19 abril, 2024
Sonó la voz de Rosario Solano, acompañada por Manuel Imán y Chemón Cortés, un gran equipo, en mayúscula.

La cola se estructuró a tempranas horas de la tarde del jueves 30 de agosto en el entorno de los muros del Palacio de los Marqueses de la Algaba. Muchas personas, después de esperar horas se fueron sin las entradas y no es porque fuera gratis, es porque Rosario Solano es una de las más famosas fadistas de Sevilla y los músicos son destacados dentro del ambiente musical.

Al entrar, el agua sonaba en la fuente central y los cuadrados jardines se coronaban de sillas con un público correcto y silencioso que miraba al escenario de ladrillos claros y luz directa. La madre de la artista, Felisa, sentada frente al escenario intercambiaba pareceres con los que estábamos cerca. En palabras de su hija, esta mujer de cara de porcelana y dulce sonrisa :“fué a la primera persona a la que escuché cantar y de la cual he heredado la vibración natural de mi voz.”

Los tres artistas se colocan en el escenario y los aplausos se hacen sentir.

La cantante hace las presentaciones, y como continuó haciendo en cada una de ellas, resume la historia de lo que va a cantar. Habló de los distintos estilos de fado, información que nos amplió de forma generosa, en una charla que tuvimos dos días después cuando no la encontramos en el Festival de Jazz de Higuera de la Sierra.

Por un lado, existen los Fados Castizos o tradicionales , llamados “fados fados“ y por otro lado, los Fados Canción, de ambos tuvimos ejemplos en la noche del jueves.

La primera parte del concierto estuvo amenizada por distintos tipos de fados cuyos temas eran la religión, el mar, el amor y el desamor, y la segunda parte, tal como nos dice  Rosario Solano, “es una especie de recorrido emocional de una mujer, una especie de reivindicación”.

El título del concierto “Fados y Marerías”, define perfectamente lo que escuchamos allí. Fado, del latín Fatum, es sinónimo de destino. Maresías en un concepto que se refiere a “olor a mar” y son aquellas músicas luxófonas que llegaron desde el Brasil al puerto de Lisboa,  por eso escuchamos varios temas casi al final del concierto como “Agradecer e Abraçar” y “O que é o que é”. Aquí se aprecia la influencia de la música vitalista de Cabo Verde.

El concierto comenzó con “Meu Amor Marinheiro”, su timbre dulce y profundo se eleva, sus manos y su rostro expresivo se enredan en un momento de nostalgia “saudade”, de un pasado que no vuelve nunca, espíritu del lamento del fado.

El calor se hace presente y los abanicos es la única señal de movimiento, canta “Cinta vermelha”. Este tema pertenece a un subestilo del Fado tradicional en tonalidad mayor, dentro del Fado Corrido, llamado Fado Magala. Sus temas son alegres y rápidos y en la explicación previa, la artista nos cuenta la historia de este fado: “una chica le regala una cinta a su amado para que se la ponga en la cintura y esta afine o estilice su figura con el fin de poder presumir de hombre”. El ritmo de la canción consigue implicar a los oyentes que sonríen mientras la observan.

El público no se mueve, solo para aplaudir al final de cada canción. La entrega de los músicos va aumentando de nivel, los dos guitarristas miran permanentemente a la cantante, suena a capella Cfoi Deus” y Rosario se sienta cantando con la misma potencia. El encuadre del escenario es perfecto, de colores neutros pero equilibrados, negros y tierras calizas lo enmarcan. Continuó con “Loucura” y “Onde estará meu amor”. La guitarras de Chemón y Manuel escoltan la voz de Rosario Solano que con la espresividad de sus manos y su rostro hacen temblar los corazones. Es sobrecogedor el silencio y la atención del público, muchos de ellos seguidores de estos músicos que en muchas ocasiones trabajan juntos, aunque hacen trabajos en solitario.

La cantante bebe pequeños sorbos de agua en una copa de cristal negro a juego con la vestimente, no hay un detalle que se escape dentro de su estética elegante. Luce un corpiño negro y una falda larga de rayas que estilizan su figura, diseño de Rosalía Zahíno. Normalmente su madre es su modista, como a ella le gusta llamarla y de la que está muy orgullosa.

Continúa con “Rosa Branca” y posteriormente explica la historia de “Cigano”. Sus referencias son claras Amália Rodrigues, Carminho, Dulce Pontes, Ana Sofia Varela, Antonio Zambujo, Camané, Ricardo Ribeiro, tal como nos ha contado.

Cuando Rosario Solano canta “Lágrima” su voz suena cristalian y su fuerza interior despliega un sentimiento desaforado y sublime. Este es uno de sus temas preferidos porque dice: “cuando lo escuché, sentí un pechizco en el interior y tuve la necesidad de cantarlo. Es la canción responsable de que yo cante fado. Por mi nivel de exigencia me llevé meses estudiando en profundidad cada una de sus frases, tanto musicalmente como en la pronunciación del portugués”. Este Fado Canción que cantó : “es una versión de Dulce Pontes, letra de Amalia Rodrígues y música de Carlos Gonçálves. Esto es muy importante subrayó la cantante, ya que hay muchas versiones”.

Los siguientes temas fueron “Garça perdida” donde sus brazos se estilizan en el aire dibujando hermosos y armónicos movimientos, de los cuales es muy culpable el gran Manuel Cañadas, coreografo, profesor y bailarín del que ha recibido clases.

Los temas que continuaron fueron, “Barco negro”, “Sodade”, “Agradecer e abraçar”, en la que destacó su agradecimiento a la vida y “O que é o que é”. Estas, como las anteriores, fueron decoradas por los desplazamientos gestuales de sus delicadas y pequeñas manos de rojas uñas y que portan un enorme y bello anillo, sello de la artista. Estos elementos potencian sus movimientos cuando canta, mientras desliza su mano abierta al público o la posa sobre su pecho, sentimiento puro, pasión dominada con esfuerzo y dominio de lo que hace.

A pesar de las dificultades que tuvieron en el escenario, ya que faltaba un monitor, que impedía que se escucharan entre los tres, salvaron con maestría algunos de los temas más rítmicos, evidencia de la profesionalidad y el recorrido de los tres intérpretes.

El concierto llegó a su fín y los tres artistas se acercaron a saludar con cortesía y reverencia.

A petición del público cerraron con gran estusiasmo y palmadas acompasadas con “María la Portuguesa” de Carlos Cano. Se la dedicó a su madre que tatareaba la canción con una gran ronrisa, demostración de la admiración mutua que se procesan.

Los tres músicos cubrieron con creces las espectativas del público. Su música digna de un palacio. Sabemos que podremos escucharlos próximamente porque los tres son muy activos musicalmente.

El público fue saliendo de forma ordenada de los jardines y todo comenzó a quedarse vacio, respiraba solo el boj.

No es fácil para una mujer entrar en un mundo de hombres y el Fado los es. Aunque el fado se ha vendido en España y el extranjero cantado por mujeres, ejemplo internacional de ello es Mísia, si entramos en las Casas de Fado más destacadas de Lisboa, mayoritariamente la dirigen hombres y son excasos los casos de mujeres que pueden cantar en ellas. En uno de los viajes que pude hacer con Rosario Solano visitando algunos sitios de estos, entramos en  la casa de fados María da Mouraria, la   escuché cantar con veneración y respeto, recibiendo la felicitación de especialista y críticos de fado, pero también tiene alguna historia no tan bonita que contar. Sabe que es lento, pero los pasos de esta mujer son certeros.

Le pregunté: ¿cómo se siente una mujer cantante de fados en un mundo de hombres?. Le llamó la atención la pregunta, se sonrió pero no pudo responder.

Es difícil responder y lo sabemos, pero tenemos grandes ocasiones para escuchar el alma del fado, cantado por una mujer andaluza, Rosario Solano. Su voz y su forma de interpretar son únicas, y si es acompañada por dos grandes de la guitarra,  Manuel Imán y Chemón Cortés, el éxito está asegurado. Si escuchamos sus nombres en cartel, no lo dudaremos. Gracias a los tres por esta noche.

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