25 abril, 2024
No pudimos escalar la colina pero el número de la bestia sigue siendo 666

Fotografías por Alejandro de Larriva

Si un concierto en verano es sinónimo de sudor y garganta rota, el añadido que sugería la parada en Sevilla de la gira Book of Souls de lron Maiden se antojaba, paradójicamente, como un oasis entre tanta oferta festivalera. Ese crecimiento exponencial de carteles que, a merced de sus parecidos más que razonables, hacía imprescindible acudir al Olímpico aunque fuera solo para variar. Los paladines del heavy metal venían a presentar disco, celebrando la última de las citas antes de meterse de lleno en el Rockfest de Barcelona. Seguramente alguna de las 15.000 almas venía a comprobar si el nuevo material casaba con la vasta trayectoria de los ingleses pero, siendo francos, el propósito de la mayoría era rendir cuentas con la nostalgia. Así que, a pesar de las pocas sorpresas que depararía su setlist, el éxito en la convocatoria estaba asegurado, por lo que solo hubo que comprobar si el espectáculo y las condiciones de campo estarían a la altura.

Pero algunas veces pasa como en los guiones de cine, donde un personaje invisible conduce toda la historia. Si has visto los Odiosos ocho sabrás que el frío y el invierno es el personaje en torno al que giran la mayoría de las escenas, compitiendo en protagonismo con el resto del elenco. Aquel 14 de julio no sería el calor el personaje clave sino la subjetividad con la que se percibiría el mensaje de los ingleses, que vendría determinada por el canal fundamental en un concierto: el sonido. Y no por exceso de decibelios –que los hubo- sino por una imperdonable falta de definición. Raven Age dio algunas pistas de ello pero, al término de su repertorio de metal melódico, no pudimos determinar si la falta de fuerza sería más achacable a su corta experiencia que a los problemas en los decibelios. La confirmación vendría al inicio de “Doctor Doctor” de UFO, donde nos temimos que la búsqueda de un buen lugar sonoro iba a ser empresa imposible.  Había ganas de Iron Maiden, tantas que nadie pudo hacer hueco por mucho que un concierto sea una celebración democrática. Así que al abrigo de la mesa de mezclas, donde supuestamente todo debe sonar como en los cielos, se captaron las notas de esta crónica, donde el sonido llegó a tiempo pero impreciso.

Aun así la iconografía azteca auparía todo el espectáculo, plagado de referencias a pirámides y tótems y cuyos elementos inspirarían visualmente el libro de almas, dejando espacio y escenario para que el bueno de Janick Gers desplegara todo su virtuoso arsenal. Pero fue Bruce Dickinson el encargado de elevar la temperatura enfundado en manga larga, en una maniobra tan inverosímil como criticar a los promotores al término de “Speed of light” por el elevado precio de las entradas. De modo que lo que terminó de conquistar al público fue, además de una enorme muestra de profesionalidad, una generosa empatía que hizo que todos nos olvidáramos de la reverberación en el techo o el retardo en los videowalls. Porque no es casualidad que sean más de cuarenta años los que atesore esta banda sobre los escenarios. No, lo que los ha traído hasta aquí ha sido la fiereza, el corazón y la inestimable conexión con el público.

Así que, olvidados los detalles desagradables, solo nos quedaba observar, aprender y disfrutar. Que los clásicos nunca mueren -dice la frase- y allí nadie se iría a casa sin cantar “The Trooper” o temer por la integridad térmica de Dickinson en “Fear of the Dark”. Pero como apunte de su último largo, la mayoría de los entendidos te dirán que lo nuevo se quedó corto respecto al último trabajo destacable de la banda, aquel Brave New World del año 2000, pero asegurando pasajes más que interesantes en “Death of glory” o “The book of souls”, que da nombre al disco. Así que, a la postre, el resultado fue el de unos Maiden un tanto bajos de revoluciones pero sobrados de actitud y solidez, que hicieron vibrar al respetable durante las dos horas de concierto a merced de todo el imaginario de la banda – unión jack y gigante Eddie incluido- y en cuyo final, previamente guionizado,  brillaría la vibrante trilogía final.  Así fue como “The number of the beast”, “Blood brothers” y “Wasted years” terminarían por empapar lo poco que quedaba seco en nuestra ropa. Todo esto pasaba en un abrir y cerrar de ojos, lo justo para dejar de oír el sonido metálico de las cuerdas y sentir la brisa de la noche de julio. Era el final y no había tiempo para más. Eran las puertas, que se abrían, para devolvernos al mundo real.

Estadio de la Cartuja, 14 de julio de 2016

SETLIST

If Eternity Should Fail
Speed of Light
Children of the Damned
Tears of a Clown
The Red and the Black
The Trooper
Powerslave
Death or Glory
The Book of Souls
Hallowed Be Thy Name
Fear of the Dark
Iron Maiden
The Number of the Beast
Blood Brothers
Wasted Years

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