28 marzo, 2024
Una cinta que desenvaina lo mejor que Netflix puede ofrecer en cuanto a interpretación, realidad histórica y un sólido presupuesto

Que la televisión está viviendo sus últimos momentos es innegable. La posibilidad de elegir nuestros horarios para el ocio audiovisual, de disfrutar de él sin interrupciones publicitarias y una oferta que crece día a día, está cambiando un modelo que hace años era sólido como la piedra. Sí, el modelo nuevo aún debe asentarse, pero hay señales de esperanza. Entre numerosos largometrajes propios de bajo presupuesto y menos guion, comienzan a asomar gigantes que poco o nada tienen que envidiar a sus hermanos mayores de las salas de cine. Y este es, sin duda, el caso de ‘El rey proscrito’ (2018). Una cinta que desenvaina lo mejor que Netflix puede ofrecer en cuanto a interpretación, realidad histórica y un sólido presupuesto para demostrar que, si bien los servicios de streaming a la televisión ya le han ganado, al cine le está echando un pulso que por ahora va en tablas. Ya veremos cómo acaba.

David McKenzie firma esta cinta bélica de ambientación medieval que cuenta la historia de Robert Bruce, o Rey Roberto I de Escocia, proclamado tiempo después de muerte de William Wallace pero en el mismo conflicto. Que McKenzie sea escocés de nacimiento quizás haya tenido algo que ver para embarcarse en esta propuesta. Su dirección, si bien nunca lo ha hecho destacable, muestra ahora mucha más seguridad y ganas de arriesgar. Vemos planos continuos que no se cortan, grandes despliegues de extras, un gran realismo en las escenas de lucha, y una fotografía cuidada. Cuando el trabajo se hace bien, se hace bien.  En cuanto al guion, que también firma McKenzie, la acción se reparte bien, e incluso hay momentos para ciertas dosis de humor y romance, y muchas para la emoción. Destacan especialmente las sorpresas y traiciones inesperadas, que dan velocidad a la cinta y mantienen el interés del espectador. El rigor histórico, sino perfecto (y no olvidemos nunca al ver una cinta histórica que es una ficción histórica y no un documental histórico) es sólido y hace referencia al contexto y al desenlace no mostrado en la cinta. Un trabajo que se percibe trabajado y, más importante aún, revisado.

Chris Pine pone rostro a Robert Bruce, un noble escocés que, tras ocho años de rebelión contra Eduardo I de Inglaterra, termina por someterse solo para ver cómo la corona inglesa extorsiona a su pueblo y decide, de una vez por todas, librar a su tierra de los invasores. Pine, que repite en papeles de líder como ya hizo en la saga renovada de StarTrek como el capitán James Tiberius Kirk, ahora vuelve atrás en el tiempo para caer en una cinta medieval. Lo cierto es que si alguien acusa a Pine de ser ‘el típico guaperas’ en esta cinta desmiente tales acusaciones, y se muestra como un hombre serio y de principios, no como un galán de pecho descubierto. Su papel de líder sufrido, preocupado por sus hombres, su pueblo y su familia por encima de todo está excelentemente construido, y su carisma es más consecuencia de la necesidad de la situación que de la personalidad de Bruce, lo que añade realismo. Pine llena a Bruce de una esencia tosca, seria, firme, y no del todo intachable, que se siente como necesaria, en lugar de decorar el personaje con sonrisas de galán y momentos simpáticos para ganarse al espectador.

En el reparto le acompañan figuras destacadas como Aaron Taylor-Johnson como James Douglas, Florence Pugh como Isabel de Burgh, Callan Mulvey como Lord John Comyn, Stephen Dillane como Eduardo I, Tony Curran como Angus Mcdonald, James Cosmo como Sir Robert VI Bruce, Duncan Lacroix como Lord Henry Percy y Billy Howle como el príncipe Eduardo de Gales. Estos papeles, si bien son secundarios, refuerzan con su excelente interpretación, cada una de ellas característica y diferenciada, la ambientación de la obra.

Taylor-Johnson, otro joven galán conocido por su papel del mutante Quicksilver en ‘Los Vengadores: la era de Ultron’ (2015) y, especialmente, por su papel de Kick-Ass en ‘Kick-Ass’ (2010) y ‘Kick-Ass 2’ (2013), deja atrás estas interpretaciones más adolescentes para volcarse en un papel crudo, sucio, sangriento, de un joven noble preocupado por restaurar el honor de su apellido. Florence Pugh da vida a la reina de Escocia Isabel y lo hace con un canto moderado, pero adaptado a la época, de feminismo y carisma. Billy Howle otorga un carisma especial a su personaje, siendo más un abusón con su orgullo herido, un niño poco querido que no ha madurado, que un príncipe valeroso y un líder de soldados.

Hay quién afirma que ‘El rey proscrito’ (2018) es una mala copia de ‘Breaveheart’ (1995) o que presentarla en forma de un largometraje y no una serie es un error. Incorrecto. Si bien ‘Braveheart’ fue una cinta exitosa, no deja de ser otro tipo de cinta histórica, que lava más al personaje de William Wallace y lo presenta como un galán culto a la par que rudo camaradade lo que cuenta su historia. ‘El rey proscrito’, sin embargo, es más cruda, más realista, más sucia, y sus personajes no son heroicos ni nobles. Son humanos e imperfectos por ello. Además, caer en comparaciones solo por la ubicación histórica es un ejercicio perezoso de búsqueda de referentes. En cuanto a presentar esta propuesta cinematográfica como un largometraje y no como una serie, corta o larga, responde a la voluntad de hacerla de forma realísticamente cruda. Si bien es cierto que hay series históricas cargadas de escenas bélicas que muestran gran crudeza y realismo (‘Vikingos’ o ‘El último reino’, por ejemplo) estas no muestran el mismo realismo sangriento, su formato por capítulos a menudo estira el drama más allá de lo necesario o enreda la historia sin un desenlace satisfactorio a todos los nudos. Tampoco se puede negar que la tendencia del ocio audiovisual se presta a las series y no tanto a las películas, pero si no sabemos diferenciar las virtudes de uno y otro, entonces quizás deberíamos limitarnos a uno solo. Lo bueno, si breve, dos veces bueno.

‘El rey proscrito’ (2018) es la cinta que demuestra que los servicios de streaming ya han superado a la televisión y compiten ahora con los largometrajes de las salas de cine. Una película de gran presupuesto que será referente, que se aleja de la tendencia del sector de cintas millenials y de ciencia ficción para dar el todo por el todo en interpretación, guion, dirección y efectos. La corona está en juego y Netflix empieza a reclutar guerreros y vasallos. ¡Larga vida al rey!

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