18 abril, 2024
La casualidad no existe. Todo está trazado de antemano. El tiempo se acerca, y lo sabréis por las señales: una conversación, una pegatina, una camiseta… Es el destino.

¿Por qué veo en Sevilla, de vez en cuando, aquí y allá, pegatinas que rezan: “Serendeep”? No son carteles que anuncien un concierto, ni la salida de un disco (eso ya ha ocurrido). Sólo reproducen el nombre de esta banda medio vasca, medio sevillana, como cuando a alguien le daba por pintarrajear una pared cualquiera a mayor gloria de su grupo favorito. ¿Qué está ocurriendo? ¿Se trata de una maniobra publicitaria? ¿Hay gente efectivamente ya loca imprimiendo adhesivos en una nueva variante del fenómeno fan? ¿Y por qué he visto gente con camisetas de estos desconocidos, como si su nombre por sí solo pudiera evocar una mística o dotar de un cierto significado al portador, a la manera de, digamos, Metallica… hace unos cuantos años?

Serendeep es también el nombre de su trabajo discográfico, editado este mismo año. Juega, como ya habréis adivinado, con los conceptos de serendipia y profundidad. Supongo que la serendipia tendrá que ver con la suerte y devenir de su proyecto musical; la profundidad es por las letras, según su autora y cantante María Cascales alejadas de la superficialidad imperante. María vino de Bilbao a Sevilla para hacer una sustitución y decidió quedarse cuando vio que entre ella y sus amigos Sam Merino (también vasco), Hugo Guerrero y Sak Montes, guitarra, batería y teclista respectivamente, habían formado algo que realmente merecía la pena.

Una de las primeras cosas que llaman la atención es que no hay un bajista en la formación; de las frecuencias graves se encarga su productor Álvaro Ruiz, que ha hecho un trabajo limpio, como requería el propio concepto. El tono en general frío, casi estéril en ocasiones, de las interpretaciones instrumentales y los efectos electrónicos se ve compensado por la dulzura de la voz de María, todo un hallazgo y una todo terreno a la hora de adentrarse con su equipaje de inflexiones soul en el variado paisaje musical que recorre la banda.

https://www.youtube.com/watch?v=kopQ7PBHNIk

A propósito de paisajes, cabe destacar el diseño de portada del álbum, a cargo de Eco Lorka, y el del propio logo de Serendeep, obra de Alejandro Barroso. La ciudad de aspecto futurista en medio de una enorme extensión de cultivo y bajo un cielo que se funde con el espacio, una constelación y un rostro de mujer es casi demasiado, pero está bien hecho, y de alguna manera concuerda con el contenido.

Y en cuanto a éste, todo comienza con su single “Move Your Wings”, que ya adelanta bastante de los parámetros entre los que se mueve el cuarteto: ambientes delicados y tranquilos, perfectamente defendidos por la voz de María, en contraste con los arranques marchosos y bailables de los estribillos, donde se pueden catar guitarras y baterías (si hay algo de suerte), con una voz nuevamente a la altura. “Sparkle”, “Lucifer Effect” o “Unreal” reafirman este predominio de voces y teclados -muy elaborados y el auténtico corazón musical de todo el asunto- sobre una base más convencional de rock, no obstante capaz de mostrar destellos de clase por aquí y por allá.

“More” cuenta sin embargo con un riff de guitarra distorsionada que conduce la canción de manera convincente, y “Mind the Gap” es un tema potente, innegablemente rockero y lleno de todos los decibelios que queramos. Pero la sensibilidad de Serendeep es esencialmente pop, y eso se aprecia mejor en cortes como “Our Story”, “Pain” o, sobre todo, “Time”, ideas melódicas sencillas llevadas a buen término con elegancia y gusto, en arreglos medidos con una producción muy actual que no desvirtúa la materia prima.

Mención aparte merecen dos composiciones: “Carrousel” posee una atmósfera muy diferente a todo lo anterior, y efectivamente evoca imágenes de naturaleza circense sin necesidad de recurrir a demasiados trucos; “Cadeau” es una balada que cierra el trabajo de forma inmejorable y en francés, con guitarras acústicas y fondo sintético, pero cálido. Ambas son testimonios de la capacidad de Serendeep para mostrar otras versiones de ellos mismos; algo, creo, vital para evitar el posible hastío ante propuestas que no inventan nada, pero sí que proporcionan una agradable escucha. Serendeep no van a cambiar el panorama, pero sí pueden hacerte muy llevaderos los 44 minutos que dura su trabajo discográfico. ¿Podrán decir lo mismo Metallica cuando editen su próximo disco? Escrito está…

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