28 marzo, 2024
Podríamos tratar el disco como una llamada al amor. El amor entre dos amantes, entre dos desconocidos, entre dos amigos de toda la vida, o simplemente entre un padre y su hijo.

Este Californiano de 42 años conquistó el año pasado a medio mundo con su segundo disco «Be Good«. Aquella maravillosa obra que mezclaba el soul y el jazz entre la voz melódica y sentida de un Gregory en estado de gracia.

Sin duda fue uno de los mejores discos del año pasado para los amantes de la música pausada y deliciosa. Consciente de la repercusión que tuvo a nivel mundial, cosa que ni de lejos se esperaría, no ha tardado ni un año en sacar nuevo trabajo.

Liquid Spirit, su tercer disco de estudio bajo el nuevo sello para él Blue Note Records, sus anteriores trabajos están grabados bajo el sello Motéma Music, sigue la línea que él mismo ha marcado.

Se ve que el disco tiene una muy depurada producción en cuanto a sonidos e intervalos musicales. La escrupulosa medida de los tiempos y la cadencia del disco para armar un trabajo consistente en el tiempo es también un sello de identidad de la Blue Note. Lo que sí es cierto es que este punto no le resta ni un ápice de protagonismo a Gregory y su sedosa voz.

Podríamos tratar el disco como una llamada al amor. El amor entre dos amantes, entre dos desconocidos, entre dos amigos de toda la vida, o simplemente entre un padre y su hijo. Podríamos cambiar algo el orden de los temas y tendríamos un disco conceptual perfecto para una velada con ese amor de tu vida.

Y si no me creéis voy a ir nombrando algunos temas y poniéndolos en situación y vosotros me decís si no encajarían perfectos.

«Free» o «Liquid Spirit» son los típicos temazos que suenan de fondo cuando se escucha a la comida crepitar en la cocina. Mientras añades especias para darle ese puntito justo y tu acompañante te habla de alguna banalidad detrás tuya con una copa de vino en la mano.

«Brown Grass» calma el ambiente cuando la comida ya está lista y toca pasar al salón. El vino ha hecho de las suyas y los nervios iniciales empiezan a desaparecer. Las miradas a los ojos empiezan a cruzarse y una sonrisilla tímida comienza a asomar entre roces accidentales al pasar uno al lado del otro.

La comida se desarrolla con «Lonesome Lover» y «Musical Genocide» de fondo. Entre risas, chismes, confidencias superficiales las almas empiezan a acercarse. El aire se siente más denso, quizás por el vino, quizás por la deliciosa comida, quizás por el jazz denso y animado que suena de fondo. La voz de Gregory te va llevando inexorablemente hacia esa persona. Los ritmos que suenan a otra época te arrastran y te dejan indefensos ante tus propios sentimientos. Su voz de barítono y el saxo calientan el ambiente para que la conversación fluya y la piel comience a notar el calor de la otra persona a tu lado.

Pero irremediablemente el tiempo del postre llega por fin. La música de «No Love Dying» os vuelve a traer a la realidad del presente. A la situación de aquí y ahora. Del no hay escapatoria. Del no quiero estar en otro sitio que no sea aquí contigo. Mientras se recogen los platos y se trae el dulce postre de los silencios sinceros, de los suspiros y miradas calladas, Porter nos sirve de excusa perfecta para dejar que nuestros sentidos se abran.

La intimidad de las palabras da paso a la cercanía de unos ojos posados en otros, de roces en los dedos, de caricias suaves y delicadas. «Water Under Bridges» da la calidez justa para el momento. Nos presta un poco de su pasión y calor para que nosotros hagamos el mejor uso que se le puede dar a un tema así, dejarnos llevar por el corazón.

La velada acaba como debía acabar, con tu corazón latiendo rápido y descontrolado mientras se rozan los labios, mientras sientes el pecho de la otra persona junto al tuyo. Y ya no escuchas «When Love Was King«, pero de alguna manera el piano es cómplice de todo lo que está sucediendo. Y tú lo sabes, y te sientes seguro de tí mismo, seguro de estar con la persona adecuada, seguro de querer exprimir cada sentimiento que emana de ti a cada segundo, a cada caricia.

La concepción del disco es brutal, es sincera e íntima. Sólo hay que saber deleitarse con ella para poder degustarla en su máximo esplendor.

Pero aún quedan otros temas que os pondran la piel de gallina. Como la carta sincera de «Hey Laura«. El amor despojado de artificios y mentiras de la añoranza, de lo que fue y ya no lo es.


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