19 abril, 2024
La ópera prima de Nat Simons no podría haberle salido más deliciosa, mas ensoñadora, irreal y a la vez sincera. Carente de preferentes pero tomando lo necesario ha sido capaz de crear una obra que bien merece ser escuchada por cada uno de vosotros al menos una vez en la vida.

Nat Simons

Home on high (2013) (David Gwynn)

Hay veces que para escribir una reseña de un disco sale apenas sin pensar, otras en cambio gusta de recopilar conocimientos y dotar al escrito de más cuerpo y personalidad. No nos engañemos, también las hay difíciles, por su contenido musical, por su exposición o por otras mil millones de razones.

Sin embargo, pocas veces las hay que te evocan imágenes y cuentos en tu memoria. Y, por suerte, este es una de esos extraños casos. Desde que empiezan a sonar las primeras notas de “Another coffee and cigarette day” ya sabes que los días de invierno, de lluvia golpeando el cristal, de suelo enmoquetado y un cierto ambiente cargado van a estar muy presentes durante toda la reproducción. Y eso te crea un pequeño desasosiego, un cierto regusto nostálgico y edulcorado de cuentos anglosajones y melodías sencillas en acústico. Al estilo Damien Rice, Amos Lee o incluso James Blunt si me apuras hacia lo comercial. Yo me decantaría más por la primera obra de Katie Melua o Verónica Falls, pero seguro que para gusto colores.

Ya os habréis percatado que me refiero a un ritmo lento, pausado, de producción sencilla pero preciosista. Un sonido embaucador que busca hacer que cierres los ojos, que te metas de lleno en la música y te dejes llevar. “Big Liar” me recuerda en ciertos momentos a Marlango y más concretamente la voz de Nat a la de Leonor.

Pero claro, he comenzado diciendo que el disco es evocador, y no lo sería si no fuera capaz de cruzar la esquina y cambiar de un país a otro como si fuese cualquier cosa. El blues del Mississippi toma forma y textura en la armónica arrastrada y la aguda voz de Nat para dejarnos claro que no te puedes esperar nada precocinado en este disco «Ain´t no blues«. Todo lo que hay sale de dentro, de las entrañas, de las ganas de sentir y expandir la música. De crear, compartir y mediar entre tus sentimientos y los suyos.

Tanto es así que “Indian Trees” se antoja una parada en el camino de la vida. Un receso en el andén de una desértica carretera, un tiempo muerto para respirar y mirar hacia los lados. Coger fuerzas y pensar donde estas y como has llegado a parar allí. Marco Varelo a la segunda voz dota a la composición de profundidad y cuerpo.

Sweet melody, no lo podría haber definido mejor. El sonido extraño del theremin en las manos de Alex Olmedo lucha en protagonismo con la guitarra eléctrica en un tema divertido, fresco y positivo “Strange Music Avenue”.

A estas alturas ya te has despreocupado de lo que te rodea, los temas pasan susurrándote al oído canciones calladas e íntimas. “Wild way” pasa a pequeños saltitos con pies descalzos por el pasillo de tu casa, mueve su falda corta con una sonrisilla pícara y te dedica una de esas miradas que te derriten. Te invitan a unirte a la fiesta privada que con luces pastel te llama desde el dormitorio. “When the music doesn´t sound” te acompaña mientras ruborizado te vas deshaciendo de la camisa botón a botón. La tenue luz te marca tímidamente el camino hacia tus sueños secretos, tus caricias prohibidas y tu risilla incontrolada y feliz.

Lullaby” te lleva a esos momentos en los que el techo de tu habitación está más cerca que nunca. Momentos tranquilos, entrevelados, tumbados boca arriba en la cama, soñando despierto mientras tus dedos apenas rozan los dedos de esa personilla especial que sin hablar está tan dentro de ti en esos momentos. Intimidad, sinceridad, calma y felicidad. Que momentos más escasos y a la vez más puros, ¿verdad?. Pues déjalos que se extiendan un poco más con “Wheels&dust, escucha atentamente:

“Listen to the log in the fire burning, it seems like you are blue inside. I´ll be watching you”

Pero vayamos despertándonos poco a poco, que hay que volver a la realidad, más brillante ahora quizás, más cruda y desafiante, más pura y cautivadora. “Come back baby” te llama y te arrastra sin remedio, y te conduce inexorablemente hacia el desenlace esperado, hacia la decadente necesidad de querer más, de no tener suficiente, de desear que no se acabe. Como la vida misma “Home on high”.

En definitiva, la ópera prima de Nat Simons no podría haberle salido más deliciosa, mas ensoñadora, irreal y a la vez sincera. Carente de preferentes pero tomando lo necesario ha sido capaz de crear una obra que bien merece ser escuchada por cada uno de vosotros al menos una vez en la vida. Pero acordaros de dejarle tiempo, de no presionar a la música. Este disco tiene que respirar, está concebido para dejarse disfrutar.

Mas info: Perosnal Web, Facebook 

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