24 abril, 2024
La banda firmó un show cercano, bailable y con una calidad indiscutible

Fotografías por Mr. Hipérbole para Sevilla es Pop

La respuesta es fácil a priori. Manel es una banda redonda que suena en el tiempo y forma ideales. Composiciones originales y elaboradas que obtienen un feedback envidiable de su público mediante una puesta en escena correcta. El problema es que esas cualidades son también comunes en otras formaciones que no causan el mismo efecto. ¿Qué es, entonces, lo que los hace especiales? ¿qué hace que el viernes nos engancháramos a ellos -les hicimos hasta los coros- aunque casi no entendiéramos lo que decían? ahí está la verdadera réplica: el destello, el talento o, como decimos por aquí, el pellizco.

Elemento de difícil definición, reticente en el flamenco (el salero, el duende) pero no exclusivo y también coexistente en otras disciplinas. Véase el caso. No se trata de su habilidad meneando caderas ni de un requiebro especial en la voz. Se trata de que los catalanes han dado con la fórmula perfecta. Ecuación que combina un estilo personal alojado en el pop, con visos de rock, su toque tropical y un destello de cantautor. Géneros entremezclados que favorecen un repertorio con el que se van los oídos, los pies y, a ratitos, hasta el corazón.

Manel

Nada más comenzar la poderosa «Les cosines» -nuestra favorita de Jo Competeixo– y «BBVA» vislumbramos el acierto. Pese a que su último trabajo es un disco con elaborados arreglos, el vivo no iba a tener nada que envidiar. El directo de Manel suena realmente de maravilla. En castellano Guillem explica cuánto les gusta volver a Sevilla y el público acoge sus primeras palabras con alborozo. La noche comenzó entonces a desenvolverse con un buen ambiente casi palpable en el que fueron desfilando «Desapareixíem lentament» (de su tercer trabajo), la simpática «Cançó del Dubte» y «Quin dia feia, amics…».

Retrocedemos atrás en el tiempo hasta su segundo trabajo con «Boomerang», durante el que Guillem consigue arrancar en el estribillo palmas y coros. Para «Arriba l’alba a San Petersburgo» nos pone en antecedentes con una explicación tan descriptiva como las capas que envuelven al fascinante corte, con guitarras y medios tiempos intensos que se hacen gigantes. La aclamación se hizo más estridente cuando sonó la pegatina de «La Serotonina», como una cumbia espacial.

Manel

No podía faltar «Jo Competeixo», que da nombre a su último trabajo, ni «Ai,Dolors». Tampoco «Benvolgut», el segundo de sus temas con más reproducciones en Spotify tras «Al Mar!», que fue la elegida para el bis. Destaca la voz principal y unos coros impecables que se vuelven muy sonoros cuando es necesario, como en «Teresa Rampell». O festivos, como en «Sabotatge», que incluyeron justo antes y donde nos enseñaron a cantar aquello de «I no em posaré de genolls/I ja m’he posat de genolls»«Y no me pondré de rodillas/Y ya me he puesto de rodillas»-.

Costó dejarlos ir cuando ya habíamos empezado a cogerles cariño. Simpáticos hasta el extremo y muy cercanos, curioso fue también escuchar como el público aclamaba «una altra,una altra» para solicitar que el show continuara cuando ya los amplis estaban apagados. Un trocito de Barcelona importado al corazón de un patio sevillano. Perdonen el tópico pero Manel es la prueba de que la música es la única lengua universal. Y de que el pellizco, al menos de forma rigurosa, no es solo cosa de volantes y lunares.

(Nota al pie: la ortografía de las canciones de esta crónica ha resultado todo un reto. Fin de la cita)

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