29 marzo, 2024
El onubense presentó en el Teatro Lope de Vega las canciones de su segundo disco, aún inédito, Caballo Rojo.

Tan sólo hace unos meses lo escuchábamos en la sala pequeña del Teatro Central, prácticamente en la bisagra entre una nueva etapa y otra que se cerraba, la de su primer disco Supernova. Ya entonces, Cristian de Moret anunció este concierto en el teatro Lope de Vega para presentar su segundo disco, Caballo Rojo, que verá la luz en los próximos meses. En aquel momento pudo parecer que todo un Lope de Vega sería exagerado para un artista que apenas contaba con un disco recién publicado como trayectoria solista. Sin embargo, Cristian de Moret se creció al castigo y casi llenó el aforo del teatro, ofreciendo además un potente concierto, desprejuiciado y constante,  a la altura de tal escenario.

Por más que suba el precio de la electricidad, Cristian de Moret no ha escatimado en electrificar aún más su rock jondo de raíz flamenca. Redoblando, incluso, su feroz apuesta por la pentatónica y la distorsión rockera en mitad de un palo flamenco. Caballo Rojo lleva a Supernova más allá y sale victorioso del experimento. Presentó las nuevas canciones que lo componen en formato de quinteto, con Pablo Prada al bajo, Jesús Flores en teclados, Gon Navarro en guitarra eléctrica y Melchor Hanna al bajo. Ocasionalmente se sumó en un par de temas Juan Campos con la guitarra flamenca y, varias veces, Gautama del Campo al saxofón, en esta ocasión como invitado especial. Si la última vez que vimos a Cristian, hacíamos hincapié en el carácter que imprimía Gautama al sonido de esta banda, recordando sus notas graves al rol que David Bowie cedió en su último disco, Blackstar, a Tony Visconti; en esta ocasión el saxofonista ocupó un papel más standard de saxo solista, sumando su free jazz de altos vuelos para subir la intensidad del show a cotas inflamables.

Caballo rojo, homónima al disco, arrancó creciendo desde el patrón que quedó flotando en el loop hasta convertirse en una guajira de Pepe Marchena. Siguieron por soleares de Triana, Ya se apaga, y con los tientos de Me dices que me quieres en los que se unió Gautama. Esta parte más flamenca de Caballo Rojo cedía el relevo a Mustang, la colección más rockera, con Furia, las alegrías de Cádiz en Lirios rosas y Magia Negra. El último tercio, Purasangre, el electrónico, lo abría Veneno, unos tarantos morentianos que ya cantaba Manuel Vallejo. Tren de medianoche, trampantojo de un blues por soleá, se sostuvo únicamente sobre las teclas de Jesús Flores y el piano de Cristian, por primera y única vez en el concierto alejado de su Gibson roja.

Como buen onubense, Cristian de Moret no iba a despedirse sin homenajear a su tierra a través de los fandangos de Pepe el Culato virados en una enérgica cumbia. El cierre corrió a cargo del funky Romance de la Cautiva, con un arranque al más puro estilo Arctic Monkeys y un bis emblemático al galope de una Leyenda del tiempo revisitada en la que Gon Navarro, increíble durante todo el concierto, lanzó con su solo un guiño al Sweet Child O’Mine de los Guns N’Roses.

Arremolinando pellizco y rock and roll, Cristian de Moret desplegó la segunda entrega de su rock jondo en el Lope de Vega. El mismo que es capaz de poner el quejío en Chicago, sentando a la misma mesa a Eric Clapton y a la Paquera. El caballo rojo que cabalga de Nashville a Jerez.

Fotografías de archivo · Antonio Andrés

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