Todas ellas merecidas. En Sevilla tuvimos el placer de ver sus rizos allá por el mes de enero, en la Sala Malandar, y el recuerdo es imborrable.

Dejando de lado ese aura de outsider, Stanich es un cantautor puro que da vida a cada una de sus composiciones. Sus directos son eléctricos y salvajes pero no lo oirás hablar del proceso creativo ni de lo contento que está por llegar a la ciudad de turno. No esperes que te invite a cenar ni traiga flores, va a ir directo a la yugular, sin preámbulos. Sobre el escenario, Ángel cae prendido en su propio universo de rock sureño compuesto por personajes deformados y chicas que esperan en un taxi. A él te arrastra al son de los golpes de sus botas de tacón.

Y, por supuesto, no se asoma solo al borde del precipicio. Ha sabido rodearse de músicos de primer orden entre los que destaca, por motivos obvios, Víctor L. Pescador. Nos referimos a las sacudidas con las que interpreta cada tema, a la guitarra que vive en sus manos y la conexión patente con el protagonista de la historia.

Junto a él Álex Izquierdo, un bajo tímido pero de mirada traviesa que, junto con la batería de Lete G. Moreno, le aporta algo de cordura al conjunto. Aunque avisamos de que todos suelen perderla cuando «Metralleta Joe» hace acto de presencia. Hablamos, por lo tanto, de un espectáculo singular e imperdible en cada ocasión. Damos fe después de su paso por el reciente Festival Ojeando, donde, por un rato, mudaron en desierto el verde valle de la sierra malagueña.

El próximo viernes 17 de julio, Stanich y sus secuaces estarán de vuelta en la ciudad. Oportunidad imperdible de nuevo gracias a la sala pero esta vez en un lugar especial. Será dentro del Ciclo El verano de Malandar, en el recinto anexo al Auditorio Rocío Jurado (y entrando por la misma puerta). Hace días que nos relamemos pensando en el momento de volver a ver el aura del cantautor anacoreta.

Tanto si sois neófitos como si ya os habéis iniciado en las artes de este vaquero con clase, la noche es cita obligada. Las entradas salen mejor si las adquieres por anticipado (lo ponemos fácil, pinchando aquí). ¡Ah! y aún hay más. Hará los honores la banda de Rick Brendan y, después de la descarga del clan Stanich, se quedará Paco Campano a los platos, que para eso es viernes. Átate los machos, como diría mi abuela, que llega la caballería.

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