18 abril, 2024
El cantaor onubense deslumbró el pasado sábado a la afición en su concierto en las Noches del Castillo de Utrera.

Fotografías Antonio Andrés

Andalucía es un mapa donde el arte se desparrama por los rincones. La geografía flamenca tiene uno de unos puntos cardinales más importantes en Utrera, una de las cunas grandes de este arte desde hace dos siglos. En una tierra con esta tradición, una noche de flamenco no es siquiera una noche de música en directo. Va más allá. Hay conocimiento, hay afición, hay raíces. Los oles aparecen bien puestos en su sitio. En las palmas, si se precisan, se reconoce el compás. Se rinde al cante el silencio.

Si una persona que no hubiera escuchado jamás la palabra flamenco hubiera estado el pasado sábado en el Castillo de Utrera, habría disfrutado de una lección magistral flamenca de Arcángel que bien serviría como una extensa y profunda presentación del género. El cantaor se presentó junto a Benito Bernal y Francis Cruzado en guitarras, y Lito Manez en percusiones. Se rodeó de esta interesante cuadrilla de jóvenes talentos onubenses, consciente de la importancia de dar la alternativa a las nuevas generaciones. Con un calor abrasador que no remitió con la caída del sol, empezó el concierto con el recuerdo a Federico García Lorca y La leyenda del tiempo. Una versión con más aire y más reposada que la bambera que grabara Camarón en su más mítico disco.

Transcurrió la primera media hora de concierto sin pausa alguna. No dejaron de sonar las guitarras en ningún momento, el cante se enlazaba con otro y éste con otro. Tras un primer parón en que Utrera (con aforo completo) rompió en aplausos, Arcángel se quedó a solas con cada uno de sus guitarristas. Volverían a reunirse todos en el escenario para cerrar el recital, pero antes, en ausencia del cantaor durante unos minutos, los guitarristas lo pusieron todo patas arriba improvisando. Una muestra más de que la música lo que más necesita es oídos que quieran escuchar. Es la única forma además de hacer perdurar la tradición y permitir la evolución. Francis Cruzado y Benito Bernal brillaron con maestría durante todo el recital con un artista al que acompañar es una responsabilidad tan difícil como placentera. Hay que saber escuchar, elegir bien las notas que no se tocan, tanto o más que las que sí suenan. Tuvieron este momento importante de gloria para su reconocimiento individual. No sabes lo que te has perdido, le espetaba un señor en primera fila al cantaor cuando volvía al escenario.

No quiso despedirse el cantaor onubense sin antes dejar una substancial reflexión sobre el papel vital de la cultura, reivindicando la habitual desatención sufrida en el sector, especialmente en los últimos meses de pandemia, que ha dejado tan desamparados a tantos trabajadores del arte en general y la música en concreto.

Todo llegaba a su fin tras más de hora y media de cátedra flamenca con un repertorio variado que abarcó desde colombianas a fandangos. Un recorrido extenso y profundo en la tierra de Bernarda y Fernanda, de Perrate, de Bambino. No es ninguna sorpresa que el arte se desborde ante un artista del calibre de Arcángel. Excepcional, arraigado en la tradición pero desencadenado de las atalayas de la misma. Sobrio, elegante, con un gusto exquisito y una humildad que transcienden en el cante. Un artista mayúsculo en las Noches de Castillo.

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