29 marzo, 2024
Sin mediar palabra y con un ligero guiño del ojo nos hace una mueca presta a presagiar las lindezas de un buscavidas que te lleva de la mano hacia callejones oscuros y callejuelas estrechas

Fotografías de Esperanza del Mar

13/02/2018

Sin mediar palabra y con un ligero guiño del ojo nos hace una mueca presta a presagiar las lindezas de un buscavidas que te lleva de la mano hacia callejones oscuros y callejuelas estrechas, que se enredan sin fin en un amasijo de ladrillos, adobe y farolas de luz amarillenta.

La visión se difumina y se pierde, se oscurece con cada acorde que nos embelesa el alma y nos envuelve en una niebla que nos hace soñar con viajes exóticos.

Las luces se encienden, “La lengua corta”, el pie a la banda viene acompañado de la entrada del bailaor Marcos Vargas que aviva los primeros “oles” de un Central lleno para la ocasión.

Día soñado para Raúl. Pero hay que tener cuidado con lo que se sueña porque a algunos sueños les da por cumplirse y luego hay que estar a la altura. En palabras del propio artista: “Este concierto es un canto a la libertad, para decir la verdad y compartir el corazón

En nuestras propias palabras: ¿Puede la música hacerte visualizar un ovni aterrizando en Haití a lo Lilo y Stich?, y para rizar el rizo, ¿mutar en una amalgama de acordes agudos, disonantes y reliados entre cajones flamencos y palmas? Pues se ve que sí, al menos sí con “El viajero” en directo.

He de decir que ayudan, y mucho, los variopintos utensilios acústicos y de percusión de los que se rodea la banda, que como buen mago nos rebela un estallido de colores que proceden de la oscuridad de un teatro expectante, para “Que sea el ritmo el que nos gobierne”.

En palabras del propio Raúl “Que sea rico el que nos gobierna, si el que nos gobierna no tiene compás.

 “Como el domingo” de Marta Valdés, con introducción de Mario Mas. Ese catalán amante como el que más de la guitarra flamenca, nos hace sentir el sol de tarde temprana, placita caldeada, densa y seca. Olor a campo, a tierra, y de lejos, a sal. Huelva en la memoria y Mario en la retina.

Canción del corazón” viene precedida de historia que narra las 4 etapas de las relaciones de pareja: faros en la noche, pisito nuevo, curso en Zaragoza y regodeo en la pena. Si queréis saber de qué va la historia no tenéis más que ir a verlo en directo.

El siguiente corte, “Voy a contarte una canción”, ya lo habíamos escuchado en el Nocturama el año pasado. En él los encuentros entre Mario y Raúl son magnéticos. Recogen y concentran las miradas sin dejar que nuestra mente se evada en banalidades. Lo único que queda cuando finalizan es el latido de nuestro propio corazón resonando en nuestros oídos.

Nos metemos en la recta final con “Zambra de la ausencia” con letra de Gustavo Adolfo Bécquer y un nuevo palo flamenco inventados por estos “monstruos” llamado Sonería = bulería + son. Dedicado a todas esas personas que no saben bailar una bulería, “Yo voy vendiendo candela”.

Primer descanso momentáneo. Primera rotura de aplausos sinceros y ruidosos. Primera punzadita en el corazón que deja entrever que este mundo imaginario no ha venido para quedarse sino para enseñarnos paisajes de ensueño en un viaje a todo trapo por el mundo y su belleza.

Los bises son para su anterior disco Razón de Son. Una bonita manera de recordarnos que el bagaje de este hombre no es cosa de unos meses. Nosotros hemos tenido la suerte de verlo en directo en más de 3 y 4 ocasiones. Cada una de ellas ha sido una experiencia deliciosa y completamente diferente. No es lo miso verlo en el calor de la noche del Nocturama que en el Central. No es lo mismo verlo solo que con Martirio o Santiago Auserón. Pero siempre, en cada ocasión hemos salido más grandes de lo que entramos.

Este hombre tiene la capacidad de abrir su corazón y mostrarlo tal cual es a través de su guitarra, de su manera de tocar y cantar. No esconde nada, todo lo deja expuesto. Y eso, hoy en día, es muy raro, y se agradece muchísimo. Yo, personalmente, voy a estar ahí cada vez que este hombre presente algo nuevo, porque sé que lo que me vaya a mostrar es un trocito de su persona, sin artificios ni maquillaje. Y Raúl es un gran tipo, al que merece la pena ir descubriendo, aunque sea a través de sus directos.

Con “Llévame a la mar”, ese precioso fandango que levanta la voz de los presentes con un estribillo por todos conocidos y una instrumentación que pone los pelos de punta, por su corazón, por su cadencia y su sentimiento, y “Si supiera” la noche se da por concluida.

Saludo a la platea. Beso final para su guitarra. Y carita de agradecido desde el alma. Fotografía mental. Suspiro risueño. Hasta la próxima Raúl.

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