29 marzo, 2024
Digamos que después de calentar sentimientos, nuestra protagonista se volcaba en cuerpo y alma con la creación de su última obra.

Dayna Kurtz – Rise and Fall (2015)

En mayo de este mismo año salía a la venta el último trabajo de la cantante y compositora estadounidense Dayna Kurtz. Y de qué manera. Aunque no sabemos si por voluntad propia o producto de la casualidad, la artista dejaba pasar cuatro años hasta regalarnos de nuevo una pieza como ésta. Un periodo de versiones quedaba interrumpido por la originalidad en la entrega. Digamos que después de calentar sentimientos, nuestra protagonista se volcaba en cuerpo y alma con la creación de su última obra. Porque para darle nombre a todo esto se necesita vivir mucho, vivir mal y vivir bien. O vivir, qué demonios. Lo convulso es el motor de Rise and Fall, producto digno de múltiples interpretaciones donde ninguna consigue siquiera acariciar la certeza. Sencillo título que aúna lo complejo de la savia. Cosa imposible para expertos. Así llega, como caído del cielo, un álbum que pretende crear impacto. Así llega una profesional a la que no ha podido encasillar ni el más curtido en materia, merecedora de que su trabajo permanezca libre, único y auténtico.

Quizá sí y se necesiten cuatro años para acertar. Periodo suficiente que te permite adivinar qué golpes te ha dado la vida y seleccionar aquello que más te ha marcado. Y es que para crear tienes que crecer. Actitud que la estadounidense introduce en cada una de las composiciones que dan vida al repertorio. Crecer con lo que haces porque lo que haces es real y lo real, eres tú y tus circunstancias. O más tus circunstancias que tú. Esas especias esenciales en toda receta vital que terminan por transformarte a bocajarro. Porque crear creciendo es vivir cambiando.La de ella, una vida colmada -por momentos- de acontecimientos dramáticos que Dayna quiso utilizar para otorgar forma a lo que gestaba, consecuencia de una ‘época negra’ que le marcaba hasta el extremo de servirse de la muerte de su padre y de la ruptura de su matrimonio como sucesos categóricos de creación.

El country soul «You are not what I need (but you’re all that I want)» o la canción «The Hole», que afloraba después de velar las cenizas paternas, son el paradigma que denotan la profundidad de su espíritu como prueba de lo inmenso y verdadero de la obra. No obstante, también encontramos en ella una época definida por la transición vista desde el lado más positivo, donde un nuevo amor y un cambio de código postal dejaban huella en Rise and Fall, ese Levantarse y Caer que tan bien parece ensamblar con todo entresijo vital, «You hold me» y «Yes you win» se convertían en los síntomas de una nueva y mejor etapa. Nos atreveríamos a decir que lo que nos preocupa tiene pinta de libro raso, de caos, de cambio, de llanos en el camino, de materia prima y también de inerte, de diario rebosante, repleto de pensamientos a los que su música pone nombre y apelativo.

Apreciamos fácilmente el torrente irradiante de Kurtz de principio a fin que, independientemente del físico tan apropiado que le acompaña –apreciable tan de cerca como de lejos-, consigue que sus creaciones sean únicas porque están vivas. En la obra se puede escuchar el dolor y saborear la ilusión. Se puede intuir esa pérdida de control que elimina fronteras, desorienta, libera, que te desata y te deja desenfrenado ante el abismo del vacío. Una pérdida de control que la compositora ha reconocido en diversas ocasiones como parte esencial de la composición. Lo que nace sin control te contagia de lo mismo y, así, advertimos que atender con los cincos sentidos a lo que la cantante nos ofrece, implica en cierta medida un atisbo de descontrol que, para bien o para mal, provoca ansias de libertad. Enriquece, nos pulveriza y nos cambia. Como las experiencias, que no son experiencias. Eso es, adentrarte en Rise ando Fall es afín a una experiencia de esas que te dejan sin aliento, derrumbado, cambiado. Que te dejan siendo otro diferente.

«You will always live inside of mi», de Bobby Charles y David Allan Coa, es la única que aparece en la lista, interpretación inevitable para una cantante que ha dedicado gran parte de su tiempo al ejercicio de versionar y ahora se adentra en la creatividad. Eso sí, nada de lo versionado queda fuera del alcance de Dayna, la que perfuma con su personalidad todo lo que toca. Con ella ocurre lo desconcertante. Hace suyo lo de los demás. Y no hablamos de hurtos, no. Kurtz tiene esa capacidad de interpretación que a muchos, por desgracia, les falta. Cuando se pone a ello, es capaz de sentirlo como si fuera suyo, como si hubiera empleado un esfuerzo sobrenatural en extraer de la nada lo grandioso.

Pérdida, renacimiento, angustia, desolación, compañía y mucho amor. En la vida hay momentos para todo, hasta para creer que son las circunstancias de la persona la que propician un cambio inminente y no al contrario. De Dayna Kurtz respiramos agua, desierto, silencios medidos, ruido inevitable, placeres inagotables, creencias. Podemos asegurar que con ella y con su música siempre encontramos el lugar y el momento adecuado para recordar quiénes somos.

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