18 abril, 2024
El Kanka, Santero y los Muchachos y Maga actuaron en esta jornada de Picnic Interestelar en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo.

Fotografías Antonio Andrés

El Picnic Interestelar, esa versión reducida que anticipa el festival Interestelar, presentaba esta vez en concierto la tripleta de Maga, Santero y los Muchachos y el Kanka en un mismo día en la pradera del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo. Música en tres sorbitos para menguar el mono de festivales.

Era la primera vez de Santero y los Muchachos en la capital andaluza. La pandemia les había aguado su abordaje en marzo del año pasado, cuando debían haber llegado a Sevilla precisamente aquel viernes trece en que todo empezaba a oscurecerse y comenzaban a sonarnos las palabras estado de alarma que al día siguiente se harían realidad. Ante una legión sorprendente de seguidores para tratarse de su primera vez, ofrecieron algo más de una hora de su rock acústico y reposado. Rock como no se había hecho aún en España. Con guitarras acústicas que recuerdan a la Creedence, coros californianos que nos llevan a las décadas de los cincuenta y sesenta del siglo pasado, y la voz casi recitada de Miguel Ángel Escrivá, también al contrabajo. Austeridad y actitud la de este quinteto que se ganó los últimos aplausos antes del atardecer presentando algunas de las canciones de sus dos discos, Ventura y Rioflorido, antes de poner la alfombra roja al esperado siguiente artista.

Volvió el Kanka a Sevilla. Hace tiempo que el cantautor malagueño se sienta a la misma mesa de los más grandes cantautores de este país. Ingenio y espontaneidad a raudales. Con su estilo desenfadado, su optimismo masivo, su humor andaluz y su poesía arrabalera de alta pluma rimada en esa guitarra mestiza. Un músico sagaz a pie de calle que caza las musas al vuelo. Domina el arte de saltar con lucidez de ocurrencia en ocurrencia, a cuál más disparatada y brillante, para caer siempre de pie. Según toque, pone la mejilla canalla o la tierna. Lo tiene todo: es un guitarrista muy bueno, canta muy bien, compone muy bien y escribe aún mejor.

En el Picnic se presentó junto a su banda, una panda encantadora de buenos músicos locos que derrochó buen humor y mejores notas. Abrió el concierto con Sabéis quiénes sois, un homenaje a la amistad en medio de la distancia, una de las canciones que nacieron confinadas y que ahora se estrenan en directo. Continuó con la celebración vital de Qué bello es vivir y Querría, que transformó su compás de bolero en cumbia en el estribillo. De colocar las sonrisas en las caras con Guapos y guapas a A dieta de dietas (pocas cosas más rock que corear, puño al cielo, ¡panceta en la ensalada!). Dos himnos que defienden eso de cuidarse más por dentro que por fuera que muchos olvidan.

Las mejores palmas posibles sonaron para Andalucía en el momento patriota de la noche, porque para algo se jugaba en casa. La romántica Vengas cuando vengas precedió a la carnavalera Payaso.  Es espectacular en la cantidad de registros en los que el Kanka se maneja con tanta soltura. De volcarse en ritmos carnavalescos, en baladas reggae ukelele en ristre como Sí que puedes; en el vals mediterráneo de Volar; en finos boleros como Confieso, que rezuma aroma añejo a clásico; de sonar brasileño cantando a las esencias por encima de superficialidades en Por tu olor. Tiene ecos de los últimos años de Extremoduro y los discos en solitario de Robe la enternecedora Para quedarte.

Fiesta total con Lo mal que estoy y lo poco que me quejo (tengo el cuerpo en cuarentena y roto el cuerpo…) y su trepidante trabalenguas en la despedida de la noche, antes de unos bises que fueron acompañados con palmas rumberas en la cotidianidad romántica de Me gusta y Canela en rama.

Antes, al inicio de la jornada, sólo algunos pocos valientes pudieron disfrutar de la música de Maga, cuyo concierto fue incomprensiblemente programado por la organización para alrededor de las siete de la tarde, cuando el calor infernal del julio sevillano no ofrecía una gota de oxígeno ni el sol un centímetro de sombra. Hasta algún choco frito debió llover.

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