23 abril, 2024
Las más de dos horas que se hicieron breves demostraron por segunda vez en Sevilla que el de God Save the Queen es un espectáculo sin pantomima, de música en serio con músicos serios dando todo lo que mereció el público y más.

Fotografías por Esperanza Mar

Ocurrió hace no demasiados años. En televisión apareció un tipo vestido de John Wayne, como en La Diligencia. Se parecía, y mucho, al desaparecido actor. Las imágenes le mostraban paseando por su ciudad de manera tranquila, saludando a sus vecinos, yendo a la compra… Este señor justificaba su comportamiento afirmando que un icono como el que era John Wayne debería seguir presente en la tierra de una manera u otra. Nos valgan o no las razones de este John Wayne, nos vamos al caso diametralmente opuesto, porque God Save The Queen, no son una mera vitrina, ni tampoco una caricatura. La prueba la tuvimos hace casi un año en el mismo lugar, el Estadio Olímpico, y con un éxito de público arrollador.

Esta vez, todo hacía prever que no iba a ser así. Tres factores en contra; la relativa proximidad de la actuación anterior, la ausencia del acto tributo que abrió aquella noche, Brothers in Band haciendo versiones de Dire Straits, y una climatología adversa que llevaba pronosticando lluvia desde hacía dos semanas. A favor, la gran actuación del año pasado, que corrió como la pólvora por la capital hispalense. El boca a boca provocó que esta segunda cita con los argentinos que replican a Queen al máximo fuera, de nuevo, un éxito de público posiblemente mayor que el año pasado. Quince años llevan Pablo Padín y su banda devolviendo a la vida a Freddie Mercury y a los suyos, para asombro de público y crítica. Y es que el planteamiento del espectáculo de God Save the Queen tiene miga. La sola idea de recrear la voz, los movimientos, y al fin y al cabo, el sentir del grupo Queen, puede animar a más de un escéptico a críticas y critiqueos vacuos, como el de aquel listillo, aquella noche, que viendo a (llamémosle) Freddie Padín tocando la guitarra en “Crazy Little Thing Called Love” se sintió contrariado, y tras un “¡oooh!” añadió que “¡qué lástima, Freddie Mercury no tocaba la guitarra!”… cuando en realidad… C’est la vie.

Pero todos estos pensamientos parecen de naturaleza metafísica, comparados con lo que se vio y vivió una vez las luces del escenario se encendieron. Un año después, God Save the Queen llegaba con grandes éxitos y otros temas populares de nuestros músicos ingleses y su cantante de Zanzíbar. La intro de “We will Rock You” dio paso a “Killer Queen” y “Headlong”, haciendo recordar lo que ocurrió el año pasado, que la mímesis que Padín ha conseguido es enormísima.

Sólo hay que cerrar los ojos y oír su voz para comprobarlo, o abrirlos y verle caracterizado y cambiando de vestuario, llevando aquellos atuendos que el tiempo los ha hecho iconos (capa y corona incluidas, en algún solemne momento). Padín domina los registros de Mercury, y se atrevió con la galería de matices vocales que es “Save Me”. Un solo de guitarra bien largo de nuestro Brian May de esa noche, Francisco Calgaro, le confirmaba como el otro protagonista del espectáculo. Tras “Now I’m here”, que irónicamente, Queen lo interpretaba con un doble de Freddie en uno de los extremos del escenario, una voz desde los altavoces anunciaba una pausa, a la que le siguió una lluvia de diez minutos. El hecho de que buen número de asistentes con paraguas y chubasqueros se quedara junto al escenario mientras llovía es digno de no dejarlo pasar.

El contraataque llego en forma de “A Kind of Magic”, con un repertorio en el que Padín no para de un lado al otro del escenario, gesticulando, bailando, al piano, a la guitarra, a la voz mercúrea, mostrando su valía hasta con, ni más ni menos que, “Love of my Life”. Se sucedieron los clásicos, otros no tan clásicos, y otros grandes clásicos complejos de poner en escena, como “Show must Go on” o “Bohemian Rhapsody”, que levantó al público en aplausos, aunque esta no fue la única vez, y habría más. Este fue, lógicamente, uno de los puntos álgidos de la noche que parecía acabar. Pero llegó el primer bis con “I Want to break Free”, “We will Rock You” y “We are the Champions”. Despedida y vuelta con “Can’t Stop Me Now”. Las más de dos horas que se hicieron breves demostraron por segunda vez en Sevilla que el de God Save the Queen es un espectáculo sin pantomima, de música en serio con músicos serios dando todo lo que mereció el público y más. También quedo demostrado aquella noche que el mundo es de los osados; de los que desafían la lluvia para disfrutar de la música en directo, y de los que montan una banda para mucho más que versiones de Queen. A estas alturas uno sólo puede preguntarse únicamente como mera anécdota, visto lo visto y sobre todo, oído lo oído, cuándo aparecerá en el escenario nuestro Mr. Fahrenheit de Argentina a hombros de Darth Vader o Superman. ¡Ah, los setenta, amigos, los setenta!

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