26 abril, 2024
Y no se irá. Como las lágrimas en la lluvia, no.

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Fotografías por Lorena Lucenilla

No todo van a ser malas noticias, al fin y al cabo. Sí, ya sabemos que la primera edición de Interestelar será recordada por la lluvia, pero en honor a lo que se pudo vivir el viernes -que fue mucho- resulta paradójicamente gratificante tener este regusto tan dulce en la boca. Cierto es que los que en su día ocupaban el recinto de la Cartuja no dejaron el listón muy alto y que alguno puede achacar cierta dosis de neutralidad en el nuevo modo de hacer las cosas, pero seamos honestos: la primera jornada fue más que suficiente para poder asegurar que quedan muchos días de sol en aquellos jardines. A la probada experiencia de un equipo que actúa en itinerancia se uniría un cartel mayúsculo que congregó a lo mejor de la música nacional. Así que, por mucho que los detractores se empeñen en criticar el marcado carácter indie de aquella constelación de estrellas, el festival habría sido capaz (y lo fue) de satisfacer a todos los paladares.

Tres escenarios, barras y puestos de comida. Pulseras, acreditaciones y compra de tokens. Los ritos de bienvenida con los acordes de obertura. Los que suenan durante el día y ayudan a situarte, de la misma forma que enuncian el programa de mano replegándose en tus saludos. Carmen Boza nos daba la bienvenida emulando a PJ Harvey en una modesta versión de “This Miss We´re In”, sacando a relucir la calidad del equipo de sonido y haciendo gala de su buena dicción en inglés. Le acompañó una banda que, a ratos, achacaría cierta falta de potencia pero que arropó todo el carisma que la sacó de youtube para traerla a los grandes escenarios.

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Mientras tanto, Mucho, probaba en el escenario contiguo. Comenzaba su concierto haciendo gala de un nuevo sonido, trayendo parte de las guitarras que los hicieron célebres en Grupo Revelación pero filtradas por los sintes de su reciente Pidiendo en las Puertas del Infierno. A merced de una puesta en escena un tanto sobreactuada y dejando claro que su credo está marcado por deidades de tres cabezas, firmaron un sorprendente directo más cercano a Arcade Fire de lo que, en principio, hubiera cabido esperar.

Cierto es que la disposición de los escenarios Negrita y Defestivales incitaba a comportamientos un tanto estáticos, pero la oportunidad de moverse al escenario Obbio resultó ser una invitación a cambiar de aires para descubrir bandas emergentes o habituales de la escena local. Modelo de Respuesta Polar no son precisamente nuevos en esto de hacer canciones, pero se acomodaron perfectamente a este pequeño formato, lo que permitió que la prosa de Borja Mompó brillara por delante de toda la instrumentación en “Momentos similares”. Firmaron un concierto relativamente íntimo que dejó claras sus intenciones, desmarcándose de etiquetas e impregnando de noise unas letras personalmente universales. El Imperio del Perro hizo lo suyo y trajo parte de la furia del barrio de San Julián a los confines de la tarde. El ascenso meteórico de una banda que sigue huyendo de las (benditas) comparaciones con los Artic Monkeys convirtió a “Buitres” en uno de los momentazos de su directo, que se defendió ante una masa cada vez más rabiosa de seguidores que ladraron las consignas que su frontman Diego Cabeza les espetaba descaradamente.

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De vuelta a los escenarios principales,  el aire comenzaba a cargarse de la estática que desataría la tormenta. Llegó la noche, pero antes de que cayera una sola gota, Full electrificó el ambiente preguntándose “Quiénes somos realmente”. Sin embargo, por mucho que esta banda viva a caballo entre Sevilla y Madrid o alguno de los allí presentes se atreviera –todavía-  a confundirlos con Izal, lo cierto es que no tuvimos más remedio que reconocer su personalidad y sucumbir a su fiesta. Mantuvieron en vilo al público con la maestría que les otorga el hecho de haber conquistado la mitad de los festivales patrios gracias a su vitalidad, energía y el reconocible timbre de la voz de su líder Javi Valencia, firmando uno de los directos más enérgicos que el respetable pudo vivir y que lo dejó literalmente “Aullando”.

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Pero si su aparición vino precedida por la fiesta en el escenario vecino, la quietud con la que desarrolló su concierto solo sería entendible al sentirse en “Casa”. El hecho de ver a Iván Ferreiro en Sevilla ya era en sí todo un acontecimiento, teniendo en cuenta  que aún habrían de pasar siete días para poder degustar su nuevo largo.  A merced de un setlist que circuló por diversos parajes de su imaginario, Iván acompañó a Chihiro en su viaje desde Val Miñor a Nueva York y reafirmando que, a las puertas de la tormenta que se avecinaba, algunas promesas siguen sin valer nada. Lo que quedó fue una demostración magistral de calidad, arropado por los de siempre cuando, poco a poco, la promesa de vivir un sábado lleno de música se iría como lágrimas en la lluvia. Una lluvia que, con permiso de “Diecinueve”, fue el acompañamiento perfecto a “Turnedo”, el temazo que una vez Ángel Carmona llamó el himno extraoficial de Galicia.

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El resto es historia. Fuel Fandango replegó su propuesta electroflamenca e hizo saltar a una multitud a la que poco importaba la lluvia. Nita fue, como de costumbre, el centro de todas las miradas, en tanto que Ale Acosta impulsó, desde atrás, toda la maquinaria sónica. Belako, por su parte, contagiaría el húmedo ambiente con toda la juventud que los está llevando a arrasar por allí donde van. El secreto no es la vasta cantidad de referencias que manejan sino la honestidad que les otorga sacar desde las tripas aquello que les inspira, ya sea tratando de emular a Nina Simone o al más oscuro Ian Curtis. Huyendo siempre de cualquier etiqueta, Belako tiene todo lo que hay que tener para seguir subiendo hasta dónde única y exclusivamente ellos mismos puedan imaginar. Finalmente, Mando Diao se encargó de emborronar la cuota internacional de un cartel que los esperaba –permítaseme- como el maná en primavera. Más preocupados por la imagen que por el buen sonido, su directo dejó caras largas incluso cuando se entonó su celebérrimo “Dance with Somebody”. Lejos quedan aquellos días en los que calentaban el ambiente para Franz Ferdinand y lo ponían todo patas arriba. Sí, amigos. Aquellos eran otros tiempos.

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Y del sábado quedó la promesa de volvernos a ver el año que viene. Como consolación quedó el acústico de Maga o el improvisado directo de The Prussians que resultó ser toda una demostración de superación contra los elementos.  Pero qué demonios, aunque no lo parezca, hay muchas razones por las que alegrarse. Sevilla no es ni la sombra de lo que era hace solo un par de años, viviendo una de las épocas de oro en la historia de su escena musical. Muchas de esas páginas se escriben hoy a la sombra de los borrones que dejaron algunos, pero  por mucho que la lluvia y los malos recuerdos se empeñen en perpetrar el eterno invierno cartujano, gracias a los que vienen –y esperamos que se queden- nos queda festival para rato.

La Cartuja. 21 de octubre de 2016

Interestelar

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