28 marzo, 2024
Un poderoso muestrario de rock and roll. Ni más, ni menos.

Gas (2015) «In fact it’s a gas gas gas»

Gas es el tercer trabajo de Los Brazos, power trío de Bilbao que lleva en activo desde 2011. Pocos años se antojan para unos resultados que parecen los de una banda de mucha más andadura, por calidad y madurez compositiva. Tampoco son mancos – hay manos al final de estos brazos, y muy hábiles.

William, Txemi y Koki, guitarra y voz, bajo y batería respectivamente, no están en esto para renovar el panorama musical, aunque si pegaran fuerte y el rock de ascendencia sureña que practican se pusiera de moda todos saldríamos ganando. No; este es un proyecto serio y profesional, pero nacido de un amor a la música como principal forma de diversión. Por lo tanto, diversión es lo que vamos a tener, procesada con un cuidado exquisito y que no hace ascos a ciertos momentos de desenfreno.

«Fearless Woman» inicia el disco, sintetizando de manera efectiva buena parte de las obsesiones del grupo; «Not My Kind» abunda en detalles country en una composición impecable, pero la cosa llega a otro nivel con «Randall», poderosa pieza que es el primer logro indiscutible del álbum. Con un desarrollo instrumental digno de Led Zeppelin hacia el final, el tema deja un precedente difícil de igualar.

Pero Los Brazos saben, y mucho. «Boogie» es una canción que podría haber estado en cualquier disco de AC/DC durante la etapa de Bon Scott. Directa y sangrante, parece pensada para un directo repleto de músculo, tensión y sudor; epítetos que también pueden aplicarse a «Say My Name», artefacto perfecto de rockabilly que no tiene nada que envidiar a un Brian Setzer. A continuación vienen dos temas enlazados por un brevísimo guiño al «Layla» de Derek and The Dominos, y si andas despistado no te enterarás: «Black Sheep» es como si Black Sabbath hubieran nacido en Texas, y «Guardian» empieza con un break básico de batería que propulsa la canción de modo frenético hacia unos coros de raigambre levemente gospel.

«Tales» es lo más parecido a sus adorados Gov’t Mule y lo más largo del disco; una balada absolutamente preciosa en clave de blues que podría haber firmado sin problemas Warren Haynes, aunque la voz de William no pueda compararse. Habría sido fácil dejarlo ahí, pero se despiden con un pastiche jazzístico llamado «Rose Tree» que lo hace de forma relajada y agradable. Un buen digestivo para un fantástico y poderoso muestrario de rock and roll clásico. Nada más (y nada menos).  A ver cuándo vienen por aquí…

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