20 abril, 2024

Fotografías por Mr. Hipérbole

He considerado siempre como máxima en esto de la música que las composiciones que merecen la pena son aquellas que funcionan únicamente con voz y guitarra. Lo más simple es, en ocasiones, lo más difícil. Ser capaz de desnudar un tema, reducirlo a su esqueleto y lograr que pegue como si lo interpretara una banda sonando con toda su magnitud. Sin poses, contorsiones ni artificios que distraigan la atención. Si el músico o la canción no se valen por sí mismos, el resto es impostado. Puro fuego de artificio.

Puede que M-Clan haya coqueteado más de la cuenta con la esfera comercial pero la calidad de Carlos Tarque y Ricardo Ruipérez es innegable. Y de cerca se aprecia con más claridad. El primero, con un carisma palpable, siendo una de las voces masculinas más excepcionales del rock español. El segundo, templado, vibrante e impecable. El contrapunto ideal. Estos dos compañeros de mili transformaron el pasado sábado un acústico aparentemente tranquilo en pura fiesta. Y lo hicieron sin necesidad de levantarse de las dos pequeñas sillas plegables que llevaban como único atrezzo.

La Sala Custom de Sevilla recibía la gira Desarmados viendo aparecer a Carlos tocado con sombrero y sonrisa. Pandereta en mano, usó «Filosofía barata» y «Souvenir» para abrir el repertorio fértil de éxitos, culpable de un karaoke continuo durante el show. Se da además la coyuntura de que los murcianos generan de por sí una simpatía contagiosa. La cercanía del formato incrementó el encanto de un concierto que se desenvolvió con sonrisas y recuerdos entremezclados.

Fuera sobrero y chaqueta “Para no ver el final” antes de entrar en materia con “Los periódicos de mañana”, anunciada con reconocible acento murciano y donde apareció la armónica por primera vez. Aunque admitió que le daba “corte” tocar el cajón precisamente aquí, no defraudaron sus manos en “Llamando a la tierra”. Tan cómodo estaba Carlos que, entre risas, hasta se le fue la letra. Tan atentos estábamos, que se la recordamos.

La emotividad fue la invitada estrella de la noche y se hizo especialmente presente en la reivindicación del grupo en pro de los derechos humanos en Europa a través de “Inmigrante”. No se olvidaron antes de homenajear a Prince con “Calle sin luz” y de pedir silencio más tarde, al que el público accedió obediente, para “Miro atrás”, corte de 1996. Menos conocida y, gracias a ello, más adecuada para apreciar la voz, rota y mansa, de Tarque.

A duras penas conseguía mantenerse quieto nuestro rockero sedente cuando llegaron «Gracias por los días que vendrán» y una melódica «Las palabras que me dijiste». No obstante, el silencio que volvió a solicitar para «Canción sin retorno» pareció atenuarlo un poco hasta que le tocó el turno a «Perdido en la ciudad», rompiendo definitivamente con la dictadura de la silla e incluyendo para redondear un fragmento final de «Hard to handle» de The Black Crowes.

El temido momento de «Roto» tenía que llegar tarde o temprano y es que la composición se clava a cuchillo como te coja con la guardia baja. Para superar el dramón, quién no ha dicho alguna vez eso de «Quédate a dormir», acogida con festejo y participación unánime de la concurrencia mientras Tarque se pasea lo que puede por el borde del escenario. No se olvidaron de agradecer su trabajo al pipa, Dani, el «Velázquez de Vallecas», ni a la mesa de sonido, antes de desaparecer de la escena.

Pitos, palmas y gritos pedían su vuelta. Deseo concedido. En menos de cinco minutos recomponían el dúo con «Las calles están ardiendo» y  hasta se marcaron una versión de aquel «Hungry Heart» de Springsteen. Tenía Carlos que meter el dedo en la llaga preguntando sobre el cambio de cantante de AC/DC y obteniendo como respuesta una disconformidad casi unánime para con Axl Rose, con la que el cantante coincidió. Lanzando la pandereta al aire avisó de que le tocaba el turno a «Miedo», y pese a la congoja inicial de no poder mantener el tipo, resulta menos triste cuando se canta junto a más de doscientas gargantas.

El final fue cosa de chicas. «Carolina» y Maggie les sirvieron para rematar un bolo que acabó incluyendo un fragmento de «Te quiero igual» de Calamaro. Toda una declaración por parte de M-Clan, acorde con el sentimiento reinante en una sala más que enamorada de una banda al desnudo. La virtud en la música, como en muchas otras disciplinas, vive en lo elemental y los murcianos hicieron una buena demostración de ello. En estos tiempos de postureo, recuerden amigos, Less is more.

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