17 abril, 2024
El británico demostró que la Navidad también tiene algunas cosas buenas

Como si de un espejismo se tratara, Nick Lowe apareció en el escenario del Teatro Alameda el pasado sábado. Con el setlist en la mano y la guitarra calzada, el inglés recibió sonriente el primer aplauso unánime sin llegar siquiera a pronunciar palabra. No era necesario. Una parte de la historia de la música acababa de hacer acto de presencia y el empaque sobrecogedor de su figura solitaria llenó por completo la escena antes de primeros compases de «People change».

Del precedente de esta nueva entrega de Nocturama se encargaría -a última hora- Pájaro, bien escoltado por Raúl Fernández y Pepe Frías. Se trataba de uno de esos conciertos en los que el telonero ya congregaba prácticamente a la audiencia al completo, dada la calidad y el nivel que asegura en todas sus apariciones. Intermedio social, cerveza y pitillo antes de que el señor de cabeza color nieve y ojos color cobalto impartiera su soberbia lección de clase y estilo en el céntrico teatro.

Lowe ofreció un show navideño que nada tenía que ver con los villancicos que resonaban al mismo tiempo en las calles aledañas. Una Navidad diferente era posible si el británico ejercía de maestro de ceremonias. Con la incorporación de Los Straitjackets, la noche cogió un ritmo delicioso de connotaciones hipnóticas.

El cuarteto, sus máscaras, chaquetas, corbatas y la conciliación de sus guitarras, sobre las que ejercen un dominio abrumador, le dieron color e instrumentación tanto a clásicos reinventados -vease «Let it snow» como a composiciones propias –«Christmas At The Airport»-. La química de todo el conjunto, que comenzó su andadura allá por 2014 a raíz de la presentación en directo del LP Quality Street. A Seasonal Selection For All Family, era casi desconsiderada.

Con el rostro de los Straitjackets cubierto, Nick era la única cara visible y centro de atención, por méritos propios, en un show en el que no faltó «Cruel to be kind», esperado con ansia por muchos, «Sensitive man», «You inspire me» o aquel «Raging Eyes» de 1983. Entre medias, la banda dio rienda suelta también a pasajes de rock gozoso y elegante, con coreografía incluida, de influencias californianas, ejecución brillante y factura en la ciudad de la música por excelencia.

Y llegó el final, porque siempre llega, con Nick a solas y el corazón encogido por culpa de esa «Alison» que produjo para Elvis Costello. Cierre conmovedor incrustado a fuego en los oídos y en las pupilas, a juego con esas ocasiones que se van en un suspiro pero dejan poso permanente. El de Nick Lowe fue regalo altruista en las fechas del compromiso por excelencia. Las navidades no son tan malas si tienes la suerte de que Santa Lowe is coming to your town.

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