24 abril, 2024
The Wave Pictures vuelve a Sevilla para presentar su décimo tercer largo en un concierto honesto y preciso. Antiguos conocidos en la Malandar, con casi dos horas de grandes éxitos

 

 

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Fotografías por Nuria Sánchez

Era una noche de rock and roll para una semana de rock and roll. La tarde había salvado la mañana con la promesa de una mejor noche y los rastros de una fiesta anterior hicieron su aparición, puntuales a la cita. Y el ansia me hizo ser puntual; demasiado. De bruces encontré las puertas cerradas y, como mandan los cánones de la elegancia, me propuse volver todo lo tarde que pudiera, haciendo gala de lo que ocurre en un concierto de garaje, donde casi todo se retrasa. The Wave Pictures no iban a ser menos y, con casi una hora de retraso, seguían pertrechados en su camerino, a puertas abiertas. Desde la posición del fotógrafo, cerca del escenario, se veía como Johnny Helm, el batería, controlaba la afluencia de público desde las profundidades del sofá del camerino de la Malandar; un lugar, imagino, bastante familiar para ellos, teniendo en cuenta la cantidad de veces que han pisado Sevilla durante su carrera.

Que los Wave Pictures no necesitan excusas para volver no es nada nuevo. Son de esas bandas que parecen nacidas para este tipo de garitos, con iluminación deficiente y público sobresaliente. No encontrarás un miércoles por la noche en Malandar a nadie que no le apasione la música, porque es en estos lugares donde se respira el ambiente y la esencia del rock and roll y, a imagen y semejanza de lo que había cincuenta centímetros más abajo, los Wave Pictures pisaron las tablas con ganas de darlo todo y presentarnos su nuevo trabajo, Great Big Flamingo Burning Room. Sin ambages ni adornos. A pelo, como se suele decir. Guitarra, batería y bajo; a tocar, pues…

Pasadas las 22:30h, la Gibson SG de Dave Tattersall inició la batalla con “Atlanta”. Un manejo envidiable del volumen de su guitarra descarnaba cada acorde elevando a los altares la escala pentatónica en cada solo, vertiginoso y ágil. El repaso a los temas de su último trabajo no se hizo esperar y “I could hear the telephone (3 floors above me)” arrancó los primeros coros del respetable, junto con “Better to be loved”, de su anterior trabajo, City forgiveness. Es de esas canciones que deseas que no terminen nunca y caminar con ella es un placer hasta el momento, casi frustrante, en que la banda la finaliza con su habitual rotundidad. Es justo cuando entiendes que la propuesta de los Wave podría resumirse en una “falsa improvisación”: todo destila frescura pero sin concesiones al despiste. No en vano, una banda que se fraguó hace ya 17 años (casi nada) trae consigo que sus integrantes se entiendan como una familia y, amparados bajo la inmóvil mirada de su bajista, Franic Rozycki, la complicidad de Dave y Johnny llevaba las riendas de cada estructura. David Beauchamp, el cuarto componente de la banda, habitual ya de sus giras desde hace varios años y que deliberadamente permaneció en la sombra de la percusión menor, apostilló el ritmo en todos los temas, aunque más tarde asumiría mayor protagonismo. The Wave Pictures fue, en suma, una banda de tres venida a más, sobrada de personalidad y carisma. photo 3m_zps5i2dxiob.jpg

Y fueron también una banda que no se centró en la presentación capa por capa de su último disco. Al contrario, dejó espacio (y mucho) a los temas de sus anteiores etapas como “Leave it alone”, o “Seagulls”, de su aclamado “Long Black Cars”. Escuchar estas canciones hace que vengan a la mente ciertos recuerdos si alguna vez los viste hace años, y comprobarás que siguen siendo los mismos gamberros de siempre, aunque con la madurez y la calma que otorga el correr de los años. Este disco, más garajero si cabe que los anteriores, tiene cierta pátina de elegancia, la que le otorga quizás su productor (e ídolo de la banda) Billy Childish, pero sin restar un ápice de pegada, con suficiente energía como para que a su cantante y guitarra Dave, todavía se le suban los colores.

Sin apenas tiempo entre canciones, el repertorio comenzaba a dejar sin aliento a todos. Con tan sólo unas pequeñas palabras de su frontman para presentar los títulos, la cadencia comenzó a acelerarse. Se pedían cervezas, aumentaba el calor y los decibelios: Rock and roll puro. “Estoy sudando”, dijo Johnny afrontando, de pie y solo al borde del escenario, “Sleepy Eye”, con baile incluido. Comprobé que sigue siendo un momento muy especial de sus conciertos el que su batería le dedique al público esas palabras a capella, sin micrófonos “I like you the best”. A nosotros también nos encanta.

Y el final, rayando casi la hora maldita de las 12, no disminuyó en intensidad. Con el ritmo de calipso por bandera, se repasó un repertorio que contentó y decepcionó a ciertos sectores del público que, a estas alturas, bailaba sin parar, tercio en mano. Dave recordó la época de su disco Sophie, aquél largo que se presentó justo antes de visitar España por primera vez. “Lisbon”, “Never go Home again” sonaron con la frescura y el descaro que hizo que los Wave Pictures se acomoden en muchas de mis playlists, pero no había tiempo para más y, aun con ganas de seguir, los de Wymeswold tuvieron que decir adiós cuando ya se había sobrepasado las doce. Un adiós que, como siempre en los Wave, tiene tintes de hasta luego. Algo me dice, y no puedo equivocarme, que nos veremos pronto las caras.

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