20 abril, 2024
Izal reaparece en Sevilla, un año después, presentando la gira de Copacabana (2015) en el Auditorio Rocío Jurado.

Fotografías por Lorena Lucenilla

Colgaban el neón apagado y la gente se notaba ansiosa cuando daban los primeros parpadeos de luz, se respiraban las ganas de escuchar el directo último disco de Izal. Retrasados en la escena, prometieron un concierto como “hacía tiempo que no podían dar”, extenso, concluyendo las dos horas con el repaso de los cuatro álbumes que los enmarcan en la cúspide del indie pop/rock nacional. Los madrileños salían tras la impecable actuación de los teloneros que les acompañan durante esta gira, Señor Blanco, de los que no hay archivos gráficos debido a las limitaciones que hubo para la prensa desde la organización.

En un bloque de tres canciones, se presentaban en el Auditorio Rocío Jurado, frente a 1800 personas, que confiaban en encontrarse con el grupo que comenzó a tocar en lugares como la Caja Negra (Sevilla), que “hacen crecer este tipo de música confiando en nosotros desde el primer momento” tal y como aseguraba Mikel Izal. La energía levantó el polvo desde el primer rasgueo de guitarra, la voz de Mikel se escuchaba limpia, clara y tronadora, y el equipo que les suministraba los cambios de guitarra y de escenario cumplió con su premisa con determinación y precisión.

Los cambios de tempo y las oberturas desnudas son las que sellan la diferencia de Izal entre otros grupos de música, hechos que podrían ser imposibles si no se ejecutaran con la tenacidad que les define en su directo por naturaleza. El cantante tuvo la oportunidad de interactuar con el público en más de una ocasión, tanto bailando cada riff que podía, como de poder disfrutar la fuerza con la que cantaban los estribillos más inusitados. En esos momentos, tuvieron tiempo hasta para mostrar su apoyo al grupo Supersubmarina, puestos en el punto de mira desde el accidente que sufrieron hace varias semanas.

También hubo un tiempo para la intimidad y para recordar el primer EP que les ayudó a salir a la luz entre la ceguera discográfica que sufrían desde el comienzo de su camino en la música española. Ahí, con las luces tenues que te llevaban al imaginario de un salón de bar, en este caso denominado Copacabana (como el último disco que han publicado), se despojaban del éxito que ahora les rodea y regresaban a 2010 con “Teletransporte”.

Para terminar, tras el primer bloque, desaparecieron de escena, abandonaron instrumentos y se atrevieron a salir a la arena a ritmo de ukelele y entonando “Qué bien”, ese fue el momento en que el público caía en la cuenta de que aquello tendría que acabar en algún momento. Pasaron por otros temas, hasta llegar al temido final, con “El baile”, donde las luces se mezclaron con los últimos atisbos de electricidad humana en el lugar. Izal fue acompañado por los fieles al indie español, a veces minoría, a veces mayoría, pero en su caso, siempre con calidad y elegancia.

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