29 marzo, 2024
Claudio Tolcachir nos enseña que el camino hacia la paz tiene que pasar inevitablemente por entender el sufrimiento del otro

De Mario Diament

Dirección: Claudio Tolcachir

Teatro Central

Tuve la suerte de conocer a Claudio Tolcachir en la Bienal de Venecia de 2013, y su alegría de vivir la transmitía por todos los poros de su cuerpo, los alumnos de su taller decían que, metidos en faena, era todo lo que proyecta en la vida y en su obra, un hombre sensible de mirada clara. Un hombre valiente.

La verdad, ésa es la mayor fuerza de “Tierra del Fuego”, con Alicia Borrachero a la cabeza, todos los actores están en un presente escénico que hacen que sus interpretaciones tengan una fuerza arrebatadora, que engancha al público desde la primera escena, en la que una mujer víctima de un atentado terrorista visita en la cárcel a su verdugo.

Una gran apuesta de “Tierra del Fuego” es hacer que los “malos” sean los personajes palestinos, los personajes que defienden la causa palestina. Un terrorista (Aabdelatif Hwidar) y su abogado son árabes (Hamid Krim), actores sensibilizados con el conflicto y esto da a la obra una verdad muy potente. En el diálogo post-obra ellos mismos afirmaban que “es un regalo” poder interpretar estos personajes, y que estaba siendo un proceso creativo de encontrar sin búsqueda de resultado final sino de crecer en diálogo con el texto.

¿Es posible que dos pueblos que se odian lleguen a entender que ambos son pueblos que sufren? Ese es el camino que recorre la obra. No plantea una solución ya que difícilmente hay una solución específica a tanto dolor pero si nos pregunta y nos pone delante de nuestros ojos situaciones reales. El autor, Mario Diament, hila muy fino, ya que nos ofrece una visión a nivel psicológica de los protagonistas del conflicto, de sus justificaciones a la barbarie, de los modos en que perpetúan el conflicto con sus discurso, la falta de escucha y como desolación de la injusticia tan cruel que viven hace que se creen muros insalvables para la paz entre los pueblos. Los mitos sobre “el otro” multiplican el odio.

Hila muy fino porque no sólo nos ofrece esta visión sensible y humana de israelíes y palestinos sino que también nos muestra las causas macroestructurales e históricas que originan este sangriento conflicto. He aprendido mucho con esta obra y eso es impagable. Hoy conozco mejor qué ocurría antes del odio, cómo Israel ha creado a sus vecinos unas condiciones de vida infrahumanas que aniquilan a un pueblo al igual que ellos fueron masacrados por el nazismo. Y también he vivido la desolación del pueblo judío, históricamente maltratado, la injusticia de los atentados que sufren, el “odio al judío” milenario.

Y sobre todo, porque aunque la obra no se posiciona con ningún bando, a aquellos como yo que sí tenemos una opinión sobre el conflicto y nos sentimos más cercanos a un pueblo que al otro, nos muestra cómo, para conseguir la paz, es necesario que cada parte entienda la injusticia que vive el otro bando, y esto es extrapolable a muchos conflictos armados que han existido en la historia de guerras de la humanidad.

“Tierra del fuego” desmonta el mecanismo del odio, desnuda al ser humano y muestra un espejo de lo compleja que es la realidad ya que, como decía el propio director, “me producía fascinación que todos tuvieran razón”. Qué difícil solución, pero qué fascinante intentarlo.

Mario Diament cierra el encuentro con los espectadores plateando que la solución no pasará por el perdón, sino que lo más lógico es que las presiones internacionales, boicots comerciales y diplomáticos, así como la implicación de la llamada comunidad internacional serán las bases para el final del conflicto. Para la verdadera paz, será necesario volver a ver “Tierra del Fuego”.

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