20 abril, 2024
Nacho Vegas olvidó sacar a bailar los demonios de siempre, para relucir canciones puntuales que animaron al fiel pero mantuvieron al desconocido

Fotografías por Violeta Naranjo

Pasadas las 22:00 y con la brisa que brindan las noches de agosto, Pinocho Detective se lanzaba al escenario. Tal y como prometían con la escucha de su LP, La vida privada de Pinocho Detective, la música se ofrecía en acordes limpios de guitarras que rememoraban a una época que ya hemos dejado de vivir. Nos atrapaba la voz del cantante, Fran Pedrosa, las letras se inmiscuían entre nosotros, los tonos bajos y profundos nos llegaban hasta dentro, el tempo variaba en cada nueva canción y se marcaba en una percusión limpia. Este grupo nos preparaba el escenario con ciertas canciones, como “L.A y San Francisco”, donde la crítica social se entremezclaba con el sentimiento. Era la circunstancia acertada para aparecer en el mismo cartel que Nacho Vegas.

Todo aquel que alguna vez haya ido a un concierto celebrado en el CAAC sabrá de lo que voy a exponer ahora. Tras Pinocho Detective, cambiaban los instrumentos, preparaban las tablas para el concierto de Nacho Vegas y, en medio de ese despiste, la música de fondo se acaba. Preparas tu cuerpo hacia el escenario, lleno de energía para empezar a disfrutar del concierto. Sin embargo, la música suena cruda, suena detrás, suena en la oscuridad. Y miras, entre el gentío, aparece Vegas rodeado por el Coro Internacional Antifascista Al Altu La Lleva, interpretando “Carmín”, canción que representa las fiestas de julio en La Pola (a las que también asistieron este año).

Luego, suben al escenario a desmembrar sus dos últimos discos, Resituación (Marxophone, 2014) y Canciones populistas (Marxophone, 2015), canción a canción, dedicando sus artes a todos aquellos que luchan por encontrar algo más allá de la lujuria y la “selva capitalista” en la que vivimos mientras ocurren cada día injusticias, “qué importancia tiene eso mientras haya un desahucio más?”.

Nacho Vegas olvidó sacar a bailar los demonios de siempre, para relucir canciones puntuales que animaron al fiel pero mantuvieron al desconocido, como “Las inmensas preguntas” o “Días extraños”. Se mantuvo en un directo crudo, con una instrumentalización muy básica pero acorde con los contenidos que ofrecía. Percusión dispuesta con un bombo y un charleston, una guitarra eléctrica y un ukelele o guitarra acústica que portaba el mismo Nacho en cada canción. Este trío instrumental, a mitad del concierto, interpretaba una versión del cantante uruguayo, Alfredo Zitarrosa, con “El violín de Becho”.

Fue un concierto amenizado con comentarios por el protagonista, entre cada canción, mostrando parte de la sinceridad que le define en cada letra. El concierto parecía apagarse antes de lo esperado, todos esperamos fieles la vuelta de Nacho para despedirse con alguna “broma final”, a lo que tardó más minutos de los esperados y el cantante se defendía con cierto sarcasmo humorístico del “xacobeo” que había entre el camerino y el escenario. Intentó la rima de la luz de agosto con Sevilla, a lo que solo le salía su querida Gijón, asumió las consecuencias de la “Gran broma final” y tocó, una vez más, la canción que habla de orgullo y de la mujer que todos hemos deseado alguna vez, “Miss Carrusel”.

SET LIST

Carmín

Canción para la PAH

Polvorado

Runrún

La vida manca

Las inmensas preguntas

Días extraños

El violín de Becho

Lo que comen las brujas

Ámenme, soy un liberal

Ciudad Vampira

Cómo hacer crac

Vinu, cantares y amor

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