24 abril, 2024
Más allá de las flamantes novedades de un cartel que reúne lo más granado del pop patrio

Sólo queda una semana para dar el salto a Cádiz y comprobar lo bien que se están haciendo las cosas en materia de festivales. No sin música se ha hecho un merecido hueco entre las convocatorias veraniegas creciendo de forma exponencial en sólo cuatro años. Desde aquella primera edición que congregó a 2.500 personas la organización pudo jactarse de aumentar en un cero la cifra de asistentes durante el pasado 2015. Y todo gracias a su cóctel irresistible de sol, mar, gastronomía y un cartel que reúne lo mejor del panorama nacional.

Pero ese cartel esconde un detalle en su programación.  Si bien la jornada del viernes 22 está llamada a completar la cuota de grupos que ya son casi de la familia, con unos Love of Lesbian presentando su Poeta Halley o unos Izal cansados de bailar claqué, la del sábado 23 está llamada a sacar el brillo a las medallas de viejos conocidos. La aristocracia del rock se dará la mano sobre las tablas del puerto donde Bunbury  y  Loquillo, entre otros, desplegarán su magia.

Y sí, es una novedad volver a verlos tocar, después de todo. Porque en ambos casos la revisión de sus clásicos está haciendo que el repertorio de los veteranos ponga de manifiesto lo bien que le sientan los años. Loquillo gira presentando su nuevo disco Viento del este y su directo prevé mantener el perfecto equilibrio entre sus nuevas canciones y los clásicos de siempre. Por otra parte, Bunbury ha rescatado algunos himnos de su etapa más heroica, publicando a finales de año un Libro de las mutaciones que, además de un MTV Unplugged,  resultó ser una magistral demostración de clase. Así que la gran noticia, aparte de que ambos artistas han colaborado en el pasado y pueden surgir sorpresas, es que los directos de la segunda jornada tendrán cierto sabor a nostalgia.

Y no sólo la celebración de la música en directo, que ya de por sí es una fiesta en sí misma, sino la de la trayectoria de las figuras que se encuentran en perfecto estado de forma. Quizás Molotov siga buscando el lugar dónde juegan las niñas, después de todo, y puede que Shuarma se inspire en el azul del cielo para pedir piedad. Pero lo que sí es seguro es que el rock de los noventa será el conglomerante perfecto para celebrar que la música, como el público de los festivales, no tiene edad.

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