23 abril, 2024
Recordamos la última edición de Nocturama y su segunda jornada protagonizada por Riverboy, Sr. Chinarro y los Estanques.

Fotografías Antonio Andrés

Nocturama despierta un día más al caer la noche como si la anterior no hubiera acabado. Las mismas caras tanto en la crew de la organización como entre los espectadores, todos a sus puestos. Casi ocupando los mismos asientos que el día antes, las caras de unos y otros ya resultan familiares.  Es lo que tiene este festival de tres días con un público tan fiel. Y tan abierto. Sin duda, se trata del ciclo de conciertos en Sevilla que concentra mayor diferencia en la variedad de propuestas artísticas en menos días. Además, siempre orientado a vertientes más alternativas y/o locales. Tras la anterior noche de talentos femeninos con Rocío Guzmán, Luisa Sobral y María Yfeu, la segunda jornada presentaba los conciertos de Riverboy, Sr. Chinarro y Los Estanques.

Abrió la noche Riverboy, presentando las canciones aún no publicadas de su futuro segundo disco, como antiguamente era habitual presentarlas. El primer gran giro en su música lo marcan las letras, ahora el ex Milkyway canta en castellano. El segundo, el protagonista sonido americano que copaba por completo su primer álbum, entre Nashville y las fronteras sureñas, ahora pone un pie en el Mediterráneo y otro en California. Sin perder esa dimensión psicodélica que Riverboy imprime como un chamán en su música, las nuevas canciones oscilan entre melodías pop a lo Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán y las armonías californianas de finales de los sesenta. A punto estuvimos de sentirnos tentados de montar una secta hippie en mitad de un rancho, cosas que pasan.

Tras un breve intermedio que bastó para que las largas colas para el bar llegaran hasta la puerta, comenzó su concierto Sr. Chinarro. Con una patada a la nostalgia llenó el setlist de nuevas canciones bien regadas de ironía y astucia, muchas de ellas, como en el caso de su predecesor, también inéditas. Con la templanza del veterano que se sabe en casa, trazó entre canciones un satírico retrato (y autorretrato) social de una ciudad bien vivida por Antonio Luque. Le acompañaron en el escenario Sandra Rubio en los teclados y la voz, José Tejada en bajo y Damián Fernández en la batería.

Cerró la segunda noche de Nocturama el huracán de los Estanques. Por momentos, desbordado. Por regla general, brillante. El comienzo fue bastante accidentado con un bajo que no lograba sonar, pero pusieron patas arriba al público con su pop psicodélico con remolino rockero. Tienen la chispa adecuada, el gamberrismo y la técnica virtuosa. No se puede tocar mejor, son barrocos y explosivos. Se adentran en pasajes complejos, juegan con armonías jazzísticas y no les tiembla el pulso en atravesarlas con un riff que lleve la canción al hard rock. Pueden jugar a ser Mozart, Return to Forever o Led Zeppelin y caen de pie, despeinados y sonrientes, poseídos como ese Iñigo Bregel a punto de destrozar su Nord rojo o Germán Herrero, que es español pero tiene un kebab y el súper poder de desatar el éxtasis.

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